La Palta

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Un saqueo a la razón

Fotografía de Marianella Triunfetti | Colectivo La Palta

La segunda semana de diciembre de 2013 no fue fácil para los tucumanos. El lunes por la mañana, la policía decidió parar. Exigiendo un aumento salarial, imitaron las medidas extremas que ya se habían gestado en otras provincias. Así se produjo el 'acuartelamiento' policial. Entre rumores, empezó a conocerse el disturbio. Saqueos, arrebatos y robos a los comercios. Miedo. La provincia bajo llave.

Cada barrio se organizó. Y esa vereda en la que usualmente se veía a los vecinos conversando o tomando mate, se convertía en una campo de batalla. Más miedo. Más paranoia. El horror de un despliegue armamentístico que iba desde el palo de hockey hasta rifles de caza. Dispuestos a todo por defender 'lo suyo', tanto así que los bienes materiales valían más que la vida. Tanto así que entusiasmo por "bajar a uno de esos" crecía de la mano de la paranoia.

Barricadas y tiros fueron el escenario que se repetía en cada esquina, donde se esperaba al 'enemigo'. Ese enemigo que nadie sabía definir, ese 'otro' que venía en cualquier momento, aunque no se lo podía ver. Entonces, ¿de qué nos defendemos? ¿Quién decide quién es el enemigo? ¿Qué es lo nuestro? ¿Quién construye qué es 'el negro'?

El mismo día en que se celebraban 30 años de democracia, muchos ciudadanos tucumanos avalaban la mano dura. "Hay que matarlos a todos", fue la solución simplista y perversa que fue repetida por muchas bocas furiosas. "Esa construcción de esa democracia tiene que ver con entender ¿qué carajo nos pasa como sociedad?", dice Natalia Ariñez, integrante de la agrupación  HIJOS (Hijos e Hijas por la Identidad y la Justicia contra el Olvido y el Silencio)."Si nos paramos sobre una impunidad y sobre ese estado terrorista, la consecuencia se ve en estas construcciones sociales. En este pobre que es un enemigo. En este momento que cuestiona a las fuerzas de seguridad solamente porque decidieron dejarnos solos", explica Ariñez haciendo referencia a la reacción generalizada de los ciudadanos, y agrega que "la lectura, sobre este momento, es que 'la justicia la hago yo'. Que la justicia se da por mano propia. Y eso es lo peligroso".

Sin embargo, el debate acerca de qué es justicia no debe empañarse por la bronca y el miedo. Así lo entiende Natalia Ariñez al afirmar que "justicia es que no nos creamos que el enemigo es el pobre de las villas. Justicia es construir lazos sociales reales que no se rompa porque 'allá vienen a llevarse lo nuestro'".

Por otro lado, se hace explícita la ruptura del contrato social entre la sociedad y la policía. La fragmentación de esa asociación es algo sobre lo que se viene reclamando. Abundan los casos en la provincia de corrupción y avasallamiento de los derechos por parte de las fuerzas de seguridad tucumanas. Bajo el amparo de la inconstitucional ley de contravenciones, en la provincia aparecen casos de gatillo fácil, violencia sexual y otros abusos de poder. "Yo no creo en la policía. Esto que pasó es un amparo para mí porque demostró lo que hacen", expresa Isabel, cuñada de Ismael Lucena, joven asesinado por la policía tucumana. "Yo no vivo en democracia y mi familia tampoco. Estos no son policías, son milicos", asegura Isabel.

A pesar de eso, gran parte de la sociedad antes de entender que estas fuerzas de seguridad no son democráticas, que son el resabio de la dictadura y que son el sostenedor de un montón de cuestiones criminales, opta por un solución más simplista y perversa como pensar que "si a la justicia no la hacen ellos, la tengo que hacer yo". Esto lleva a que se empiece a decidir por uno mismo quién es el enemigo y de quién me tengo que defender. Ahí es donde esta el problema, el peligro y el debate que se debe dar. Un debate que haga de 30 años de democracia un camino sin retorno. Una democracia que realmente diga 'Nunca más'.

Javier Sadir

jsadir@colectivolpalta.com.ar