Memorias, identidades y documentos que respaldan la verdad
“Estas actas, este material, esto que se ha encontrado termina por demostrar que eso que nos costó años, inferir, buscar, combinar, juntar; está acá”. El material del que habla Marta Rondoletto son los archivos secretos pertenecientes a la última dictadura cívico militar. ‘Las actas de la dictadura’ fueron encontradas el 31 de octubre del año pasado en el subsuelo del edificio Cóndor mientras se realizaba un trabajo de mantenimiento. Poco más de ocho meses, una copia encuadernada le fue entregada a Marta y en su nombre a la Fundación Memoria e Identidades del Tucumán.
“Yo quisiera grabarle uno para cada familiar de los genocidas, porque ellos no creen. Decirles: acá está, nieguen. Está firmado”, dice Marta de Gómez, otra de las integrantes de la fundación. “Para mí lo bueno sería que la gente lo pueda leer, lo vea, se entere”, agrega Beatriz Palomino. Las tres mujeres son militantes y luchadoras. Se encontraron en la búsqueda, en la lucha, en el deseo y la necesidad de recorrer un camino de encuentros después de tantas pérdidas y ausencias.
Las copias de los archivos, que fueron escondidos y que permanecieron más de 30 años en la oscuridad, para ellas representan una prueba irrefutable de la planificación más macabra. Solamente eso y nada menos que eso. Ellas dicen una y otra vez que esa verdad la conocían, que leer las actas no les aporta mayor novedad, “son las cosas que siempre dijimos”, repiten. Pero el valor histórico y el respaldo fehaciente a que todo fue como se dijo, es impagable.
Ellas hojean los libros y se detienen en algunas actas. Leen fragmentos y se ríen. Es que no pueden creer que todo esté tan claramente establecido. “Eso es el esbozo de todo el plan. Está desde el primer día. Qué vamos a hacer con las universidades, qué doctrina se va a manifestar, qué vamos a hacer con la sociedad, qué vamos a permitir, qué no vamos a permitir -que era lo más”, reflexiona Marta de Gómez. “Esto te demuestra la estructura burocrática que tienen los militares”, añade Rondoletto que además señala lo agradecidas que están de que su fundación haya sido elegida para resguardar los históricos documentos.
La fundación Memorias e Identidades del Tucumán viene funcionando oficialmente desde hace tres años. Marta Rondoletto, Marta de Gómez y Beatriz Palomino son miembros de un proyecto que ellas mismas describen como muy ambicioso. “Después de los tres primeros juicios empezó a aparecer como más claro que los juicios estaban encaminados y ya eso era irreversible. Ahora era interesante, incluso como una forma de acompañamiento a los propios juicios, ir pensando en las otras patas de la consigna”, explica Rondoletto. Verdad, Justicia, Memoria fueron más que consignas, fueron los pilares que sostuvieron sus luchas. Ahora, con la verdad que se había hecho innegable, con la justicia alcanzándose en los tribunales, había que empezar a construir la memoria.
Las tres mujeres dejan claro que cuando hablan de memorias lo hacen así, en plural, porque no se limitan a la década del 70 solamente. Saben que este período fue muy importante y doloroso, lo sufrieron en carne propia. Pero las memorias de las que ellas hablan, las que quieren rescatar, son las del campo popular y las luchas sociales. “Entendemos las identidades y las memorias como construcciones colectivas”, sostienen y explican que tampoco creen en una identidad única.
El camino está empezado a andar. El recorrido realizado es largo. “No nos dieron tregua”, afirma Marta Rondoletto, “pero tampoco dimos tregua”, remata. “Siempre estuvimos ahí, luchando, luchando y luchando. No tuvimos tiempo de sentarnos a reflexionar”. Por eso sienten que ya es hora que la sociedad tucumana reflexione sobre su propia historia, la escriba, la discuta. Y no solamente en la mesa de un bar o en espacios alternativos, sino – y sobre todo – desde lo académico, en las universidades, desde los paradigmas que permiten pensar en las construcciones colectivas, diversas y complejas.
¿Qué falta? “Presupuesto, recursos”, afirman y sostienen que hay un Estado que se tiene que hacer cargo. Aunque eso falte, no se detienen. Siguen, buscan, construyen y apuestan a que sean cada vez más las voluntades que se sumen a pensar, investigar y contar las historias de un pueblo que tiene en su haber luchas como las del Tucumanazo, historias de organizaciones populares como las de la Federación de Obreros Tucumanos de la Industria del Azúcar –FOTIA, o como las que se tejieron en torno a los ferrocarriles de Tafí Viejo. “El problema es que pasan los años y no hay un registro de lo que son las luchas populares, está muy apoyado en la oralidad y se te muere la gente y se te va la fuente oral y los trabajos escritos que hay no son muchos y de ninguna manera son suficientes”, dice Marta que de este modo invita a involucrarse en la narración de las propias historias.
Los seis tomos que contienen las actas de la dictadura están apilados uno sobre otro. Esa historia documentada no es, para ellas, un material de 'archivo'. Quieren que se lea, que se discuta, que los chicos de las escuelas y de las universidades las conozcan. Porque esos documentos son una parte de las tantas historias que Tucumán tiene para contar y necesita conocer.
Gabriela Cruz
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