Ni Una Menos: genealogía imperfecta
Fue multitudinaria. Fue espontánea. Fue un grito de dolor, bronca e impotencia. Sin un gramo de resignación, miles de mujeres salieron a las calles de todo el país. Era el 3 de junio de 2015. Eran las cinco de la tarde y la plaza estalló. Había mamás que venían de retirar a sus hijes de la escuela y fueron con las mochilas a cuestas. Pasaron las horas y cada vez hubo más y más gente. También había algunas columnas más o menos organizadas. Eran miles las mujeres que iban a buscar, además del abrazo colectivo, la necesidad de hacer algo con ese torbellino de emociones que ya no cabía en el cuerpo. Chiara Páez, una adolescente santafecina de 14 años, embarazada, había sido asesinada a golpes por su novio de 16.
“La primera convocatoria en Tucumán fue una movilización espontánea. No fue marcha. Fuimos a la plaza, absolutamente autoconvocadas”, dice Adriana Guerrero, coordinadora Nacional del Comité de América Latina y El Caribe en Defensa de los Derechos de las Mujeres (Cladem) Argentina. Adriana, además, integra el colectivo que nació aquel 3J: Ni Una Menos (NUM). Eso que primero había sido una consigna, después se convirtió en un movimiento que nuclea mujeres y diversidades que militan y trabajan para prevenir las violencias machistas y acompañar a las víctimas.
Ni Una Menos fue una respuesta masiva y transversal, pero la histórica lucha por los derechos de las mujeres y el reclamo de justicia ante los casos de violencias machistas ya pisaba fuerte las calles tucumanas. “En Tucumán ya nos veníamos organizando. La desaparición de Marita Verón en 2002 y el crimen impune de Paulina Lebbos, casos emblemáticos y en los que aparecía involucrado el poder político, dieron lugar a procesos de organización y movilización importantes”, señala Alejandra del Castillo, militante de Política Obrera y de Ni Una Menos Tucumán. Para ella, aquel primer 3J le dio un carácter nacional a esta lucha contra los femicidios y la responsabilidad del Estado.
“Me acuerdo de que organizamos esa marcha desde un sentimiento distinto a la del 8 (de marzo), o la del 25 (de noviembre). Era algo que salía, era mucho más visceral”, cuenta Milagro Mariona, periodista feminista e integrante de Ni Una Menos Tucumán. En ese momento, Milagro vivía en San Martín de los Andes y militaba en la agrupación Socorro Rosa. Desde allí habían impulsado en 2015 la convocatoria para aquella marcha en un lugar atravesado por otro femicidio ocurrido días antes. De norte a sur, había algo que se estaba gestando a partir del dolor y el hartazgo: “En ese momento yo lo sentía como desde otro lugar. Como algo nuevo, como algo que estaba despertando y que estaba despertando en un montón de sectores de la sociedad que nunca antes se habían movilizado de esa manera”, señala Mariona. “Creo que lo más fuerte fue ver la enorme diversidad de mujeres y reivindicaciones. Por primera vez estábamos en la plaza autorepresentándonos”, dice Adriana.
Ni una menos Tucumán: más que una bandera
El 3 de junio de 2016 la realidad no había cambiado demasiado. Lo que sí se había renovado y reforzado era la necesidad de organizarse y tomar las calles para exigir que el Estado tome medidas preventivas e implemente leyes que seguían siendo ignoradas. El caso Belén (nombre ficticio para proteger la identidad de la víctima) había sacudido la provincia y el movimiento feminista tucumano puso todas las herramientas aprendidas a lo largo de años de lucha en la búsqueda de justicia. Belén estaba presa por haber sufrido un aborto espontáneo. Sus derechos habían sido sistemáticamente vulnerados y fueron otras mujeres las que se pusieron el trabajo al hombro. Así se conformó una mesa de apoyo a la causa, integrada por organizaciones feministas, organismos de derechos humanos, partidos políticos y decenas de activistas. “Es un poco el antecedente de lo que va a ser después con el Ni Una Menos en el 2017”, opina Milagro.
2017 fue el año en que nació, oficialmente, Ni Una Menos - Tucumán. Adriana recuerda que la primera charla para organizarse como tal fue en el Espacio para la Memoria Escuelita de Famaillá. “Celina de la Rosa y Valeria Totongi (periodistas), con las que coincidía en ese momento en ese espacio como espacio de militancia, me propusieron que convoquemos en Tucumán. Yo no lo tenía muy claro, pero dije sí”, comenta.
“En 2017 fue mi primera marcha, el 8 de marzo. Las reuniones eran en prensa, éramos muchísimas, muchas compañeras con mucha trayectoria en acompañar casos de violencia o de trata (de personas) pero también muchas jóvenes”, dice Agustina Vilte, integrante del colectivo que en aquel momento tenía poco más de 18 años.
La continuidad del movimiento a lo largo de estos siete años responde, entre otras cosas, a la voluntad de seguir construyendo de decenas de mujeres. “Creo que son importantes de sostener y en los momentos más difíciles como ahora, aún más”, reflexiona Agustina, que forjó gran parte de su ser militante en NUM.
Las reivindicaciones históricas, las nuevas demandas, la discusión de la legalidad del aborto, la efectiva implementación de la Educación Sexual Integral (ESI), todo eso y más, se cristalizó en un movimiento masivo. “Ni una menos logró con su contundencia en la movilización, con la velocidad para responder con presencia en la calle de todo el país, que no sea fácil negar nuestra existencia”, explica Guerrero que milita el feminismo en Tucumán desde la década del 90. “A los 10 años de NUM lo preceden los más de 20 de los encuentros nacionales de mujeres”, destaca.
