El desafío de acompañar infancias y adolescencias trans
Sol tendría cuatro o cinco años. Silvana, su mamá, decidió consultar con una psicóloga porque sentía que algo estaba pasando y quería saber qué hacer. La especialista le dijo que espere, que todo se iba a acomodar, que era una etapa. Casi 10 años después Sol se plantó y pidió que la trataran como la persona que es: una adolescente transgénero.
Leo le dijo a Laura que era un varón trans a los 13 años. Lo primero que ella pensó fue “cómo no me di cuenta antes”: el repaso por los años anteriores, por las ‘señales’ que posiblemente habían estado, la culpa por no haber podido leerlas.
“Cuando ella me plantea que era una persona transgénero y empiezo a hablar con médicos, a investigar y a informarme sobre qué es eso, me cerró todo. Empecé a entender a esa hija que siempre fue y todo lo que venía ocurriendo desde que ella tenía tres años”, dice Silvana Monteros Latora, y habla de su pequeña Sol - que hoy tiene 16 años- con un orgullo que no le cabe en la mirada. Pero además habla de la culpa que también había mencionado Laura García Motes, mamá de Leo. “Me pregunté muchas veces por qué no seguí investigando cuando Sol era chiquita, por qué me quedé con la respuesta de un solo profesional, por qué no hice algo más para acompañar a mi hija desde antes porque en el fondo sentía que la había dejado atravesar estos años sola”.
Hablar de la culpa y de los miedos fue fundamental para estas mamás que en el encuentro con otras familias pudieron fortalecerse y acompañarse. Hoy son integrantes activas de un espacio formalizado en 2018 y que se conoce como Fundación Transformando Familias. Lo que empezó como un intercambio de teléfonos se fue convirtiendo en un grupo de personas que necesitaban reunirse y compartir sus inquietudes. Ahora es un espacio en el que participan no sólo familias de niños, niñas y adolescentes trans sino también profesionales que les asesoran ante diferentes situaciones médicas, legales o administrativas.
Solo dejarles ser
“Esto fue tomando cuerpo con las mamás y los papás que venían a una consulta por sus hijos e hijas transgénero. Hablando con ellos pude dimensionar su angustia, ansiedad y hasta desesperación. Los veía sentirse solos en esta causa y pensé que era necesario que se conocieran entre ellos”, cuenta la doctora Fabiana Reina, médica tocoginecológica (MP:4876) especializada en endocrinología ginecológica y referente en atención integral a personas con diversidad de género por el Programa Nacional de Salud Sexual y Reproductiva y Diversidad de Nación.
Fabiana es la presidenta de la fundación y es una de las primeras personas a la que las familias piden asesoramiento para iniciar o no un tratamiento hormonal con adolescentes trans. Ella advierte que su intervención se da en la pubertad, pero que la visibilización de las infancias trans aparecen de distintas maneras y a cualquier edad. “La construcción de la identidad empieza desde muy temprana edad. Por ejemplo, entre los dos y los cuatro años puede haber manifestaciones diciendo qué ropa quieren usar, poniéndose un repasador en la cabeza que simule un pelo largo, indicando que prefieren que le digan de una u otra manera”, explica la médica, y señala que en esa etapa no es necesaria la intervención en una transición sino simplemente dejarlos ser.
“En la pubertad, en cambio, sí hay intervención médica porque la biología empieza a empujar y aparecen cambios corporales que muchas veces son traumáticos. Ahí llegan las consultas por el bloqueo puberal, lo que llamamos la hormonización cruzada -la intervención médica que aporta las hormonas que dan las características de la identidad autopercibida- y entonces suele empezar mi relación con los padres”, cuenta Reina, que en la mayoría de los casos fue el nexo entre estas familias, que inicialmente sentían que nadie más sabía lo que les pasaba.
A los temores y ansiedades propias del desconocimiento de realidades invisibilizadas se sumaron las cuestiones formales y burocráticas. “Al principio nos reuníamos donde podíamos e íbamos trabajando distintas temáticas: los cambios de sus cuerpos, cómo acompañarlos..., pero también buscábamos informarnos sobre la modificación registral y cómo conseguirlo sin tantas trabas, hacer los trámites en las escuelas no solo por el cambio del nombre sino por el tratamiento, resolver cuestiones como la obra social y un sinfín de cosas por el estilo”, cuenta Monteros.
Entre todos buscan y encuentran algunas respuestas, y se dan cuenta de que varias de las situaciones que atraviesan son compartidas. “Algo que aparece mucho entre los relatos de los padres son los cuestionamientos por parte de la familia. A veces son abuelos, tíos o amigos que te dicen que esto es una etapa y que estás cediendo ante un capricho. Que te juzgan. Que te dicen que tu hijo solo sigue una moda. Creo que es una de las cosas más duras que atravesamos”, describe Laura, y cuenta que cuando realizó su primera consulta, el grupo ya reunía a unas 40 familias. “Muchas veces el eje de las reuniones son los cambios de los chicos, pero también es un proceso de transición para las familias”, señala.
Transformando familias y comunidades
La propuesta de la fundación no termina en un espacio de acompañamiento, sino que también busca incidir en la sociedad. “Uno de los temas que asustan son las tremendas estadísticas que rondan a las personas transgénero; nosotros apostamos a un cambio que tenga que ver con la amorosidad, la contención y la visibilidad de la existencia de la diversidad. Creemos que se va a generar ese cambio en la medida en que se pueda entender que las niñeces y las adolescencias trans y las identidades disidentes existen. En ese sentido, somos muy ambiciosos como fundación y queremos llegar a todos los lugares posibles”, señala García Motes, y agrega que, para esto, buscan aliarse con diferentes instituciones estatales y privadas.
El objetivo de incidir en la sociedad civil lleva a que desde la fundación se brinden charlas informativas, entrevistas con referentes de la temática y capacitaciones destinadas a profesionales o efectores de salud, de educación, del área jurídica, entre otros.
Además, mantienen reuniones mensuales en las que no solo planifican acciones sino que también comparten inquietudes. “Estos espacios son muy valiosos, y te das cuenta cuando ves a papás que salen de la primera reunión con un cambio que se nota hasta en su cuerpo. Salen mucho más orgullosos de sus hijos, hijas e hijes, porque empezaron a entender mucho de lo que antes era solo dudas y miedos”, comenta Laura, que define a Transformando Familias como “un espacio en donde compartimos la sonrisa de nuestrxs hijxs como un triunfo”.
“Que los y las chicas tengan en claro que su identidad autopercibida es un derecho es importantísimo porque saben desde dónde se paran en todos los ámbitos”, sostiene Silvana que encontró en la fundación un lugar donde luchar por el derecho de su hija y las personas trans. “Cuando Sol estaba empezando su transición, tenía que hacer educación física en su escuela y llegó el momento de hacer natación. Como no se sentía tan segura quería pedirle a su doctora que le hiciera un certificado para exceptuarse de la actividad, entonces charlamos y concluímos que no se trataba de ir tomando excepciones cada vez que surja una dificultad. Fuimos juntas a comprar un traje de baño y se vio tan espléndida, tan linda, que nunca más pidió una excepción para ningún tipo de actividad”.