Antecedentes de vida
A las 0:00 horas del primer día del año las familias están reunidas y brindan para que el 2017 sea un año mejor. Salud, trabajo y progreso son algunos de los deseos que se sienten en la mesa, y se suman aquellos personales que retumban en la cabeza con la misma fuerza. En el caso de Ana Reales, ella pide para que su hijo salga del coma en el que se encuentra luego de que un policía le disparara y lo golpeara con una Ithaca, según denuncia. Lo que ella describe como “lo peor que me pasó en la vida” tuvo como punto de quiebre la tarde el 24 de diciembre, pero comenzó hace 8 años cuando su hijo, Miguel Reyes Pérez, empezó a consumir drogas.
La tarde previa a Navidad, Miguel estuvo con sus amigos a una cuadra de su casa, en el barrio San Cayetano. “‘Che Reyes, mirá, recién hubo un robo, entrégame las cosas”, le habría dicho un policía en ese momento, a lo que el joven respondió “Jefe, mire, revíseme, yo me ando portando bien, déjeme vivir”. El policía lo revisó y se fue. Todo parecía ser la típica escena que sufren los chicos de la zona, explica Ana. Porque ese barrio es uno de los más pobres de la provincia y en donde las drogas ganan nuevas vidas.
Luego de que los policías lo revisaran, Miguel fue a su casa a buscar hielo. Según cuenta Ana, en el camino fue interceptado por dos agentes de la Patrulla Motorizada, conocidos como 'Figueroa' y 'Rambito'. “Ahí es cuando mi hijo quiere correr y uno de los policías le grita al otro ‘tirale, tirale’. Entonces le tira y le pega al lado de la sien un tiro de goma, pero no es eso lo que lo deja en coma. Porque al caer mi hijo, le revienta la cabeza con la Ithaca. De ahí viene el coma y como está”, se lamenta. Cuando la gente vio que el joven estaba herido y tirado en el suelo, se acercó para ayudar y pedir una ambulancia. Tras el incidente, el lugar se llenó de policías y se produjo un enfrentamiento con los vecinos. Ana se enteró de esto por su hija y vecinos, mientras trabajaba con su esposo y sus otros dos hijos en la Feria de la Banda.
Mientras Miguel se desangraba en el piso, su hermana y otras vecinas lo acercaron hasta la camioneta de la Policía para que lo trasladaran al Hospital Padilla porque la ambulancia no llegaba. Allí fue atendido inmediatamente y luego trasladado al Sanatorio Luz Médica. “Pido justicia por mi hijo, que lo detengan a estos policías que están sueltos. Hace días ando de aquí para allá, pidiendo partes médicos y mi hijo está igual, nunca se despertó”, explica Ana. Su hijo hoy está acostado en una cama, inconsciente y custodiado por dos policías. La imagen más absurda e hiriente frente a una madre que lo único que hace es preguntarse “¡Que se va a escapar si está dormido desde el día en el que le pegaron los policías! Ahora sale la versión de ellos de que mi hijo ha robado, que lo pillaron con armas, van a poner miles de cosas pero yo creo en Dios y la Virgen”.
Miguel tiene 24 años, estuvo casado y fruto de esto nació su hija que tiene 4 años. “Él es bien sequito”, lo describe Ana y recuerda cómo el paco lo consumió de a poco. “Porque mi hijo sea un chico adicto y tenga antecedentes no le pueden hacer lo que le hicieron. No pueden, es un ser humano”, argumenta con fuerza en compañía de su otro hijo, que es parecido a Miguel. Según explican los especialistas del Observatorio Argentino de Drogas, Tucumán tiene la peor droga del país. El paco es una sustancia que llega fácilmente a los sectores vulnerables y está contaminada por ácido muriático, querosén e insecticidas, entre otras cosas.
Desde hace 20 años la familia vive en la zona y Ana conoce bien, como otras madres del barrio, el hostigamiento por parte de la Policía. Pero, ¿por qué no denuncian? Miedo. Miedo a que sus hijos sean torturados y terminen como Miguel. “Siempre nos humillan porque tenemos hijos adictos al paco y con antecedentes. Si nosotros le decimos algo, o una denuncia, lo iban a torturar a mi hijo”, sostiene.
Durante la semana pasada, la familia y vecinos del barrio se congregaron frente a los Tribunales Penales, en avenida Sarmiento. Allí exigieron justicia por Miguel, y Ana denunció que “el martes (27 de diciembre) a la noche fui amenazada por los policías. Llegaron a la casa con cascos, golpearon las manos, salí a atender y me dijeron ‘vieja hija de puta, no hagas la denuncia porque vas a ser boleta vos, tu marido o cualquiera de tu familia'. Eso pongo en claro, si me llega a pasar algo o alguno de mi familia, ellos son los responsables”.
Pasaron 10 días y Miguel sigue en coma, sin ninguna mejoría y custodiado por la Policía. Su familia está destruida pero firme ante la decisión de luchar para que se haga justicia. “Estoy enloquecida, ya no sé cómo camino. Esto es lo peor que me pasó en la vida. Verlo a mi hijo que se está muriendo y esos policías ahí, no puedo. Voy a golpear puertas, voy a andar por entero. No voy a bajar los brazos. Mi esposo está enfermo, pero aun así tenemos que seguir adelante y luchar para que estos policías estén presos y termine la impunidad de la policía”, concluye Ana.