“El movimiento de mujeres en Tucumán, pero en todo el país, fue un factor muy importante en la situación política”, dice Del Castillo cuando piensa en estos casi 10 años de NUM. “Arrancó el derecho al aborto legal haciendo frente a todas las presiones de la Iglesia Católica, pero también Evangelista, profundamente entrelazadas al Estado y los gobiernos. Convocó al primer paro en el gobierno macrista y este 8 de marzo, a pocos meses de la asunción de Milei, y frente a las amenazas de derogar el aborto legal, salió masivamente a las calles”, enumera la militante. Todos estos datos confirman la contundencia de la que hablaba antes la coordinadora de Cladem.
Después de la ola, la construcción continúa
2018 fue, quizás, la cresta de la última ola feminista. Esa donde el apogeo y la conquista de derechos hacía sentir que todo cambio era posible e, incluso, definitivo. Pero, como ocurre con todos los procesos históricos, no existen los puntos de no retorno, sino que se trata de una constante lucha con grandes avances y muchos retrocesos.
“No es fácil sostener estos 9 años y, sin embargo, aquí estamos”, dice Adriana que este 3J se volvió a poner el pañuelo violeta y el verde y salió con el puño en alto porque siente que este espacio, en esta provincia es “uno de los colectivos en los que podemos construir sobre nuestros acuerdos y respetando nuestras diferencias”. “En Ni Una Menos defendemos la organización independiente del Estado y es un espacio en el que escuchan la perspectiva socialista que levantamos desde mi organización, Política Obrera”, responde Alejandra cuando se le pregunta por qué sigue construyendo en este espacio.
Y no solo se trata del espacio donde, a pesar de las diferencias, existe una sólida base de consensos, sino también de la necesidad de sostener batallas que habían sido ganadas y que hoy corren riesgo. “Volver a empezar a estar en eje con la convicción de que tenemos que seguir dando batalla, que la batalla no termina nunca, no termina nunca contra este sistema que oprime, este sistema de desigualdad, de perversidad, porque nos enfrentamos contra todo eso”, dice Mariona, con la convicción de que no quiere vivir en un mundo de esta desigualdad. “Sí, pretendo dejar el mundo un poquito mejor. No yo sola, sino yo con mis compañeras, porque también es una convicción construir colectivamente”, remarca.
De redes feministas y luchas inclaudicables
Este año llegó a juicio el exsenador y ex gobernador de la provincia José Alperovich. El debate para determinar su responsabilidad en los casos de violación y abuso sexual contra una ex colaboradora de su espacio político se realiza en Buenos Aires y este lunes le tocó declarar. “Para nosotras como colectivo es un logro. Es una muestra de la importancia de la unidad y la coherencia en la lucha y que sea un 3 de junio es casi un premio”, dice Adriana. “Se llegó a esta instancia luego de una lucha muy importante frente a la impunidad de los poderosos. El movimiento de mujeres salió rápidamente a apoyar a la denunciante y a movilizar por el juicio y castigo”, señala Alejandra.
Milagro fue, además, la vocera de la denunciante del exmandatario. Para ella, que hoy la acompaña desde otro lugar, esto tiene una carga extra: “la de decir, mirá qué día te toca. El día en donde salimos y gritamos en las calles, en donde se cumplió un nuevo aniversario de que dijimos que no nos callamos más”.
2024 promedia con un profundo retroceso en materia de derechos ante el avance de la extrema derecha que puso en el poder, por elección democrática, al libertario Javier Milei. Por otro lado, el reciente informe publicado por el observatorio de feminicidios 'Adriana Marisel Zambrano', que dirige La Casa del Encuentro, contabiliza 127 víctimas de violencia de género en los primeros cinco meses del año. Hace poco menos de un mes, Pamela Cobos, Mercedes Roxana Figueroa y Andrea Amarante, tres mujeres lesbianas, murieron tras haber sido incineradas por un vecino en un claro ataque lesboodiante. La cuarta víctima, Sofía Castro Riglos, es la única sobreviviente.
Ante estos hechos, ¿qué se puede hacer? Las mujeres y diversidades, cada vez más organizadas, siguen apostando por tejer redes y no rendirse. “Cuando fue lo de Pamela, Roxana y Andrea, salieron compañeras de todo el mundo a acompañarnos, a levantar sus voces y a manifestarse, acompañando al pueblo argentino y a la compañera que sobrevivió. Tenemos esa certeza también de que es una lucha que nos hermana a nivel mundial y que es global”, reflexiona Mariona.
Ante tanto retroceso en los discursos y en las políticas, no solo se trata de sostener, sino de seguir construyendo. “Es un espacio en el que tirar una idea y convertirla en realidad, un lugar de resistencia donde encontrarte con muchas a las que le duele el mismo dolor que a vos, pero no solo nos duele, nos moviliza. Nos lleva a las calles”, remata Agustina, que estuvo desde temprano preparando la actividad de este 3J. En esas calles, cientos de veces se escuchó cantar: ‘poder, poder, luchar con la compañera le gusta a usted, le gusta a usted’. Ese fragmento es, de alguna manera, una síntesis de lo que implica este movimiento poniendo y tomando cuerpo en la vía pública. “No hay nada que nos represente más, la lucha es colectiva y ese es nuestro poder”, resume la joven.
Seguir construyendo en este contexto es imprescindible. “Pienso en Norita (Cortiñas) y en sus 94 años y en todo el legado que nos ha dejado de resistencia, de seguir adelante, de no claudicar”, reflexiona Milagro que nuevamente se paró en el escenario a ponerle el cuerpo y hacerse cargo, de alguna manera, de toda una genealogía feminista y de mujeres que se animaron a romper el silencio.