La Palta

View Original

Operativo Independencia: se dice inocente

Fotografía de Paloma Cortes Ayusa

Plantear la inocencia a pesar de todo y a costa de todo. Desde el que llegó por primera vez a juicio hasta el que ya tiene sobre sí media decena de condenas. Plantear la inocencia sin reparos. Sostenerla y excusarse en la cadena de mandos. Plantear la inocencia desde el discurso. Aunque después cueste sostenerlo con las actitudes. 

Hace poco más de una semana fue la defensa técnica a cargo de los defensores oficiales, la que pidió que Roberto Heriberto Albornoz fuera separado del juicio por la megacausa Operativo Independencia. El pedido se sostuvo con dos argumentos, por un lado el hecho de que sobre el imputado pesen cuatro condenas a prisión perpetua. Por el otro se esgrimió su condición de hombre mayor, debilitado ante el deterioro de su salud. Cómo no recordar las palabras de la abogada querellante Inés Lugones cuando al momento de responder a los planteos de la defensa sostuvo: “El señor Albornoz goza de muy buena salud”.

Fotografía de Paloma Cortes Ayusa

El señor Albornoz, como le dijera Lugones, caminó parsimoniosamente y se sentó frente al tribunal para hacer su declaración. Empezó su alocución haciendo uso de su derecho a no responder preguntas pero sí pidió hacer su declaración defensiva. Arrancó cuestionando la imputación por la que llega a este juicio. Deslindó responsabilidades en la ex presidenta Estela Martínez de Perón. Aseguró que no tenía autoridad alguna ni poder de decisión. “Éramos policías de cuarta”, dijo Albornoz y el tono de voz empezó a tomar cuerpo y volumen. “¿Hasta cuándo esta persecución alevosa contra mi persona?”, había preguntado unos minutos antes con la voz más lastimosa. Voz que fue cambiando a medida que empezó a acusar a los testigos víctimas de estar ‘adoctrinados’.

Antes de que 'el Tuerto' Albornoz se retirara, el presidente del tribunal, Gabriel Casas, le señaló que podría pedir la palabra en cualquier momento del proceso. “Claro que voy a pedir la palabra a cada rato”, contestó el imputado. “Voy a pedir la palabra para desmentir constantemente a los que hablen”, lanzó casi como una amenaza. Y el momento vivido durante la declaración de una testigo durante el juicio conocido como Villa Urquiza apareció en el recuerdo de muchos de los presentes. Ese momento en que el ex policía se levantó de la silla y al grito de “mentirosa” increpó a la mujer que lo había señalado como su secuestrador. Ese momento en que desde la impotencia y el dolor, el hijo de la testigo se sacó un zapato y lo lanzó.

Fotografía de Paloma Cortes Ayusa

Roberto Heriberto 'el Tuerto' Albornoz se levantó y envalentonado por los aplausos del sector de quienes apoyan a los imputados, caminó alzando los brazos.  “Asesino”, “genocida”, les gritaban los familiares de las víctimas sosteniendo en alto las fotografías de los desaparecidos. En la primera fila, justo al lado del lugar por donde indefectiblemente pasaba el imputado, estaba sentado don Díaz. El hombre de más de 90 años, de contextura pequeña y lucha gigante, le mostraba las fotos de sus hijos desaparecidos. Lo miraba a la cara. Sin miedo.

Tres imputados más hablaron el jueves. Ricardo Sánchez y Luis De Cándido ya fueron condenados en la megacausa Jefatura II Arsenales. José Cuestas, en cambio, llega ante un tribunal por primera vez y lo hace por una sola causa. Cada uno intentó, a su manera, mostrarse como víctima. “Yo soy un preso político”, arrancó Sánchez. Al igual que Albornoz se negó a contestar preguntas y se limitó a leer una declaración afirmando que los juicios son irregulares. En unos pocos minutos terminó y se retiró también con algunos aplausos. Se acomodó en su asiento detrás de los abogados defensores y se dispuso a escuchar al siguiente imputado.

Luis Armando De Cándido apeló a su estado de salud. “Tengo 77 años y 12 años de cárcel”, dijo y culpó a los años de detención del deterioro de su estado físico. “Yo no hubiera tenido esto si me hubieran escuchado”, lamentó y acusó al servicio penitenciario de haberle negado asistencia médica, de tenerlo mal alimentado. Se mostró al borde del llanto y pidió agua cuando habló de su padre al que, según explicó, no pudo ver morir. Se refirió a sí mismo como un hombre "de valores". Incapaz de golpear a nadie, incapaz de cometer ningún delito. No obstante, como quien excusa sus actos, señaló: "Yo cumplí órdenes, vayan a decirle que no a un militar. Les van a meter una patada en el culo".

En el esmero de la descripción de los detalles que no tienen nada que ver está gran parte de la evidencia de la mentira, dijo, palabras más palabras menos, una militante de la agrupación HIJOS (Hijos e Hijas por la Identidad y la Justicia contra el Olvido y el Silencio). Esos detalles fueron los brindados por De Cándido cuando habló de su accionar como miembro de la Policía. Detalles como “le compré un sándwich de milanesa de mi propio bolsillo”, fueron los especificados por José Ernesto Cuestas cuando habló de Sixto Pondal, una de las víctimas del universo procesal de la megacausa Operativo Independencia. “Cuando lo vi estaba con los ojos vendados. Me dio lástima ver el estado en el que estaba”, dijo el imputado. Conmovido, según explicó, le compró el alimento y no volvió a verlo más.

El jueves a las 13 finalizó la audiencia. Se esperaba que esa misma tarde pudiera continuar el debate oral y público. Más tarde se dispuso que fuera al día siguiente. Finalmente, el tribunal resolvió que se suspendiera la audiencia hasta el jueves 26. Problemas técnicos con el sistema de videoconferencia no permitieron escuchar las palabras de los ocho imputados que no se encuentran en la sala.

De los 19 imputados solo cuatro pudieron declarar. “Soy inocente”, había dicho Albornoz. "Soy inocente", repitieron los otros aunque no necesariamente con esos mismos términos. "Soy inocente" se dice fácil desde la palabra de quien es imputado porque su declaración no está sujeta a juramento de decir verdad. Ahora quedará un largo camino para demostrar esa inocencia. Un año o año y medio de debate y un tribunal que determinará si considera que quedó quebrada la presunción de inocencia. Porque la Justicia argentina sostiene que no es el imputado quien debe demostrar su inocencia sino la parte acusadora es quien prueba la comisión del delito. 1400 testimonios serán parte de esas pruebas que el tribunal deberá valorar para concluir si el planteo de inocencia no es solamente un decir.