Los lápices siguen escribiendo en Tucumán
Muchas son las frases que circulan y se popularizan cuando se trata de caracterizar a los jóvenes: que no hacen nada, que no quieren estudiar, que son vagos, que son desinteresados. Y en otras épocas más oscuras del país: que son subversivos, agitadores, muy utópicos o revolucionarios. Con esos enfoques pareciera que la juventud siempre está perdida. Hoy el protagonismo estudiantil en la política ha crecido sustancialmente. Esta provincia, por ejemplo, cuenta con la Unión de Estudiantes Secundarios de Tucumán (UEST).
Un grupo de tres jóvenes en representación de la UEST acuden a la entrevista para dar a conocer en qué consiste la agrupación. Se trata de Araceli Rovira, presidenta; Nicolás Álvarez, vice; y Catalina Cabello, coordinadora de Prensa y Difusión.
“Vinimos lookeados para la entrevista”, declaran con alegría. Araceli tiene 17 años y luce unas llamativas rastas rubias. Es determinada y frontal. De Nicolás también destaca su cabello, que está teñido de rosa, además de su gran capacidad crítica. Mientras que Catalina, de 16, porta unos grandes aros que podría suponerse que componen algún símbolo azteca o maya. Es la más reflexiva antes de hablar. Los tres lucen colores vivos, zapatillas urbanas, y la mirada fresca de quienes todavía concentran grandes cantidades de energía y esperanzas por el mañana.
Cuentan que la UEST es una organización apartidaria cuyo objetivo principal es el de representar a los alumnos secundarios, tanto de escuelas públicas como de colegios privados de Tucumán. El grupo debate problemáticas generales y delimita acciones para lograr una cursada donde se cumplan los derechos básicos del alumnado. Además, promueven la participación activa de los estudiantes en los educativos, así como también acompañan las demandas de los centros de estudiantes de las escuelas y/o fomentan la creación de nuevos centros para los establecimientos que todavía no los tienen. Como toda organización democrática, las decisiones son tomadas a través del voto. Hoy suman en sus filas alrededor de 30 miembros activos.
La pandemia, como a todo el mundo, les presentó enormes desafíos. Pero también fue un momento de gran crecimiento interno, comentan. A pesar de contar en un inicio con poca participación de sus miembros, concretaron diversos proyectos como la reforma de su estatuto o la jornada virtual por la Noche de los Lápices que convocó alrededor de 6.000 personas. Por otra parte, alcanzaron múltiples articulaciones con organismos de Tucumán y otros nacionales, como la Red Nacional de Centros Estudiantes, un canal que les alcanzará participar de un zoom con el mismísimo presidente de la Nación, Alberto Fernández .
“La juventud no solo es el futuro, también es el presente”
Algo importante de la organización es que sus objetivos trascienden lo estudiantil. Suelen adherirse a las luchas actuales: los ejes de feminismo y memoria son transversales al grupo. “Nosotres actuamos con mucha convicción política”, dice Araceli. Antes de posicionarse ante cualquier causa siempre lo debaten con todos sus integrantes. El 8 de marzo participaron de la marcha por el Día de la Mujer Trabajadora con diversas actividades y propuestas, y fundamental es su presencia el 24 de marzo, conmemoración nacional por la memoria de los 30.000 compañeros desaparecidos durante la dictadura.
“Hay muchos estigmas con nuestra edad, de parte de grandes y jóvenes”, señala Araceli. Además, muchas veces sus luchas quedan minimizadas por el poco espacio que los adultos les asignan, según su punto de vista. Adultos que no solo se encuentran en el ámbito institucional sino también en la vida social. “Tienen prejuicios sobre nosotros. Pero somos actores políticos en la sociedad tenemos incidencia y sobre ella. Entonces tenemos derecho a formarnos y a organizarnos para que se nos escuche porque tenemos propuestas, proyectos y reclamos que son serios”.
Un ejemplo que contraponen a esta cuestión es su reciente participación en una reunión con los miembros de la Asociación de Docentes e Investigadores de la Universidad Nacional de Tucumán (Adiunt) donde debatieron acerca del regreso a las clases presenciales y la problemática de las instituciones y alumnos que aún no cuentan con los recursos básicos.
“Nunca tuve un espacio así”, dice Nicolás visiblemente emocionado. “Había una diferencia de edad realmente notable. Pero en esa reunión sentí todo lo contrario. Éramos pares. Porque hay una lucha que nos compete a todos ”. Es este gran avance el que justificó su idea de que no hay grietas etarias cuando se busca el mismo objetivo.
Se podría decir que quienes no han ignorado el papel de las juventudes en la política son los diferentes partidos que hoy luchan para conquistarlos. Desde 2013, quienes alcanzaron los 16 años pueden acceder al voto en Argentina. Es una de las grandes aperturas hacia este sector, pero aún así siguen teniendo que justificar su derecho a la participación. Lejos de anularse, ellos se sienten protagonistas en los procesos sociales y están disponibles a potenciar aún más su compromiso con todas las causas que consideran justas.
“Muches dicen que les jóvenes son el futuro, pero nosotros ya estamos haciendo algo para cambiar las cosas. Entonces escúchennos, dennos bola ahora, no en 20 años. La juventud no solo es el futuro, también es el presente ”, expresa Catalina con convicción.
Hoy ya están trabajando en sus proyectos para 2021. Sus objetivos son continuar exigiendo la implementación de la Educación Sexual Integral (ESI) en las escuelas y la reglamentación de la Ley de Centros Estudiantes. Fundamental para ellos es sumar más miembros a la agrupación: “mientras más se sumen, más representatividad vamos a tener porque si contamos con más posturas, la toma de decisiones va a ser mucho más rica”, sostiene Catalina. “Sumar más perspectivas nos va a ayudar incluso a decidir qué no hacer: ser más estratégicos. Porque nosotros representamos a todos los estudiantes secundarios, o eso intentamos. Hay algunos que no se sienten representados, pero igual estamos para luchar por sus derechos ”, agrega Nicolás.
El grupo innova en las formas de militancia tradicional, portan una narrativa moderna acerca de la lucha colectiva donde se considera una dimensión afectiva como algo fundamental: “hay una verdadera contención aquí. No se trata de algo serio ni distante como en otras agrupaciones. Es importante el apego: nos interesa saber cómo está el otro, porque está acá, qué quiere hacer. Es tomar otro rumbo y transformar las técnicas de militar: eso nos ayuda a trabajar con más convicción y pasión. Y es un proceso que queremos hacer unidos ”, sostiene Araceli.
Lo que motiva a estos jóvenes está lejos de tratarse de algo pasajero y mecanizado. Construyen una identidad y sentido de pertenencia de manera conjunta como motores para la lucha colectiva. Es también significativo que no hay un nivel de militancia que alcanzar, no se necesita tener ciertas características a priori para pertenecer. Es por eso que invitan a todas y todos los estudiantes secundarios a participar de este grupo que brega por la diversificación de ideas dentro de su estructura para un cambio social y político genuino. “A todos nos dio miedo o vergüenza al principio, pero yo creo que a cualquiera que tenga la oportunidad de sumarse le va a gustar”, concluye Araceli.
En la UEST muchos encuentran amigos y además tienen sus espacios para la dispersión y el recreo, después de todo, siguen siendo jóvenes y además de contención y amor, necesitan divertirse.
Con ellos no hay dudas de que los lápices, aún, continúan escribiendo.