Diez meses de nada
No sabemos cuándo te empezaron a llamar Marita, ni a quién se le ocurrió sintetizar el cariño de los tuyos en esas seis letras. Pero sí en qué momento ese apodo se transformó en lucha y en reclamo. Una década de búsqueda te transformó en el rostro detrás del que se amontonan cientos de historias como la tuya. Al nombrarte se convoca a todas las mujeres que fueron arrebatadas de su hogar para arrastrarlas al infierno.
Algunas de esas chicas decidieron vencer al miedo y contar, durante los diez meses en los que la Justicia pareció estar prestando atención, retazos de una vida compartida desde el espanto. La de ellas, la tuya, la de otras mujeres sin nombre y sin destino.
Del otro lado estaban ellos. Los dueños de ese universo impiadoso, encargados de apropiarse de tu libertad, de tu dignidad, de lo que podrías haber sido como mujer y como madre. Los que dicen no haberte visto nunca, los que afirman no haber hecho nada malo, los que dicen que te fuiste por tu propia voluntad.
Ellos ahora están libres. La Justicia así lo quiso. Si estuvieras aquí podrías haber sentido el mundo detenerse por un instante para estallar de furia después. Habrías visto a las bestias acorraladas encontrar una vía de escape inesperada, siguiendo el camino de la impunidad y la desidia.
Pero no estás. Y te siguen buscando los que te quieren, los que te extrañan. Y se siguen burlando los que no te dejan volver.
Cecilia Morán
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