Revivir el pasado, construir el futuro
La mañana del jueves 11, como todas las audiencias, el presidente del Tribunal Jiménez Montilla le pidió al secretario que informe sobre la presencia de las partes. “Las partes están presentes a excepción de Ezeiza. El doctor Javier Falccioni informa que Marcelo Omar Godoy y Ramón Ernesto Cook continúan internados en el Hospital Militar. Pero, con el consentimiento de las defensas, se puede continuar con la audiencia”, fue la respuesta del secretario del Tribunal Oral Federal, Mariano García Zavalía. Así empezaron a pasar los testigos respetando la lista que fuera confirmada e informada tanto a la fiscalía como a las querellas y las defensas. Estas últimas habían decidido que no existían razones ni para suspender el debate ni para reprogramar ningún testigo. El primero en declarar fue Valentín Mario González, un ex obrero del Ingenio Ñuñorco que además tuvo un fuerte compromiso gremial en la Federación Obrera Tucumana de la Industria Azucarera (FOTIA) y en la Federación de Empleados de la Industria Azucarera (FEIA).
Este testigo fue citado después de que Fidel Correa lo nombrara en audiencias pasadas. En esa oportunidad la fiscalía consideró que su testimonio podría aportar datos importantes para una de las causas que aquí se juzgan. Y, aunque su relato fue profundamente doloroso, aunque haya presentado documentos que de alguna manera demuestran la vinculación entre los directivos del Ingenio Ñuñorco y los dictadores, será el tribunal quien determine finalmente el valor de sus declaraciones.
Berta Luisa Moya fue la segunda testigo en declarar durante la mañana del jueves. Su presencia vino a confirmar la manera en que fue secuestrada Luisa Ana Ibáñez. Ambas eran compañeras de trabajo en el Sanatorio Rivadavia y fue Berta una de las personas que vio cuando a Luisa la subieron a un Ford Falcon anaranjado.
Hasta aquí los testigos seguían sucediéndose como se esperaba. Blanca Martínez, miembro del Partido Comunista Revolucionario (PCR), afirmó que desde su partido se apoyaba el gobierno de Isabel Martínez de Perón. Contó que ya desde 1974 se venía denunciando un posible golpe de Estado. Dijo que el apoyo a este gobierno se sustentaba en la defensa de un gobierno constitucional y democrático, independientemente de los acuerdos o desacuerdos políticos que existiesen. Blanca fue detenida en 1972 cuando repudiaban junto a otros compañeros la masacre de Trelew y, ante la concreción del golpe, la declaración del PCR como agrupación ilegal y el fundado temor de que vendrían por ella, tuvo que irse de la provincia a los 25 años.
Blanca Martínez estuvo presente cuando secuestraron a Norma Nassif, estudiante de arquitectura y compañera de militancia. Recordó que existen otros compañeros suyos que permanecen desaparecidos entre los que nombró a Ángel Manfredi y a Ana María Sosa.
La lista de testigos seguía pasando con total normalidad. Juan Carlos Castro habló del secuestro de su padre Carlos Castro. Julio Federico Storni aseguró que la familia Araldi Oesterheld vivió en la casa de Frías Silva al 200 hasta noviembre de 1976. Que esa propiedad fue ocupada en 1977 por María Elena Guerra y que allí vio en reiteradas ocasiones a Roberto Heriberto Albornoz.
Así, pasadas las 16 horas, llegó el momento de que prestase declaración Oscar Enrique Conte. De hecho, el presidente del tribunal había pedido que pasase y el secretario llamó a este hombre que aguardaba su momento en una sala contigua. Fue entonces cuando la defensora oficial, Vanessa Lucero, pidió que se reprograme al testigo ya que Marcelo Omar Godoy no se encontraba presente y el testimonio de Conte podría involucrarlo.
El pedido de la defensora provocó el malestar y el repudio por parte del Ministerio Público Fiscal y de las querellas. Esta petición, que la abogada querellante Laura Figueroa no dudó en calificar de mala fe procesal, dilató la audiencia nuevamente. Tras un entredicho en el que la postura de la defensa no terminó de quedar clara y un nuevo cuarto intermedio, el Tribunal resolvió la reprogramación del testigo para el día jueves 18. El malestar y la sensación de que nuevamente se trataba de una estrategia dilatoria quedaron claramente expresados por los fiscales y los abogados querellantes. Y es que Oscar Conte estuvo esperando todo el día para declarar y contar lo que vivió hace más de 30 años. Su presencia estaba prevista y era de total conocimiento desde el día martes. Y la misma defensa que a las 9.30 de la mañana había dado su consentimiento para que todo siguiera con normalidad, a pesar de no encontrarse presente Godoy, ahora se oponía.
