La Palta

View Original

Desde la noche del mundo a la luz de la vida

Fotografía de Fernando Ávila, cortesía de La noche del mundo

“Esta noche es lo percibido cuando se mira a los hombres a los ojos, una noche que se hace terrible: a uno le cuelga delante la noche del mundo".
Georg Hegel

Un minuto cuarenta y nueve segundos dura el teaser. Un nudo en la garganta que sube con el conteo de una pantalla negra. Una angustia que oprime el pecho. “La noche del mundo”. Ese es el nombre que los creadores decidieron ponerle a un documental que busca contar lo ocurrido en el Pozo de Vargas. “Uno de esos siniestros lugares elegidos para la atrocidad, el horror y la muerte”, como lo describen ellos mismos en su página de Facebook. Un lugar del que “sus entrañas han comenzado a desvelar la infamia ahí perpetrada”.

Carolina Meloni y Nacho Sacaluga son los directores y guionistas que decidieron contar una historia tapada por toneladas de escombros. Porque los que instauraron la dictadura militar el 24 de marzo de 1976 no solo utilizaron el Pozo de Vargas como una fosa común. Lo cubrieron al punto tal que parecía que allí nunca había habido más que un antiguo pozo de agua. Una perforación realizada a comienzos del siglo XX, por una empresa inglesa, para suministrar de agua al ferrocarril instalado en la provincia.

Pero con los años, con la búsqueda incansable de los sobrevivientes y familiares de desaparecidos durante la última dictadura militar de la Argentina, el pozo fue descubierto. La voluntad política aportó el último granito que faltaba a una lucha que no claudicó en los momentos más difíciles. Y desde lo más adentro de la tierra, a casi 40 metros de profundidad, los restos de los que allí fueron arrojados empezaron a hablar y a develar una verdad cada vez más innegable.

“Las operaciones de aniquilación del hombre, llevadas a cabo por la Junta Militar argentina, estaban inspiradas en el famoso decreto ‘Nacht und Nebel’ (‘Noche y Niebla’) de Hitler”, explica el equipo en la presentación que hacen de este trabajo. “Según dicho decreto, firmado en 1941, los prisioneros capturados en los países ocupados debían ser trasladados a los centros de exterminio en los que se ‘desvanecerían’ en la oscuridad de la noche y la niebla… (En la noche del mundo, en ese grado cero de la condición humana)”, agregan. Y es entonces cuando el nombre elegido para el audiovisual, que se encuentra en plena etapa de rodaje, adquiere mucho más sentido aún.

La historia detrás del documental

Fotografía de Javier Sadir | Colectivo La Palta

Carolina Meloni es una argentina que se encuentra viviendo en España. Docente en la Universidad Europea de Madrid, llevó consigo y en la propia historia la historia del país que la vio nacer. “La idea de hacer un documental sobre el Pozo de Vargas surge en mayo del 2014 cuando mi familia es notificada de que los restos de mi tío Hernán González son encontrados”, responde cuando se le consulta sobre cómo nació este proyecto que hoy la devuelve a Tucumán.

Hernán Eugenio González era estudiante de Medicina. Tenía 20 años y estaba en el Hospital Padilla cuando fue llevado por un grupo de uniformados miembros de la Policía Federal. Ese 17 de setiembre de 1976, Hernán había ido a rendir un examen. Fue un desaparecido hasta que en mayo de 2014 sus restos fueron identificados. Hernán fue una de las víctimas del universo que conformó la megacausa Jefatura II Arsenales. Durante ese debate oral y público se demostró que había estado en el centro clandestino de detención y exterminio que funcionara en el ex Arsenal Miguel de Azcuénaga.

