Sobre complicidades y heridas sociales
El jueves 21 de marzo a las 9.30 estaba previsto que inicie una nueva audiencia. Faltaban 20 minutos para las 11 de la mañana, cuando el Tribunal ingresó a la sala y le pidió al secretario que informe sobre la situación. Dos de los imputados, Roberto Heriberto Albornoz y Oscar Humberto Gómez, habían tenido un cuadro de hipertensión por lo que tuvieron que ser trasladados y no se encontraban en la sala. Ante estas ausencias, especialmente la de Albornoz al que muchos de los testigos previstos habían logrado reconocer, el Tribunal accedió a pasar a un cuarto intermedio de una hora. Cuarto intermedio que se extendió hasta las 13 cuando fueron dados de alta los imputados y se pudo reanudar el debate oral y público.
A lo largo de las dos jornadas, jueves y viernes, los testigos pudieron hablar. A pesar de las chicanas constantes, el sometimiento a la revictimización por parte de algunos abogados defensores y la mirada de quienes fueron sus verdugos hace más de 30 años atrás, ellos contaron su verdad. Pero esta semana, a los testigos víctimas y a los que vivieron el terrorismo de Estado, se sumaron dos miradas que aportaron un análisis más amplio. Se trata de Marcos Taire y de Fabiana Rosseaux.
Testigo de contexto
Luis Benedicto pide una y otra vez la palabra para decir que para él los testigos de contexto no “deberían ser”. Que eso para él no existe, pero bueno, si el Tribunal insiste…Y termina preguntando. Esta vez el testigo de contexto fue presentado por parte de la querella por el caso Chebaia a cargo del abogado Daniel Villagra. Así fue que Marcos Taire empezó a hablar sobre su ardua y profusa investigación periodística. Su aporte a la comprensión del contexto histórico en el que se llevaron adelante los delitos que aquí se juzgan fue, cuanto menos, abundante y esclarecedor.
Marcos Taire empezó hablando de la militarización a la que fue sometida la provincia desde que se ordenó el Operativo Independencia. “Ya en aquel momento el pueblo tucumano hablaba de los encapuchados”, dijo el periodista que dedicó gran parte de su carrera a investigar el papel que jugó la prensa en los años del terror. Los secuestros, las torturas, las desapariciones, las detenciones en centros clandestinos ya habían empezado a instalarse como una estrategia para sembrar el miedo en la población.
Taire dijo una y otra vez que para que la dictadura fuera lo que fue y cometiera tan impunemente las aberraciones cometidas contó con el apoyo tanto de la sociedad civil, la institución eclesial y la prensa. Por esta razón es que el periodista no duda en referirse al terrorismo de Estado como una Dictadura Cívico Militar y Clerical.
Cuando habló de la complicidad de la sociedad civil, Taire presentó datos objetivos que demuestran el crecimiento de ciertos sectores empresariales, siendo el ejemplo por antonomasia la familia Blaquier del Ingenio Ledesma en Jujuy. En cuanto a la complicidad eclesiástica, el periodista no dudó en señalar a los monjes benedictinos. Se refirió al gran crecimiento y el sinnúmero de beneficios que recibió la Universidad Nacional Santo Tomás de Aquino por aquellos años.
Pero un párrafo aparte fue el que le dedicó a otro sector de la sociedad civil, la prensa. “Un sector que fue cómplice por acción u omisión fue el periodismo”, dijo el testigo. Habló de las operaciones de prensa que se armaban para justificar el accionar terrorista del Estado, de los titulares que mostraban una realidad absolutamente construida y que escondían, a propósito, lo que todos en la redacción de los diarios conocían. Indicó que existían “hombres llave” que eran los encargados de operar desde los medios de comunicación.
Cuando Taire terminó su declaración testimonial, el imputado Jorge Lazarte pidió hablar. Anteriormente el periodista había dejado claro que no se había hablado de guerra sino hasta el juicio a las Juntas. Explicó que la palabra “guerra” apareció en boca de los abogados de los genocidas recién durante la democracia. Y esto fue así porque en una guerra existen leyes y reglas que hubieran “atado” a los militares y no les hubiera permitido secuestrar, torturar, violar, usurpar propiedades, robar recién nacidos. “No les convenía hablar de guerra, por eso nunca plantearon una”, dijo Taire.
