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UEST: lápices que escriben el presente

Fotografía de Ignacio López Isasmendi | La Palta

Militancia. Política. Adolescencia. Diez jóvenes fueron secuestrados y torturados hace 42 años. Adolescentes atravesados por la realidad y los ideales de su tiempo como también por las realidades de su edad. Ir al colegio, militar en las villas, pensar en la crisis, proponer acciones desde sus lugares para hacer el cambio. La Noche de los Lápices es como se conocen los secuestros realizados por las Fuerzas Armadas en la ciudad de La Plata el 16 de septiembre de 1976. Diez adolescentes que pertenecían a la Unión de Estudiantes Secundarios (UES) que un año antes habían marchado exigiendo el boleto estudiantil. La mayoría de ellos permanecen desaparecidos.  

“Sé que decidieron ponerle UEST en honor a los chicos secuestrados en los 70”, cuenta Micaela Gómez cuando habla de la Unión de Estudiantes Secundarios de Tucumán. Y en el momento en que lo cuenta están pensando y organizando las actividades para recordar la Noche de los Lápices. Finalmente resultó ser un festival en la plaza Independencia donde no faltaron las canciones, los abrazos, la memoria, la emoción. 

La UEST se conformó en el 2017 impulsada por un grupo de estudiantes de 6° año del colegio Gymnasium UNT. Adolescentes, como aquellos de los 70, atravesados por el deseo de cambiar el mundo, con la certeza de que a los derechos hay que salir a pelearlos, con la convicción de hacer con el otro y por el otro. “Todo empezó antes de lo que pasó con ‘Paver’ pero lo de ‘Paver’ fue el sacudón que nos hizo caer que era urgente juntarnos, acercarnos más”, explica Micaela haciendo referencia a la muerte de Matías Albornoz Piccinetti en un enfrentamiento con estudiantes de otro colegio. 

Junto a Micaela, que estudia en la Escuela de Bellas Artes, están Zoe van Broock, de la Escuela Normal, y Elías Cura, del Gymnasium. Mica habla casi sin abandonar la sonrisa. Se entusiasma mientras rememora sus primeras reuniones. “Yo fui de curiosa (a la primera reunión), a ver qué pasaba. No sé en qué momento terminé tan enganchada”, agrega y suelta un ‘hashtag Recuerdos’ que aparece más como un indicio de sus 17 años. “Yo entro a UEST el 8 de marzo de este año”, cuenta Zoe y cuando lo dice sale una especie de festejo cómplice sobre la importancia de la fecha. Zoe tiene 15 años y habla de estos meses de militancia como si fueran toda una vida. “En esa reunión estaban preparando los carteles para la marcha y para mí fue una sorpresa ver gente de mi edad, pares digamos. Ese mismo día sentía que había encontrado por fin un espacio de debate y de amigos”, afirma. 

Fotografía de Ignacio López Isasmendi | La Palta

La necesidad de tener un lugar de pertenencia parece ser fundamental durante la adolescencia. “La primera vez que escuché hablar de UEST me volvió loco porque muchas veces me sentía muy solo y sentía que no tenía con quien compartir, salvo un amigo, esa necesidad de hablar de lo que pasaba”, comenta Elías. “Yo había escuchado testimonios de chicos que con 13 o 15 años habían desaparecido y no podía creer ese nivel de compromiso social y pensaba que era algo que había quedado en los 70”, agrega y explica que, a diferencia de Mica, sus expectativas en la primera reunión eran muchas. “Y salí de ahí sintiendo que era lo que yo quería. Que ahí quería estar”. 

Estas tres historias son una muestra de la diversidad que existe en un movimiento estudiantil con más de 70 jóvenes. “En mi casa no se hablaba de política y no tenía idea de lo que era ser militante”, afirma Micaela. “En mi casa la militancia era una palabra importante, para mi familia es un orgullo lo que yo hago porque les recuerda a mi tío que militaba en la UES y que hoy está desaparecido”, cuenta Zoe y la emoción aparece en una mezcla de sonrisa orgullosa y dolor. “Hoy la militancia para mí es pensar la forma de mejorar el mundo. Aportar de alguna forma desde tu lugar, pero no desde ‘tu’ lugar sino desde ese lugar con los otros”, reflexiona Mica mientras Zoe mueve la cabeza asintiendo y agrega casi de inmediato: “Para mí es luchar por lo que creo que tiene que cambiar”. 

