Por la memoria de todos
Sí. Juro por la memoria de mis hermanos, Jorge y Aida, por los 30.000 compañeros detenidos desaparecidos que nos faltan hoy, y por la lucha de las abuelas que me ha sostenido y en la que me he apoyado todos estos años.
Ésa fue la respuesta de Claudia Aidé Villegas cuando el Tribunal le tomó juramento. Cada testigo jura por aquello en lo que cree y Claudia no dejó dudas que ella cree en esta causa y en esta lucha.
La misma causa y la misma lucha que el domingo 24 de marzo convocó a cientos de personas en la marcha por la Memoria. Una marcha que recorrió las calles tucumanas desde el que fue el Centro Clandestino de detención, conocido como Jefatura de Policía, hasta la Plaza Independencia. Una marcha que en rigor de la verdad, fueron dos. Y es que las diferencias a la hora de tomar posicionamientos políticos respecto a este presente pueden ser muchos. Pero la búsqueda de la Verdad, la Justicia y la Memoria fue, es y será la bandera que asieron con firmeza todos los que marcharon el 24 .
Pero cuando se marcha, cuando se va al juicio, cuando se apoya esta causa, no es solamente por la memoria de los 30.000 desaparecidos, o por sus familiares y amigos, sino por la construcción de un presente y un futuro que incluye a todos. Pensar que cada una de estas instancias se las hace por el pasado, es tener una mirada muy acotada de lo que en realidad sucede. Porque cuando se habla de la historia se entiende que es una construcción colectiva, que “nos” involucra a todos. Porque ya es hora de hacerse cargo de una narración que debe ser propia´.
Más testigos, más historias
Durante la última semana del juicio por la Megacausa Jefatura II –arsenales II, pasaron casi dos decenas de testigos. La primera en declarar fue Claudia Aidé Villegas cuyos hermanos Aida y Jorge permanecen desaparecidos. Claudia habló por casi una hora y antes de retirarse dijo: “Yo exijo, porque necesito, que se me diga donde están y que hicieron con mis hermanos…y además que nunca más individuos feroces y perversos atenten y avergüencen a la condición humana como estos hombres lo han hecho”.
José Dalmiro era uno de los hijos de Luis Rojas. Ambos fueron secuestrados en su domicilio en el año 1977. Ambos figuran en el Índice de Declaraciones de Delincuentes Subversivos con la sigla DF (Disposición Final). Por estas dos causas se presentaron a declarar Irma Lidia Rodríguez, madre de José Dalmiro y esposa de Luis. También testificaron Eduardo, Pedro y Jorge Antonio Rojas. Todos ellos hermanos de José que estuvieron la noche que lo secuestraron. Los cuatro hablaron del momento en que vinieron a buscar a don Luis con la excusa de llevarlo a conversar con su hijo detenido. Ninguno de los dos volvió.
El 19 de agosto de 1977, aproximadamente a las 13.30 horas, José Eduardo Ojeda Sierra, volvía a su casa en la ciudad de Concepción. Lo subieron a un Ford Falcon sin patente y desde entonces empezó su búsqueda. Todo esto ocurrió ante la vista de su vecino Miguel Larcher. Vilma Rosa Molina, Roque Raúl Ojeda Sierra, Miguel Larcher, Ricardo Maturana y María Elena del Valle Ojeda Sierra fueron los testigos que se presentaron por esta causa.
Así, como cada semana, los testigos hablan, cuentan, lloran. Las heridas físicas y emocionales duelen. Todos tienen algo que decir y lo hacen a su manera. Unos entran al TOF todavía con temor, otros con la armadura que en años de luchas y marchas, supieron construir. Cada cual dice desde su lugar, desde su experiencia y todos aportan a esta memoria colectiva.
Las víctimas cuyos casos se juzgan en esta Megacausa son 215. Se espera que el número de testigos superen las 400 personas. Se espera que los 41 imputados, algunos de los cuales ya fueron condenados en otras causas, sean juzgados con las garantías que le corresponde a este tipo de procesos judiciales. Se espera, como se esperó por más de 30 años. Pero la espera no se agota en las instancias judiciales. Éste es solo un paso más. Los brazos no se bajan y la marcha no se detiene. Y no se detendrá hasta que no se sepa donde están aquellos cuerpos. Hasta que no se restituya hasta el último nieto. Y cuando todo esto se logre la marcha tampoco se detendrá. Porque siempre, siempre, siempre habrá que decir: “Aquel horror, nunca más señores, nunca más”.
Gabriela Cruz
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