Megacausa Jefatura III: historias que reconstruyen el horror
A Román Romano no le quedó ni una foto, ni un recuerdo de su papá Horacio Edmundo Romano porque solo tenía cinco años cuando todo sucedió. Lo único que quedó en su mente fue la secuencia de aquel 14 de abril de 1976, la noche en la que secuestraron a su padre y a su tío Humberto Nicolás Romano.
“A mi papá le vendaron los ojos, a mí me empujaron y a mi hermana le pegaron en el estómago. Después se llevaron a mi tío y a mi papá”, dijo Román, ante el Tribunal, recordando aquella noche en que los militares entraron a su casa, en el ex ingenio San José. Con el tiempo, Román pudo reconstruir los hechos. Supo entonces que su tía, Blanca Dolores Rodríguez, y su madre, Alcira Gabriela Pistan, los buscaron incansablemente, que fueron a la comisaría de San José, a la Brigada de Investigaciones, que todo era tristeza porque nadie les daba respuestas.
La situación económica de aquella casa empeoraba cada vez más. Román, a sus ocho años, comenzó a vender bollos, rosquetes y empanadillas. “Mi mamá se empezó a enfermar. Mi tía y mi abuela me llevaron a su casa, pero no la pasamos bien. Era todo feo. A los 19 años perdí a mi mamá” dijo y, con su mirada fija en el suelo, se le hizo imposible contener el llanto. Los recuerdos de aquellos días comenzaron a aparecer, uno tras otro. El hombre intentó ponerlos en palabras, pero su voz sonaba como si tuviera un nudo lleno de emociones atascado en su garganta.
La segunda testigo fue Blanca, su tía y la compañera de vida de Nicolás Romano. Ella recordó y coincidió con el relato de su sobrino. Es algo que no solo no olvida, sino que, además, lo recuerda como si fuera ayer. En su mente están las denuncias que hizo y las amenazas que recibió por buscar a Nicolás. También el recuerdo de esa noche en que los militares le dijeron que a los cinco minutos él regresaría, pero nunca más volvió.
Horacio Edmundo y Humberto Nicolás continúan desaparecidos. Sus familias nunca más escucharon sobre ellos. Sus secuestros dejaron incertidumbre y vacío en aquellas casas, obligándoles a atravesar situaciones no agradables para intentar seguir de pie a pesar del dolor.
“Edmundo Romano y Nicolás Romano, ¡presentes!”, se escuchó por toda la sala de audiencias, cuando Román y Blanca terminaron de declarar.
Secuestrados en Las Cejas
“Entraron tres policías a mi casa. El que más se ensañó con mi madre, mi padre y conmigo fue Daniel Tormina. Él empujó a mi mamá contra la pared, yo me interpuse y me pegó con la culata de una ametralladora en el pecho. Yo tenía 16 años. Quedé paralizado”, recuerda Medina hijo de Evaristo “Niño” Medina. Evaristo vivía en Las Cejas en el momento del secuestro, el 24 de marzo de 1976, cuando el golpe de Estado comenzaba a sentirse en todo el país. Se lo llevaron a dos cuadras de su casa, estuvo varios días allí y por las noches los gritos en aquel lugar eran tan fuertes, que llegaban a los oídos de toda la familia Medina.
Por momentos, el silencio se hace presente en la sala de audiencias, un silencio que solo deja escuchar los sollozos del hombre. "Cuando nos enteramos que a la gente que estaba ahí los habían trasladado a San Miguel, yo me hice cargo de todos mis hermanos. Mi madre viajaba en el primer colectivo y volvía en el último, buscándolo. No podía dar con él”, cuenta.
Ese 24 de marzo, en Las Cejas, más personas fueron secuestradas. Pablo Serrano es otro de los nombres que resuena en la sala. Por más de 20 días lo tuvieron en cautiverio, mientras su familia no paraba de buscarlo. "Cuando lo liberaron, él cambió mucho. Hablaba poco, se lo veía muy triste", dijo su hijo, quien lleva el mismo nombre, en su testimonio por la causa de su padre.
La tristeza, la angustia y el miedo fueron las consecuencias del terrorismo de Estado, emociones con las que cada víctima y cada familia tuvo que convivir. Para cuando la audiencia del 1 de agosto finaliza, son casi una decena de historias las que pasaron por la sala. El martes 15 las historias continuarán su curso, atando hilos unas con otras, reconstruyendo aquellos tiempos de torturas, secuestros y desapariciones.