La Palta

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Nicolás, una víctima más

Fotografía de Marianella Triunfetti

Nicolás tenía 14 años, era un pibe más de un barrio humilde, con un montón de carencias y con muchas ganas de vivir. Tenía amigos del barrio, del club, de la vida. Familiares, vecinos y amigos hoy lo lloran y no entienden por qué no está más. Hace unas semanas Nicolás 'Tulay' Escobar fue hallado sin vida en el canal que atraviesa el barrio Calpini, en Tafí Viejo. Dos días estuvo desaparecido. Dos días en los que, denuncian sus familiares, las autoridades no hicieron nada para encontrarlo.

Este año Nicolás no pudo ir a la escuela porque a su mamá le robaron la plata para la inscripción. “Eran $300 y no los tenía”, dice Elizabeth, mamá de Nicolás. El patio donde está sentada contando lo que sucedió pertenece a los abuelos paternos de Nico. Con pasos lentos y cansados, la abuela que lo vio crecer va y viene levantando la mesa, lavando los platos. En la habitación que está al lado del patio hay una foto de Nicolás y varias estatuillas de vírgenes alrededor. La noche anterior ahí se rezó la novena. Nueve días en que la risa se ha desvanecido y la vida continúa casi en piloto automático. Porque la vida sigue, claro que sí, pero el dolor queda y las respuestas no están, al menos para algunos.

“Nico no quería pasar desapercibido en ningún lado. Siempre era alegre, familiero. Si cumplía años le gustaba que todos anden encima de él”, recuerda su madre, y cuenta que un mes antes de su cumpleaños empezaba a recordárselo a los que lo rodeaban para que no se olvidaran, porque le gustaba recibir regalos, que le prepararan un asado y pusieran la música a todo volumen. Los parlantes se los prestaba su tío y él era feliz porque, en ese momento, tenía todo lo que quería: su familia y sus amigos.

El día que lo despidieron, el club Villa Mitre fue el escenario del adiós final. Su club, su lugar en el mundo. El espacio donde jugaba al fútbol y compartía con sus compañeros. Donde construía día a día. El lugar donde aún duele la ausencia de su padre, una leyenda para el club. La tarde era clara. Llegó el auto repleto de coronas de flores. Detrás, decenas de motos y algunos colectivos que traían a todos los que lo conocían y querían. Una vuelta a la cancha fue la manera de despedirlo. Antes de volver a salir apoyaron el cajón frente a la tribuna que lleva el nombre de Gustavo 'Tulay' Escobar, el padre de Nicolás, quien murió hace unos años producto de un disparo en el corazón.

Nicolás salió de su casa el día viernes 15 de mayo. A la tarde se había subido en un colectivo que lo llevó al Hipódromo donde se realizó un acto político encabezado por el candidato a presidente Daniel Scioli. Volvió junto a sus amigos y salieron a divertirse. En el regreso a su casa, en la madrugada del sábado 16, se separó de su amigo y aún no se sabe bien qué es lo que pasó. En casi todas las versiones hay un actor que se repite: la policía. El desenlace es el mismo para todas ellas: Nicolás aparece muerto dos días después. En el mismo canal que, según cuentan vecinos del barrio, varios grupos recorrieron durante los días de búsqueda y no vieron nada. El sábado su madre fue a realizar la denuncia por la desaparición de Nicolás. El policía que la atendió, de apellido Jiménez, según contó Elizabeth, no le tomó la denuncia: “hace como que me toma la denuncia pero no me toma nunca”. Pasó un día y las autoridades no buscaron a Nicolás. Tal vez porque era de barrio Calpini, un barrio “peligroso”, un barrio donde los chicos como él parecen no importar. “A mi me parecía raro que (…) no lo buscaba nadie. Tanta patrulla que hay acá en Tafí Viejo, supuestamente la ciudad más segura”, relata Elizabeth.

Con desesperación, los familiares empezaron a buscar ayuda por otras vías. Así fue como se contactaron con una abogada que trabaja en la Fundación María de los Ángeles. A partir del asesoramiento recibido, Elizabeth fue una vez más a la comisaría y pidió información sobre la fiscalía a cargo y la caratula de la causa. Esta situación produjo un cruce entre familiares y la policía a cargo. “Jimenez se enoja conmigo y me dice que yo cualquier problemita que tenga tenía que consultarlo con él. Él se levanta de una hermosa siesta y me ha empezado a decir que quién era Marita Verón, que yo tenía que consultar todo con él, no con nadie, que él es el que estaba a cargo de lo que estaba pasando con Nicolás”, cuenta Elizabeth. “Él en todo momento me decía ‘mire señora, a su hijo no lo podemos buscar en una iglesia porque su hijo ha estado haciendo cosas malas’”, cuenta y recuerda que no le importaba que su hijo haya estado delinquiendo, lo quería vivo. Vivo y entre sus brazos, pero las esperanzas se iban agotando a medida que pasaban las horas, “yo presentía que ya no estaba conmigo. Era como si se lo hubiera tragado la tierra”. Finalmente, el lunes 18 de mayo un vecino encontró el cuerpo. El lugar donde fue hallado es un canal que no tiene ningún tipo de estructura de contención. Durante las inundaciones de este año, el canal se triplicó en tamaño, cuentan los vecinos. "Yo creo que el verano que viene eso ya no va a existir más, se va a caer todo. No sé si alguien va a hacer algo por esto”, reflexiona con tristeza Elizabeth quien hace catorce años atrás perdió a su cuñado porque cayó al canal al derrumbarse.

Los vecinos cuentan que la historia de la policía con los jóvenes del barrio está lejos de ser buena. “Yo con él (con Jiménez) nunca he tenido problemas. Él me decía ‘no sé si usted me conoce, aquí todos me tienen miedo porque saben bien que no valgo nada. Yo los hago re soná [sic] a todos”, cuenta Elizabeth al ser consultada sobre la actuación de la policía con la gente del barrio. Esta situación hace que, entre los vecinos, la hipótesis de la vinculación de la policía en el caso de Nicolás sea fuerte. La Justicia será la encargada de determinarlo aunque según el informe de la autopsia la muerte de Nicolás fue accidental, según le informó la fiscal que entiende el caso a Elizabeth.

La muerte de Nicolás parece haber dejado al descubierto varias cuestiones. Por un lado, el abandono del Estado que se vislumbra al mirar cualquier rincón del barrio. En Calpini las carencias se acumulan como polvo en los libros. Ninguna de las necesidades básicas está satisfecha. Es un barrio dejado a su suerte donde algunos programas gubernamentales se abren paso, casi, a pulmón y gracias a la militancia de la gente que los lleva adelante. Por otra parte, se ha puesto en debate el accionar de la policía para con los jóvenes. Un debate que se repite en muchos barrios humildes del país.