El blanco es el negro
Si se habla de violencia policial hay que tener en claro que no se trata de una violencia azarosa. Esa violencia tiene una puntería y se organiza a partir de determinados criterios. Una puntería sistemática. Tal como lo expresó el doctor Esteban Rodríguez Alzueta, abogado y magister en Ciencias Sociales, en la charla debate sobre violencia institucional y criminalización de la pobreza que tomó como eje la causa de Ismael Lucena, el pasado lunes 11 de abril. La charla fue organizada por la mesa de apoyo a la causa, el centro de graduados de la Facultad de Derecho y la Secretaría de Derechos Humanos de la provincia como parte de las actividades previas al juicio oral y público por el homicidio de Ismael Lucena y las lesiones a Marcelo López que comienza este lunes 18 de abril y tiene como imputados a cinco policías de Tucumán. En el debate, Alzueta profundizó acerca de temas sociales respecto al accionar policial y la naturalización de ese accionar en los barrios.
Así, el doctor en Ciencias Sociales dio a entender que es casi un cliché escuchar en propuestas de gobierno ideas como “mejor prevenir que curar”, “tolerancia cero” o planes de seguridad que apuestan a una redefinición del rol de la policía. Tanto así que hoy la tarea de las policías no se basa en perseguir el delito, sino en prevenirlo. Según Alzueta, para realizar esta tarea se detienen en pequeños eventos de la vida cotidiana que, si bien no constituyen un delito, terminan creando las condiciones para que el delito tenga lugar. La tolerancia cero se constituye como un control participatorio e implica a la ciudadanía: la vecinocracia. Si un grupo de jóvenes se junta en una esquina es llamativo. Si ese grupo de jóvenes tiene tez trigueña y usa gorra es peligroso. Sin dudas, para Rodríguez Alzueta, la prevención necesita de la cultura de la delación de la vecinocracia. De ese grupo de gente que señale, advierta y genere fantasmas de inseguridad que deben ser desaparecidos. Porque “mirá a ese grupo, seguro van a chorear” o “si ves a un tipo con capucha seguro es un delincuente”.
El problema social es la puntería para cobrar víctimas de estas prácticas naturalizadas de violencia. Porque el objeto de la policía, como explicó Alzueta, está hecho de acciones colectivas o acciones que implican a colectivos de pares. Estas acciones colectivas suponen peligros para la vecinocracia, que agudiza su olfato y, con esto, el olfato social. Visto de este modo probablemente Ismael Lucena no habría fallecido si esa vecinocracia no hubiese existido.
Ismael era un chico de veiticinco años del barrio experimental II de Tucumán. La madrugada del 10 de noviembre de 2011, regresaban a su casa junto a su amigo Marcelo 'Pipí' López. En el camino los chicos fueron interceptados por dos policías de civil que los perseguían sin motivo alguno. Al parecer, los policías habrían recibido un llamado por parte de un vecino que les informó sobre “movimientos sospechosos” en la zona. En busca de esos movimientos salieron los policías Mondino Becero y Antonio Monserrat. Y en el camino se encontraron, por azar, con Ismael y Marcelo. Sin pruebas, sin motivos y sin argumentos los policías persiguieron a los jóvenes como si fueran delincuentes. A su vez, los jóvenes pensaron que los policías de civil eran ladrones que querían asaltarlos. Cuando se encontraron, los policías agredieron a los chicos con armas de fuego. Ismael defendió a su amigo Pipí con un "no le peguen, tiene platino en la cabeza", escena que terminó con la muerte de Ismael luego de haber sido llevado a la comisaría a pie para que la sangre no manchara el auto policial.
“No hay olfato policial sin olfato social”, expresó el doctor Alzueta y agregó que “detrás de las detenciones se encuentran procesos de estigmatización. Esas palabras filosas que los vecinos van tallando para nombrar al otro como problema, no son ingenuas, duelen. De alguna manera van creando las condiciones de posibilidad para que las policías se hagan presentes en los barrios de una manera y no de otra”. A esto se suman los códigos contravencionales que habilitan la discrecionalidad policial. En esos códigos, amparados por el Poder Ejecutivo de la provincia, se criminaliza la pobreza y ciertas acciones que los grupos concretan para resolver determinados problemas materiales. Esos códigos declarados inconstitucionales por la Corte Suprema de Justicia de la Nación criminaliza acciones de supervivencia, como la venta ambulante, y acciones de ser, como la vestimenta. Lo más curioso es que el objeto de esa violencia es siempre el mismo: los sectores pobres.
Por eso la prevención está hecha de violencia, según Alzueta. “La violencia policial es visible pero también invisible. La que ejerce la policía, por ejemplo, tiende a internalizarse. Ni siquiera las propias víctimas las suelen referenciar como tal. Forma parte de las reglas del barrio”, explicó el magister en Ciencias Sociales. “Yo no estoy de acuerdo con los que sostienen que la violencia policial es una decisión de Estado. Es una práctica de Estado, no una política de Estado. De alguna manera la violencia policial es una violencia rutinaria, es una violencia aprehendida, de larga data, que forma parte del ADN de la propia institución”, agregó Alzueta, dejando en claro que no es un problema de manzanas podridas, sino que lo que está podrido es el canasto que los contiene, la estructura policial que impulsa “una violencia expresiva. Las policías demuestran poder, marcan la autoridad. Porque también el policía es un negrito. También ese policía de veinte años era merecedor de ese mismo estigma y se enlistó en la policía para ganar respeto”.
Este 18 de abril inicia el juicio por el homicidio de Ismael Lucena y las lesiones a Marcelo López. Se desarrollará en la Sala II del Palacio de Tribunales de Tucumán (Congreso y Lamadrid) con un tribunal compuesto por la Dr. Alicia Freidenberg, el Dr. Dante Ibañez y el Dr. Néstor Rafael Macoritto, este último en lugar de la Dra. Marta Graciela Cavallotti. Este juicio marca un precedente en violencia policial y es significativo para toda la sociedad. Esa sociedad que pide seguridad pero forma parte de la violencia que estigmatiza, margina y genera delincuentes fantasmas que caen presaz de la red que envuelve a la violencia policial, la verdadera inseguridad.