Golpear las bases desde la educación
El 3 de junio pasó. Las principales plazas de las ciudades de Argentina fueron copadas por una sociedad que pidió ni una menos. Ni una mujer más asesinada por la violencia de una sociedad que, en definitiva, es el producto de un sistema que se ha erigido sobre bases machistas. Violencia ejercida en los cuerpos y también en las conciencias que son formadas desde temprana edad por heteronormas de carácter patriarcal. Desde la escuela, desde la casa, cuando se es niño o niña, porque el machismo no es solo cosa de hombres. Está arraigado en cada estructura cultural. Como sujetos somos el producto transitorio del atravesamiento de distintas matrices de aprendizaje. Ellas señalan el camino de cómo pensar, cómo ser, en quién convertirse. Matrices que se reproducen en los sistemas educativos, de salud, judiciales. Matrices que son difíciles de sortear sin un proceso que permita des-construirlas. Se exigió Ni Una Menos pero las mujeres siguen muriendo, las siguen matando.
“En la facultad de Derecho no hay, ni en la currícula de grado ni en posgrados (…) contenidos sobre la cuestión de género ni perspectiva de género”, dice Adela Seguí, decana de la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Tucumán, “esto es paradojal porque es justo el ámbito donde se debieran tratar los grandes problemas que requieren alguna solución”, agrega. Y si se piensa en paradojas también lo fue la presencia de autoridades de gobierno exigiendo en esas plazas llenas Ni Una Menos. Ellos y ellas, que tienen los recursos al alcance de la mano para estructurar políticas tendientes a la prevención de las violencias contra las mujeres. Pero este es el mundo al revés, el mundo patas para arriba. Aquel donde las instituciones formadoras no incluyen entre sus contenidos la perspectiva de género.
Las facultades de Derecho son las encargadas de construir conocimiento jurídico. Ese conocimiento es el que se transmite a nivel de grado y posgrado, y “(…) viene siendo bastante conservador”, asegura Seguí. Ante esta situación, Adela, junto a un grupo de profesionales militantes en temas de diversidad y género han impulsado y concretado la creación del Observatorio de Género y Diversidad en la Facultad de Derecho. Un espacio que, aseguran, es una gran deuda de la academia, integrado por Soledad Deza, Augusto Moykens, Graciela Abutt, Laura Julieta Casas, y la agrimensora Graciela Cárdenas, quien fue delegada del Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (INADI). Su principal tarea es ver qué pasa en la realidad, qué pasa con el derecho desde esta perspectiva. “Sabemos bien que pese a la existencia de tratados internacionales que obligan a la Argentina y a los Estados parte a respetar y proteger a las potenciales víctimas por discriminaciones por género (...), en la realidad eso no se ve reflejado en muchos problemas sociales que tenemos”.
Empezar por casa es la premisa a partir de la cual se ha desarrollado el Observatorio. El trabajo de ver qué es lo que está pasando en la realidad es la etapa previa para generar, desde la estructura misma del sistema de educativo, un cambio en la perspectiva de género. El análisis de la realidad desde la óptica de los profesionales y estudiantes del derecho, permitirá, por un lado, diseñar planes de acción y, por otro, pedir a los responsables que se cumplan con las leyes y tratados, marcar a las autoridades cuáles son los protocolos que deben cumplirse. En definitiva, “ejercer la función de reclamo frente a las autoridades competentes y también trabajar con la sociedad civil”, en palabras de la decana. Una tarea que viene a sumar a la ya realizada hace tiempo por organizaciones de mujeres, sociales y derechos humanos. Acciones que, tal vez, ayuden a derrumbar las estructuras herméticas a partir de las cuales funciona un Poder Judicial que tiene mucho por erradicar y otro tanto por modificar.
Adela es optimista. Considera que esta tarea, que recién comienza, pueda ejercer en el mediano plazo un importante impacto en el sistema judicial. Los abogados, dice, “no pueden recibirse sin tener una formación con perspectiva de género”. Son esos abogados los que luego ocuparán cargos en el sistema judicial. Las consecuencias de una formación tal y como está planteada, en el más absoluto desinterés por incluir esta perspectiva, son sumamente dañinas. Basta con mirar el tratamiento que, desde ámbitos judiciales y policiales, se les da a mujeres víctimas de violencia. “Hay mucho por hacer y, sobre todo hay que destinar presupuesto a las políticas de género. Si bien hay leyes y reconocimientos de derechos, como se trata de cambiar prácticas, visiones, patrones culturales, hay que invertir en esto. El Estado debe convertirlo en políticas de Estado”, dice Adela Seguí.
Además de analizar lo que sucede y trabajar para la incorporación de una formación integral de los profesionales del derecho, el observatorio se propone la necesaria tarea de contribuir con la sistematización de datos. La decana piensa que sin estadísticas, sin conocimiento de la realidad no se puede hacer mucho. Esta acción, considera, es necesaria para delinear políticas de Estado que tengan el carácter de preventivas. “El endurecimiento de penas no es la solución”, dice y asegura que el principal eje sobre el que hay que trabajar es la prevención.
El Observatorio de Género y Diversidad fue creado con la convicción, de un grupo de militantes antes que profesionales, de que las estructuras se cambian desde abajo, desde esas bases a partir de las cuales se levantan las instituciones. La educación es materia necesaria para combatir esas estructuras. “No se trata de que proclamemos los derechos humanos fundamentales, que les enseñemos a nuestros alumnos un catálogo precioso de esos derechos y no les contemos cómo se efectivizan y qué grado de cumplimiento tienen en la realidad”, reflexiona Adela. La decisión de generar un cambio es política. Las muertes de mujeres a causa de violencias cesará cuando el Estado efectivice las leyes existentes y destine el presupuesto necesario.
23/06 - Aclaración: En 2 de las 45 materias de la carrera de Derecho se dictan contenidos con perspectiva de género, pero este contenido es poco o está disperso.