¡Va a caer!
A las 18 de un día lluvioso fue la cita. Diferentes grupos y militantes feministas junto a organizaciones políticas se congregaron en tres puntos distintos, como suele ocurrir, con la salvedad de que este año las dos columnas que se terminaron formando no se cruzaron en ningún momento ni compartieron cuadras como pasó en otras ediciones de la marcha. La división partidaria creó mucha confusión entre las mujeres y otros asistentes que sólo querían marchar pidiendo justicia o que no las maten por ser mujeres, trans o lesbianas, sin blandir ninguna bandera partidaria. Se sabe que esta época del año es dura y que hay pocas energías llegando a diciembre. El gobierno nacional hizo y hace de todo por mantener al pueblo callado, sumiso y desalentado, pero las divisiones sólo crean enojo y mal sabor de boca cuando es hora de estar "todes juntes" para hacerle frente al patriarcado y al neoliberalismo.
Pese a esto, las militantes feministas se hicieron oír a viva voz y se plantaron mostrando sus pañuelos verdes, pelos rosas y carteles con consignas contundentes. Entre ellas también marcharon los familiares de Agustina Fernández Nieto, quien fuera encontrada con signos de sofocación en una casa abandonada de la zona sudeste el 9 de noviembre pasado y cuya muerte todavía no está del todo esclarecida.
Una jornada gris en todo sentido que cerca del final se tiñó de color verde y rosa, dos colores que están por encima de cualquier color partidario y que ante todo son la clara demostración de que se puede seguir peleando por vivir en una provincia más justa e igualitaria, donde las mujeres, lesbianas, travestis y trans puedan caminar en paz sin miedo a seguir engrosando la tasa más alta de femicidios y travesticidios del país.