Cuando Carolina recibió la noticia de aquel hallazgo, la necesidad de cerrar un duelo que parecía interminable comenzó a tomar forma. Una carta llegó desde Madrid y fue compartida por familiares y amigos. Pero las inquietudes no terminaron con esa iniciativa. La necesidad de contar con todas las voces posibles lo que había pasado en este lugar del mundo la puso a trabajar en este proyecto que se va volviendo realidad. “Junto con unos compañeros de la misma universidad empezamos a darle forma a hacer un documental sobre este tema, tan importante a nivel provincial, nacional e internacional”, dice la sobrina y también la docente. “El documental no es la historia solo de mi familia sino de otros familiares y, de mi parte, el documental es la manera de hacer el duelo de mi familia por la desaparición de mi tío”, afirma y confirma que existe en esta iniciativa un compromiso político.

Sin embargo el componente académico no está ausente en este trabajo tan íntimo y comprometido. Ella misma explica que la idea fue presentada como un proyecto de investigación en la Universidad Europea de Madrid y que, tras ser aprobado, recibió la financiación de gran parte del mismo. Además existe la colaboración de una fundación española que se convirtió en coproductora. “La fundación Inquietarte también nos ha ayudado para poder viajar, para poder traer todos los equipos y para poder ponerlo en marcha”, comenta Carolina.

De voces imprescindibles y de voces innecesarias

Embarcarse en un proyecto audiovisual siempre significa la intención de contar y la tarea de elegir qué contar y desde dónde contarlo. “El principal objetivo es sacar a la luz lo que pasó en esta provincia y concretamente lo que pasó el pozo”, asegura Carolina que además deja claro cuáles son las voces imprescindibles en este relato. “Dar voz a  muchos testimonios que normalmente no salen, mucho menos en el exterior”, sostiene y reflexiona en el hecho que hayan poco trabajos, sobre todo a nivel audiovisual, que muestren las historias de las provincias argentinas.

Pero la decisión de no incluir testimonios de imputados significó algunas discusiones entre los miembros del equipo a cargo de realizar este documental. “Somos dos directores, el profesor Nacho Sacaluga y yo. Y él era de la opinión que sí teníamos que incluir el testimonio de los imputados”, cuenta Carolina y reconoce que fue por una cuestión personal que finalmente optaron por prescindir de esas voces.

Y es que Carolina Meloni no solamente es familiar de un desaparecido – reaparecido. “Soy hija de presos políticos, soy nacida en cautiverio, nací en la Maternidad, pero estuve con mi madre detenida en jefatura, en la cárcel de Concepción y en Villa Urquiza y era una cuestión visceral por mi parte que no era capaz de enfrentarme a esos testimonios”. Pero además de esta realidad personal existe una convicción política. “Por otra parte también creo que está bastante claro cuál es la opinión de los imputados ante lo que sucedió en la dictadura militar y, personalmente, políticamente, creo que no es necesario dar voz a eso”, expresa con contundencia.

En la noche del mundo

Quien nunca estuvo en el Pozo de Vargas no imagina lo que allí se siente la primera vez que se entra. No lo imagina por más que quiera, por más que intente. Allí se encuentra hoy una pequeña construcción que resguarda los equipos de quienes trabajan en la recuperación de los restos. Allí está protegido ese hoyo negro y oscuro del que se extraen los pedazos de dolor y verdad.

“Mi primera impresión cuando entré”, dice Carolina y las palabras parecen terminarse. “No pude contenerlo, no pude contener esa angustia”, continúa después del silencio que, pareciera, ya no quiere que exista. “No tengo palabras para describir la angustia, no tengo palabras para describir lo que es este lugar”, agrega tratando de llenar ese silencio tantas veces recomendado por quienes solo querían callar y olvidar.

“Es el lugar de la ignominia y del horror por eso también creo que es un lugar que no debe olvidarse, que tenemos que rescatar y que tenemos que sacar lo que sucedió acá”, concluye con la voz más firme que nunca desde ese lugar donde fue la noche del mundo. Desde ese lugar al que regresó después de saber que su tío fue arrojado allí. Y uno se imagina que por fin, el duelo va ser posible. Porque en ese lugar ahora hay gente sacando a la luz lo que estaba enterrado. Hay árboles que los mismos familiares plantaron para que la vida se apropie del espacio y desplace a la muerte.