Lazarte por su lado, en una breve exposición dijo que la guerra fue planteada desde los “subversivos”, que fueron los guerrilleros los que declararon la “guerra revolucionaria” que venía avanzando desde Cuba. En ese momento el juez Gabriel Casas le preguntó al imputado si el hecho de ser una guerra revolucionaria, y por ende no tradicional, no existían leyes que la regule. A lo que Lazarte contestó que no era especialista en ese tema y no podía responder.
“Lo que hicieron estaba penado”, había dicho Taire antes de retirarse. Lo que hicieron fue el asesinato sistemático y planificado de un gran número de la población civil que hoy se tipifica como delito de lesa humanidad y, por tanto, es imprescriptible.
Testigo de contenido
Así fue presentada la licenciada Fabiana Rousseaux directora del Centro “Dr. Fernando Ulloa” de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación. La especialista participó en la elaboración del Protocolo de tratamiento a los testigos víctimas del terrorismo de Estado. Sentada frente al tribunal y para toda la audiencia explicó, según los estudios realizados, cómo y por qué estos testigos deben recibir un trato especial.
Antes que nada habló de una generación diezmada y de cómo las secuelas “van a propagarse a través de las generaciones posteriores”. Las experiencias del Nazismo, afirmó la especialista, demuestran que las marcas sociales todavía persisten y por tanto no prescriben. Fue así como no dudó en hablar del “trauma social” y el “daño transgeneracional” que ocasionó la dictadura militar. La figura del desaparecido, dijo Rousseaux, reproduce las marcas del terror en la sociedad y veda el derecho que todo ser humano tiene al rito funerario.
Cuando Rousseaux instruyó, no solo al tribunal sino también a los abogados, acerca del tratamiento que los testigos víctimas deben recibir, dijo que muchas veces “nos olvidamos lo que significa para un testigo víctima volver a contar lo vivido, es revivir el horror”. Pidió mucho cuidado al momento de realizarles preguntas porque “estamos poniendo a hablar al horror”, afirmó.
Las preguntas de la defensa pasaron por la ya conocida estrategia de victimizar a los imputados. “¿Qué consecuencias sicológicas tendrán los imputados después de este juicio, partiendo de la presunción de inocencia que tienen?”, preguntó el abogado Maggio. Maggio parece no comprender que ser imputado en un juicio que cuenta con todas las garantías de un Estado de Derecho no es lo mismo que ser víctima del terrorismo de Estado. Pero Fabiana Rousseaux le explicó que ella desconoce que hubiera tales consecuencias, que su especialización es en el tratamiento de las víctimas. Luego, el abogado defensor que insiste en criminalizar a todos menos a los imputados, Luis Benedicto, preguntó si ella “asesora a las víctimas sobre lo que tienen que hacer para probar que sufrieron lo que dicen”.
Por su parte Ciro Lo Pinto planteó si de verdad ella pensaba que la sociedad estaba herida, si efectivamente creía que a la sociedad le interesaba que estos juicios se lleven adelante. Rousseaux fue taxativa, “La sociedad tiene marcas psicosociales, sin lugar a dudas, las experiencias que les mencioné así lo demuestran. Si a la sociedad le interesa o no es otra cosa, y eso no lo puedo asegurar”.
Los daños, las secuelas, las heridas, no son solamente personales o familiares, son sociales. El terrorismo de Estado rompió y frustró los proyectos de vida de miles de personas y eso tampoco prescribe. Las preguntas incisivas sobre la militancia no tienen cabida en estos juicios, porque aquí se juzgan genocidas, no víctimas. Fueron algunas de las tantas aclaraciones que Fabiana Rousseaux hizo a lo largo de su declaración. Sin embargo la abogada que se especializa en hacer este tipo de preguntas, Julieta Jorrat, no estuvo presente. No obstante, los abogados defensores que sí escucharon todo, decidieron seguir hostigando a los testigos que continuaron declarando más tarde. Y, parafraseando el refrán popular, se puede decir que no hay peor ignorante que aquel que le huye al conocimiento.
Gabriela Cruz
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