El gen policial en Argentina
La semana pasada se conoció la sentencia en el juicio por el homicidio de Ismael Lucena en Tucumán. El policía responsable de la agresión y muerte de Ismael recibió la pena de prisión perpetua. Además se condenó a otros cuatro policías por agresiones y encubrimiento. El dictamen fue recibido con lágrimas por la familia de Ismael. Lágrimas que resumieron el largo camino que Isabel de la Cruz, cuñada de Lucena, recorrió en tribunales para obtener justicia. Este juicio significó un antecedente que abrió una esperanza en la lucha contra la brutalidad policial.
El accionar violento e impune de la Policía no es exclusivo de Tucumán. Existen historias de familias que padecieron la violencia institucional en todo el país. Con policías que tienen cargos altos en la institución y al mismo tiempo acumulan antecedentes penales, la ley y el orden parecen ser una ironía barata a nivel nacional. La justicia por mano propia, la inseguridad, la validación de la mano dura y la famosa frase “algo habrá hecho” representan el condimento que da sabor a la brutalidad policial. Si bien la pobreza es el principal motivo de estigmatización y prejuicio, quedó demostrado que la violencia policial no solo es aplicada hacia las personas con menos oportunidades. Sebastián Bordón era un adolescente mendocino que en su viaje de egresados fue víctima de la Policía. Un ataque de nervios y paranoia hizo que los profesores responsables de Sebastián lo dejaran en manos de la Policía. Diez días después, el cuerpo de Bordón apareció bajo un barranco simulando un accidente. La Justicia demostró que el comisario Hugo Trentini fue el responsable de la muerte de Sebastián, quien agredió al adolescente ante el ataque de paranoia que presentaba el chico. “Acá hay una institución que hay que arrancarla de cuajo en este funcionamiento de tortura, de golpes y de impunidad. Esto se consigue a través de la lucha. Se tiene que cambiar en todo el país”, manifestó Miriam Medina, madre de Sebastián Bordón.
El planteo que se repite a nivel nacional es el de la falta de seguridad en las calles. Y esto parece justificar todo. “Para nosotros la seguridad es la seguridad de tener un trabajo, de tener cultura y educación. Fundamentalmente la seguridad está ahí. Y las fuerzas de seguridad del Estado, que son las que deben cuidar a la ciudadanía, no deben ensañarse con los jóvenes por su manera de vestirse o su color de piel”, explicó Miriam y dejó en claro que los agentes policiales eligieron la profesión para cuidar a los ciudadanos, no para arrebatar la vida a través de una institución. Las posibilidades de acceder a la educación a través del trabajo y el respeto al derecho a la vida son garantías que el Estado debe otorgar, según Miriam.
Ezequiel Demonty falleció en el año 2002. Su cuerpo fue encontrado en el Riachuelo de la capital argentina. Un grupo de policías arrojó a Ezequiel y a dos amigos más al nauseabundo río, luego de golpearlos. Ezequiel no sabía nadar y fue amenazado por los policías bajo la orden “o nadás o te mato”. Una denuncia por el robo de una bicicleta fue lo que llevó a los agentes policiales a detener a tres chicos del barrio Bajo Flores que salían de bailar. Sin pruebas y con mucha violencia detuvieron a los chicos y los torturaron. “Te da bronca ver que todavía siguen haciendo lo mismo y que piensan que van a salir impunes. Vos mirás a los jóvenes y decís ‘¿hasta cuándo?’”, dijo Dolores de Demonty, madre de Ezequiel, y agregó que “en estos barrios se convive con el miedo, pero si vos te quedás es peor. No te tenés que callar la boca y dejarte llevar por el miedo, porque es eso lo que esta gente quiere instalar”, explicó Dolores.
“La condena es un precedente para muchas familias de Tucumán, como la familia Gordillo”, expresó Isabel de la Cruz y remarcó que el Ministerio de Seguridad tiene que rever la situación para que la muerte de Ismael no haya sido en vano. “No puedo mezclar a toda la Policía en la misma bolsa, pero hay que sacar a las manzanas podridas. Jamás les tuve miedo”, agregó la cuñada de Ismael. “Vos escuchás los testimonios de los policías y siempre la culpa la tiene la víctima. Ellos se convierten en médicos, peritos y expertos para explicar todo”, dijo Dolores Demonty. “Pero nunca explicaron por qué se ensañaron con Ismael y su amigo”, agregó Miriam Medina.
El discurso es el mismo y se repite en la mayoría de los casos en todo el país. Cada caso es un calco en cierto sentido, según Miriam, y la instalación de la duda es la principal estrategia que surge de los encubrimientos. “Hasta esto aprendimos a leer a partir del asesinato de nuestros hijos”. Cuando se les pregunta a Miriam, Dolores e Isabel cómo se hace para seguir, las tres responden que la fuerza está en la lucha. En denunciar, en visibilizar y en buscar ayuda para no quedarse solas. “A partir de que le arrebataron la vida a nuestros hijos transformamos el dolor en lucha. Las luchas no son individuales, son colectivas”, afirma Miriam mientras Dolores opina “Nosotros somos las voces de nuestros hijos, por eso no nos pueden callar con el miedo”.