La Palta

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Elena eligió contar su historia

Fotografía cortesía de Elena Moncada

Elena es una sobreviviente. Así se define. Sobrevivió al mundo terrible de la prostitución que le tocó vivir. Y ese verbo, ese ‘tocó’, no es casual. Elena está segura que fueron las circunstancias de su vida las que la llevaron a vivir en situación de prostitución, no es algo que eligió. “Yo creo que ninguna de mis compañeras elige ser prostituta. Todas sufrimos la misma violencia, el mismo dolor, no creo que ninguna elija ese sufrimiento, es horrible”.

Yo elijo contar mi historia es el nombre del libro que Elena escribió y está presentando en numerosas provincias. En agosto visitará Tucumán y todos podrán adentrarse en esta historia que de sufrimientos sabe mucho, pero de luchas también. A través de su libro, dice, vivió un proceso de descubrimiento. El poner en palabras y ver plasmada sobre unas hojas su historia hizo que se pensara como mujer abolicionista de la prostitución, como feminista, como militante. Este proceso de descubrimiento, de ‘pensarse’, como ella le llama, fue largo y muchas veces doloroso. Elena convivió con la prostitución desde muy joven y luchó no solo con ella sino también con las drogas que, afirma, van casi siempre de la mano.

La prostitución es violencia, asegura, y está naturalizada, no solo por las mujeres que se encuentran en esta situación sino hasta por sus familias. “Muchas veces las familias llaman pidiendo plata para pagar cuentas, y es plata que viene de la violencia que sufren nuestros cuerpos”. Para dar cuenta de esta profanación de los cuerpos de las trabajadoras sexuales, Elena cuenta que la mortalidad de las mujeres prostituidas es mucho más joven que cualquier otra: “a los 35 o 40 años ya estamos hechas pedazos”. ¿Las causas? La violencia que imponen quienes consumen sus cuerpos, el frío de las noches de ‘trabajo’, las enfermedades, la violencia de la policía que se las lleva detenidas. Por todo esto Elena insiste en que la prostitución no es algo que se pueda elegir, “puede ser que alguna compañera piense así (que es algo que se elige) porque no ha podido pensarse o no ha tenido las herramientas”.

Para Elena, esta autora de su historia, la prostitución y la trata de personas ‘son primas hermanas’. La experiencia le ha dado los fundamentos para realizar esta afirmación. Elena cuenta que cuando trabajaba en las mal llamadas ‘casas de trabajo’ les cerraban las puertas y nadie era libre de salir, de irse a su casa. No estaba eligiendo. “Creo que todas las mujeres que están en situación de prostitución de alguna manera son tratadas, siempre hay un tratante. El mismo tipo que te da la guita hace de vos un objeto”, dijo.

El libro pretende ser una herramienta para pensarse. Contar su historia, con sus dolores y sufrimientos, tiene que ver con eso, con sumar su grano de arena para que todas aquellas mujeres que se encuentran en situación de prostitución puedan pensarse desde un lugar diferente, no ya como objetos al servicio de los prostituyentes, sino como sujetos de derecho. La organización que hoy lleva adelante, “Santa Fe en actividad por los derechos de las mujeres” también tiene ese objetivo. Son aproximadamente 20 mujeres, muchas de ellas con una historia parecida a la de Elena, que trabajan abocadas a difundir los derechos de las mujeres y prevención del VIH.

“Hoy soy una mujer orgullosa de quien soy”, afirma. Elena es esa mujer que se pensó, que sintió que su vida podía cambiar y lo hizo. Hoy sostiene una institución, y no siempre es fácil, muchas veces siente que está por caer, pero su familia y sus compañeras la sostienen. Las secuelas en su cuerpo y en su alma aún hoy perduran. “Hoy tengo una cabeza para pensar, para crear; de la cabeza para abajo, esta Elena está muerta por ahora”, cuenta, pero en su voz se escucha la fuerza de una mujer que decidió sobre su vida y eligió contar su historia.