Sin las trans no hay Ni Una Menos
El pasado sábado 12 de agosto la noticia fue que se había encontrado un cuerpo bajo las tribunas del club Lawn Tennis, en el parque 9 de Julio. Los medios hegemónicos tardaron en decir lo que en las redes sociales ya retumbaba como un golpe: que se trataba del cuerpo de Ayelén Gómez, mujer trans, brutalmente asesinada en circunstancias aún desconocidas. La primera imagen que se difundió de ella fue la de una entrevista en la que contaba lo importante que había sido para ella ingresar a estudiar a la escuela Mocha Celis, en Buenos Aires. Luego se supo que en el año 2012 denunció que había sido detenida y abusada por miembros de la Policía, hecho que quedó impune y que probablemente impulsó a Ayelén a dejar la provincia. Este año, sin embargo, había vuelto a Tucumán, estaba viviendo con su familia en la localidad de Ranchillos y tenía intenciones de continuar sus estudios en el Cetrans (Centro Educativo Trans de Puertas Abiertas), espacio que desde el año pasado promueve la inclusión de las personas trans.
Desde allí partió este jueves la marcha convocada por el colectivo de mujeres trans y apoyada por diversas organizaciones políticas y sociales. Entre los cantos que se escucharon a lo largo de las cuadras que ocupaba la marcha, se podía oír fuerte y claro el hoy tristemente célebre ‘Ni una menos, vivas nos queremos’ y ‘Sin travas y travestis no hay ni una menos’. Además de decir basta de transfemicidios y travesticidios, en los carteles de “Justicia por Ayelén” podían leerse los reclamos de una comunidad fuertemente golpeada en nuestra sociedad, pidiendo por el cupo laboral trans, el cumplimiento pleno de la ley de identidad de género y contra la trata de mujeres trans.
Al llegar a la plaza Independencia, las estudiantes del Cetrans pidieron por el esclarecimiento del crimen de su compañera y recalcaron la importancia de esta convocatoria por tratarse de la primera marcha nacional impulsada por la comunidad trans desde Tucumán. Repudiaron también la forma en que los medios abordaron el caso, minimizándolo, y la constante estigmatización y naturalización de la violencia contra las personas trans de la que el asesinato de Ayelén es un ejemplo claro y brutal. Responsabilizaron a la Policía de Tucumán por la inseguridad a la que vive sometida la población trans en la provincia, y denunciaron la necesidad de políticas públicas en salud y educación que garanticen a esta comunidad tan vapuleada el pleno ejercicio de sus derechos. Se cedió luego la palabra a artistas que leyeron textos reivindicando a la mujer trans como dueña de su cuerpo y de su voz. Todas las intervenciones terminaban con: “Ayelén Gómez: ¡Presente!”
A menos de una semana del asesinato de Ayelén, el dolor se convirtió en lucha y la lucha en grito en la calle.