La Palta

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Entre vivir y morir

“Estamos hablando y describiendo parte de la mecánica que había para desestructurar, para destruir al ser humano. Ahí adentro de los campos de concentración no se miraba nada, no había límites para nada… En esa situación de no soportar más dolor, de perder todo lo que teníamos, ahí es cuando nos sacaban esos números: números de casas, números de teléfono, nombres, ubicaciones, datos, cosas. Es ahí en ese marco de destrucción del ser humano cuando ya no nos quedaba nada”, dijo O.P. (testigo protegido). Con esas palabras empezó a hablar cuando Inés Lugones, abogada querellante por las causas de Adolfo Méndez y de Margarita Lascowski, le preguntó por quienes habían sido sus amigos. “Yo sabía que cuando me arrancaron esa dirección también le estaban arrancando un poco la vida a ellos porque el derrotero era uno, el camino a los pozos”, continuó el testigo.

O.P. dio su testimonio  a lo largo de la extensa jornada del jueves, pero antes estuvo toda la mañana esperando para prestar declaración y  por poco es reprogramado. Los planteos de los abogados defensores para evitar que el testigo hablase fueron desde un pedido de nulidad del mismo hasta la recusación del Tribunal por sospechar de “falta de imparcialidad” (pedido realizado por Facundo Maggio). “Temen que declare porque conoce la trama secreta de la represión ilegal”, dijo la abogada querellante Laura Figueroa ante estos planteos dilatorios.

A las 12 del mediodía OP empezó a contar la etapa más dolorosa de su vida. Habló sobre su militancia desde que llegó a Tucumán, de su compromiso con la lucha por los derechos estudiantiles, de las relaciones que entabló con otros compañeros universitarios. Dijo que cuando secuestraron a su novia y compañera decidió escapar hacia Paraguay pero que en el camino fue detenido.

El primer lugar donde estuvo secuestrado fue en el ‘Reformatorio’. Describió todo lo que recordaba de allí, los espacios, las personas, las torturas. Allí le mostraron a su novia, desnuda, golpeada, sangrando. “Es tu regalito de cumpleaños”, le habían dicho. “Era un 9 de mayo, hoy hace 37 años”, reflexionó OP. Señaló algunos miembros de los que se conocía como ‘La patota’, dio nombres de los gendarmes que eran parte de las guardias internas y externas y de miembros del Ejército que participaban del IPG, Interrogadores de Prisioneros de Guerra. Cuando Laura Figueroa le preguntó por uno de quienes serían miembros de ‘la patota’, el escribano Benedicto, el testigo dijo: “yo escucho nombrar esto de escribano, de Benedicto asociado a quien sería Juanca, al que yo conocía como Juanca”. Más tarde contaría que Juanca participaba activamente de las golpizas, que lo habría llevado a marcar la casa del matrimonio Méndez- Lascowski y que había sido él junto a Di María quienes habrían abusado de NC (testigo protegida que declaró la semana pasada).

Ya estaban en el infierno

La ordenada y pormenorizada declaración de OP fue sobre sus 404 días de cautiverio. Durante esos días de oscuridad que vivió entre el reformatorio y el Arsenal, donde fue trasladado junto a 40 personas aproximadamente, supo la identidad de muchísimos prisioneros. Todos esos nombres fueron dichos ante el Tribunal, todas esas personas son parte de los 30.000 a quienes quisieron quitar su identidad para luego negar.

Los detalles de las torturas y las consecuencias que éstas dejaban en los prisioneros secuestrados fueron abundantes, dolorosos, escalofriantes. La manera en que se incineraban los cuerpos, el olor a carne quemada, continuar con la incineración aunque hubiera cuerpos con vida. La muerte por tétanos o por gangrenas producidos por las torturas. Los más crueles torturadores: ‘El Indio’, al que identificó como Marcelo Godoy (imputado que se encuentra en Ezeiza);  Güemes, que también se encuentra en esta megacausa y que llamaban ‘Moreno’; Varela, al que además le decían Vargas o Naso. El sadismo tan particular del segundo comandante Luis Sabadini, al que caracterizó con “matices afeminados” y que coincide con la descripción de la voz aflautada que hicieron otros testigos. ‘García’ que era Benito Palomo y López Guerrero o ‘Cabezón Humberto’ también fueron nombrados, ambos están siendo juzgados en este juicio. Y “el Padre Pepe”, el imputado José Eloy Mijalchyk, cura párroco de El Colmenar. Padre Pepe le decían los gendarmes, aseguró el testigo, y recordó que una vez le pidió que rezase por los detenidos a lo que el sacerdote respondió que no, porque todos iban a ir al infierno.

Los que no tenían nada que ver

El viernes la audiencia se reanudó con el testimonio de Juan Manuel Quintero, un trabajador que vivía en la zona de Santa Lucía. “Yo no tenía nada que ver”, dijo. Pero igual lo llevaron y lo acusaron de colaborar con ‘los guerrilleros’. Este testigo, que aseguró que en el Arsenal “violaban a todas las mujeres”, fue secuestrado y torturado al igual que José Teodoro Rocha (el segundo testimonio del viernes).

José Rocha dio el nombre y el apellido de algunos secuestrados desaparecidos que otros testigos aseguraron haber visto en Arsenal pero que solo los conocían por el sobrenombre. Así dijo que 'Grasita' le decían a Antonio Rocha, que 'el fisicudo' era Carlos Soria, que 'El Bombo' era Julio Abad y 'El Bombito' era su hijo José. Otro de los sobrevivientes que prestó declaración el viernes fue René Orozco. "Nos daban un carnet si no lo teníamos nos detenían", dijo. "No teníamos libertad a trabajar", agregó para describir cómo se vivía en Santa Lucía cuando se instaló en el Ingenio una base militar.

René Quinteros era padre de Manuel (el primer testigo del viernes), fue secuestrado días después que su hijo. Su testimonio llegó a la audiencia a través de la lectura de sus declaraciones en otras instancias. Lo mismo ocurrió con el testimonio de Enrique Godoy.

Juan Francisco Cabrera inició su declaración con el juramento por sus creencias que hacen todos los testigos: “Juro por Dios, la Patria, los 30.000 desaparecidos y los Valores Históricos de la Unión Cívica Radical”. Y ese juramento erizó la piel de todos los presentes. Su declaración, como su juramento, estuvo cargado no solamente de emociones sino de convicciones. Juan era un sindicalista que luchaba por los derechos de los trabajadores y estuvo secuestrado en el Arsenal. “Todos los días era el infierno... Parece mentira que en ese momento teníamos un infierno”, dijo. Narró, además de las torturas físicas, las torturas psicológicas que sufrió cuando le hacían creer que estaban trayendo a su madre para que viviera lo mismo que él.

Antes de retirarse, Juan dio más muestras de su firmeza y su búsqueda de verdad y de justicia: “Estoy seguro que los 30.000 desaparecidos dijeron 'o juremos con gloria morir'. Nosotros los vivos digamos 'o juremos con gloria vivir'.

Gabriela Cruz

gcruz@colectivolapalta