Muchachos, toca escuchar
Luciana Peker es periodista especializada en género y escribe desde hace más de 15 años en el suplemento Las/12 de Página/12, pero suma otros tantos años escribiendo acerca de los derechos de las mujeres en diversas plataformas. Cornelias, un grupo de investigadores e investigadoras acerca de las temáticas de género y diversidad sexual, invitó a la periodista a Tucumán para presentar La Revolución de las Mujeres, una compilación de 20 años de periodismo de género, una compilación que no es una mera sumatoria de notas sueltas sino, como lo explica la autora, “son notas hilvanadas sobre el movimiento de mujeres especialmente de los 30 años del regreso de la democracia a esta parte. Es mostrar que todo lo que logramos, especialmente en lo normativo, lo que hace a las leyes que están descriptas como un antes y un después absoluto, un cambio radical en la vida de las mujeres, pero es conceptualizarlo como una verdadera revolución”.
Es que para Peker la revolución de las mujeres no es una consigna de construcción utópica, ni (sólo) un llamado a la acción, ni algo que se está construyendo, sino que es una realidad por la que la sociedad argentina está atravesando, es una revolución que va dejando transformaciones en las estructuras sociales, en las leyes, en las costumbres, en las concepciones acerca de lo que las mujeres son y pueden ser. “Entonces que de una generación a otra una mujer pase de ser considerada incapaz, que es la época en la que nació mi abuela, de no poder votar, no tener la patria potestad sobre sus hijos, y que ahora se le saque la patria potestad a los femicidas, es una revolución absoluta”.
Esta revolución no sólo implica una transformación en la vida cotidiana de las mujeres que hoy acceden a derechos largamente vedados como la educación superior, los cargos públicos, la posibilidad de hablar y disfrutar su sexualidad, sino que transforma la propia cultura, las estructuras más arraigadas de la sociedad. “Por supuesto hay revoluciones en muchos sentidos —explica la autora—, no se puede entender sólo el género, ni sólo la clase, ni sólo la economía, ni sólo la política. Pero el feminismo desmantela esos núcleos del patriarcado como la propiedad privada y la patria potestad que parecían inamovibles. Por ejemplo, cuando la vida de las mujeres se considera más importante que la propiedad privada como en la primera ley de violencia familiar de la provincia de Buenos Aires, que dice que aunque seas el dueño de la casa si sos violento te tenés que ir vos y quedarse la mujer, entonces son logros muy importantes con una connotación política muy profunda y que cambiaron la vida de las protagonistas de una generación a otra, y eso no lo logró ningún otro movimiento político, lo logró el movimiento de mujeres”.
Y este proceso ha tomado un nuevo impulso con el movimiento Ni Una Menos, que supo poner a una importante porción de la sociedad a discutir los derechos más básicos de las mujeres haciendo eje en la necesidad de eliminar la violencia machista en todas sus formas. Ese movimiento encuentra sus raíces en los Encuentros Nacionales de Mujeres, encuentros federales, horizontales y democráticos que se realizan cada año en una provincia distinta y que permiten a mujeres de todo el país discutir sus problemáticas, elaborar sus demandas y construir consensos para conquistar nuevos derechos. Peker entiende esos encuentros como un antecedente necesario. “El 3 de junio de 2015 es sin lugar a dudas un antes y un después en la repercusión social, en los medios, en las redes sociales, como llega, en la repercusión política, en la repercusión en la agenda pública, y además en su permanencia, porque no fue un fenómeno que explotó y después se cayó, sino que para mí lo más importante es la marcha del 3 de junio de 2016, el 19 de octubre de 2016 el primer paro de mujeres y el paro internacional del 8 de marzo y el enorme y potente documento del 3 de junio de este año, o sea es un movimiento sostenido con una organización enorme muy horizontal, muy federal, muy popular”.
Pero este fenómeno de avance también genera reacciones. El problema central, según la periodista, reside en la impotencia de los varones ante la pérdida de sus privilegios y, particularmente, ante el desafío a la autoridad primitiva del varón sobre la mujer. Es así como, por ejemplo, las mujeres que denuncian la violencia se exponen a un mayor peligro, ya que el agresor entiende que la denuncia es una provocación a su autoridad. Sobre este tipo de situaciones el Estado tiene mayor responsabilidad como garante de la seguridad de la denunciante, pero también es donde más faltan las políticas de género. Ni las fuerzas de seguridad, ni la Justicia, ni el poder ejecutivo desarrollan políticas profundas de contención. Por el contrario, estas reacciones al avance del movimiento de mujeres se expresan con claridad en las instituciones del Estado, ya no sólo desatendiendo la problemática de la violencia de género en sus diversas formas sino también actuando sobre las víctimas y en su contra. Uno de los ejemplos más resonantes de esta reacción es el caso Belén, que sacudió al país durante 2016. Casos como este se han multiplicado, según Peker, desde que la lucha por el aborto legal, seguro y gratuito se discute masivamente en la Argentina. La periodista afirma que, si bien el aborto siempre fue ilegal, generalmente no se llevaba ante la Justicia a las mujeres que lo realizaban, pero de un tiempo a esta parte los casos judiciales se han multiplicado exponencialmente, dando cuenta de esta tendencia reaccionaria en algunos sectores de poder.
Esta reacción también se sostiene sobre la apatía que una importante mayoría de varones siente ante el movimiento de mujeres y el reclamo de sus derechos. Aun en el marco de una creciente participación de varones en las marchas, la ausencia es notable en otros ámbitos. “A mí lo que me asombra y no me gusta —expresa la periodista— es que los varones no van a presentaciones de mujeres periodistas, de escritoras, no están escuchando y no están leyendo al movimiento político más potente de la argentina en este momento. Entonces se da un fenómeno de ninguneo por parte de varones intelectuales militantes, activistas o ciudadanos que me parece asombroso, que me parece negativo. Me parece que los excluye de aprender, que perjudica por supuesto que el cambio sea compartido y que, además, a algunas mujeres más que a otras, nos duele por motivos personales o profesionales o por una postura de inclusión con los varones. Este ninguneo es así porque el movimiento de mujeres consiguió mucho más que lo que los varones creían que las mujeres iban a conseguir”.
Estas ausencias reviven un debate acerca de la responsabilidad que le cabe al movimiento de mujeres a la hora de convocar a los varones, pero para la autora eso está claro. “Creo que en los movimientos de mujeres hay distintas posturas, la mía personal es muy inclusiva hacia los varones, a mí ciertas posturas me pueden gustar más o menos. Ahora la verdad que echarle la culpa al movimiento de mujeres porque en una charla hoy en Tucumán había 100 mujeres y no hay ni un 10% de varones me parece mucho. Es como siempre, las que tienen el problema son las mujeres. Creo que el tema está en que lo que tienen que hacer los varones no es a venir a liderar el movimiento de mujeres o a contar cómo se hace, lo que no quieren hacer los varones es escuchar. Parece que los varones si no pueden ser protagonistas no tienen nada que aprender. Entonces puede ser que el movimiento de mujeres pueda cambiar, que pueda ser más inclusivo o pueda haber muchas posturas hacia adentro porque no somos un movimiento homogéneo sino heterogéneo. Pero nuevamente creo que la responsabilidad no está en que hacen bien o no las mujeres, sino que esta vez, muchachos, toca escuchar”.