La oposición se entendió, la decisión de expresarla después de tener al testigo en otra de sus tantas esperas no. Quizás se busque quebrantar voluntades, quizás fue una más de todas las decisiones que hacen que los testigos víctimas nuevamente sean postergados.
“Ahí estaba la vida, nosotros estábamos del otro lado”
La inspección ocular que se realizó durante la mañana del día viernes contó con la presencia de cinco testigos víctimas. Luis Gallardo, Juan Fote, Carlos Soldati, Raúl Elías y Oscar Conte reconocieron los espacios físicos en los que los torturaron. Reconocimiento que hicieron frente al presidente del tribunal Jiménez Montilla y a los representantes de las partes.
El fiscal ad hoc Patricio Rovira rescató que “es una prueba irrefutable, convincente de lo que es el lugar”. Si bien aclaró que los imputados no quisieron participar de la inspección, destacó la importancia de la presencia de los abogados defensores, ya que, según dijo, “muchas de las intervenciones y las preguntas surgen desde el desconocimiento”.
Pero más allá del saldo positivo que a los fines del juicio se pueda rescatar, las sensaciones y las emociones que se ponen en juego en este reconocimiento son de un profundo e indescriptible dolor. “Es volver a un lugar donde uno fue torturado y donde la muerte era una amenaza permanente. Uno no sabía lo que iban a hacer con uno y se imaginaba lo peor, entonces son una serie de sacudones y estremecimientos en el alma de volver a este lugar donde viví esa experiencia”, dijo Carlos Sodati. Carlos, que durante la inspección señaló los lugares que reconocía, no deja de sorprenderse de haber estado en pleno centro viviendo la peor experiencia de su vida. “Yo estaba en un pozo donde no sabía que iban a hacer conmigo en ese calabozo, pero por la ventana me llegaban las voces de la gente que caminaba por la vereda. Y bueno, ahí estaba la vida, nosotros estábamos del otro lado”, reflexionó.
Luis Gallardo, por su parte, dejó claro que la Jefatura de Policía era un lugar de paso. “Acá nos asignaban los números, de acá íbamos a distintos lugares, a la Escuela de Educación Física, a la Escuelita de Famaillá. Y a los que ellos consideraban más peligrosos, según ellos, los dueños de la vida y la muerte, nos llevaban al Arsenal. Ya con un destino incierto”, fueron las palabras de Luis, secuestrado en cuatro oportunidades.
“Los espacios que pudieron reconocer los testigos son el salón grande, el sala de torturas, los baños, la oficina de Albornoz. Son cuatro o cinco lugares claves. Sobre todo el salón con un baño de donde sacaban agua para seguir torturándolos con la picana eléctrica”, confirmó Patricio Rovira antes de retirarse.
Policías olvidadizos, Madres en pie de lucha
Durante la tarde pasaron los testimonios de Héctor René Sueldo, de Orlando Benito Carrizo y de Adolfo Carlos Núñez Piosek. Héctor fue un testigo presentado por la defensa oficial. Orlando y Adolfo fueron dos de los policías que, al parecer, habrían actuado en un operativo en que se abatió a Lilia Estela Sesto y a Olga del Valle Rabsium. Y a pesar que las firmas de ambos figuran en las actas de aquel procedimiento, ninguno de los dos recuerda haber participado.
Más tarde se escucharon dos de los audios de las declaraciones en el juicio de la causa Jefatura I. Se trató de los testimonios de Elsa Sánchez de Osterheld, madre de Diana, y de Carmen Mitrovich, madre de Adriana. Las dos mujeres hablaron de sus hijas y de sus yernos que permanecen desaparecidos. Las dos mujeres habían contado su dolor y su lucha. Las dos sufrieron la persecución y el espanto de acostarse cada noche sin saber dónde estaban sus hijas.
Carmen contó también que ella fue detenida en 1978, que pasó Navidad y Año Nuevo en un calabozo, que su casa fue allanada una veintena de veces. Elsa dijo que tiene 9 personas desaparecidas en su familia. Sus cuatro hijas, dos de ellas embarazadas, sus dos yernos y su esposo Héctor Germán Oesterheld. Una pudo encontrar a su hija, el domingo 31 de marzo fueron enterrados los restos de Adriana Mitrovich. La otra continúa buscando a sus nietos. Las dos vieron como la vida les cambiaba de una manera impensada y siguieron, y siguen. “Yo nunca en mi vida supe quien era yo hasta que me pasó lo que pasó. No sabía que era capaz de mantenerme en pie”, afirmó Elsa.
Estas son madres que no solo se mantienen en pie sino que continúan dando pasos, que no se detienen porque su búsqueda va más allá. Estas son dos de las madres que buscan justicia y exigen verdad.
Gabriela Cruz
gcruz@colectivolapalta.com.ar