La política se convirtió para estas adolescentes en una herramienta de cambio. Con sus pocos años hablan con solvencia de que se hace política siempre, saben que quien dice no hacer política toma la decisión política de sostener la realidad como está. Aseguran que están aprendiendo y que todo el tiempo se descubren en los otros, se piensan y se repiensan, se replantean y se cuestionan. Tienen la certeza de que el feminismo es el lugar desde el que eligen construir y construirse y usan el ‘lenguaje inclusivo’ con fluidez y naturalidad. 

“Para mí el feminismo es una revolución. Nunca había escuchado hablar de feminismo hasta que comencé a compartir con mis compañeras, a conocer de qué se trata. Yo antes era pro vida, pro aborto clandestino, digamos. Hasta que empecé a conocer esta construcción que es el feminismo, que es replantearse todo el tiempo y dejar de dar por sentado las cosas como son y comencé a mirar el mundo de una forma diferente”, dice Mica que valora y agradece el apoyo de sus padres en este camino que recorre. “Para mí el feminismo siempre estuvo asociado al pañuelo verde”, comenta Zoe y recuerda que tenía 12 años la primera vez que su prima le explicó de qué se trataba. “Y ahora sé que el feminismo también soy yo”, dice. 

Fotografía de Ignacio López Isasmendi | La Palta

La construcción de la Unión de Estudiantes Secundarios de Tucumán, si bien es muy reciente, ya tiene un camino propio recorrido. Un camino de aprendizaje y de crecimiento porque se hace colectivamente. Así como aquellos estudiantes de la UES pensaban y actuaban desde el socialismo, estos estudiantes piensan y actúan desde el feminismo. Así como aquellos estudiantes, en aquel contexto, buscaron sus propias reivindicaciones como lo fue el boleto estudiantil, esta UEST lucha por la plena implementación de la Educación Sexual Integral. “Desde principio de este año empezamos con todas las pilas con reuniones todo el tiempo, organizando y viendo cómo funcionar. Empezamos a organizarnos y había un montón de cosas en las que yo no tenía experiencia, pero iba aprendiendo y hoy siento que ya me estoy yendo”, dice Elías que ya tiene los 18 años cumplidos. “Siento que de alguna manera estamos sentando las bases y queda decirles: ‘ahí están, sigan o cámbienlas. Son de ustedes’”, agrega como entendiendo que las construcciones colectivas no le pertenecen a nadie. 

El desafío, dicen estos tres adolescentes, es interpelar. Intentar que los más chicos se sumen y se comprometan a sostener esta organización en los años venideros. Que los que están no bajen los brazos y apuesten por la convicción de que cambiar la realidad es posible. “El desafío es que conozcan y entiendan qué es la UEST porque cuando entendés de qué se trata, te enamorás”, suelta Micaela. “Mucho se dice que los jóvenes somos el futuro, pero no, también somos el presente. Somos el presente que sale a la calle, que se organiza. Somos el presente en cada paso que damos, en cada cosa que se nos ocurre hacer y que hacemos”, dice Elías. 

Terminan de hablar sobre lo que es la UEST y se quedan pensando qué hacer porque es sábado y tratan de coordinar una juntada que luego no se concretará. Lo que sí se concretará es la actividad del sábado 15 de septiembre en la que finalmente participaron integrantes de la agrupación HIJOS – Tucumán (Hijos e Hijas por la Identidad y la Justicia contra el Olvido y el Silencio). “Para lograr que UEST crezca es importante sentir que esta lucha es propia. Por eso en esta organización pensamos que queremos recordar aquellos chicos, la de La noche de los Lápices, recordar aquella UEST, con sus luchas, pero también poner nuestra lucha nuestra bandera, nuestras necesidades y nuestras reivindicaciones”, aseguran los tres y saben que esa idea se comparte más allá de las diferencias que existan entre más de 70 jóvenes de entre 13 y 18 años.