Todo lo que puede pasar cuando alguien decide usar una falda
“No me molesta el pronombre que usen así que decime él porque yo hablo de mí así, aunque me identifico como no binarie”. Fran Martínez Bravo tiene 13 años. Está vestido de negro, con una falda que se compró él mismo y una blusa que era de su mamá. Se maquilló para las fotos y disfruta de posar. “Quiero ser influencer, youtuber. Me gusta la comedia y hacer entrevistas. Por ahora tengo una cuenta en instagram, así que síganme”, dice con una sonrisa nerviosa, mientras se acomoda con las dos manos los mechones rubios que le caen en la frente.
En el patio de su casa, en el espacio que fuera el escenario de un bar cultural, Fran se sienta con las piernas cruzadas. “Desde muy chiquito me interesé en cosas que no se consideran muy masculinas”, cuenta, y dice que su mamá y su papá bancan que su hijo sea queer porque son personas de mente abierta que participan de la militancia transfeminista. Habla de ellos amorosamente, se siente acompañado y se reconoce un privilegiado.
Fran se describe como una persona relajada y libre. Juega y se ríe como un niño en un cuerpo adolescente de 1,70 metros. Sus palabras tienen la seguridad de quien se piensa y se construye conscientemente. “Cuando me empezó a gustar el maquillaje, a los siete u ocho años, no pensé que era por una cuestión de género. Ahora tampoco pienso en la sexualidad a la hora de definirme sino que pienso en cómo me siento. Sé que me estoy descubriendo y está bueno eso de descubrirse, divertirse y jugar sin la etiqueta de ‘esto es de varón’ o ‘esto es de mujer’”.
¿Cómo te autodefinís?
No me gusta encasillarme en un género, puedo fluir dependiendo de cómo me sienta más cómodo. A veces desarrollo más mi lado femenino, otras mi lado masculino o me quedo en no binarie (que no se identifican con el género masculino o lo femenino. Pueden ser ambos o ninguno).
¿Cómo fue tu infancia?
De chiquito no tenía muchos amigos, supongo que porque no me veía reflejado en ellos. Tampoco me lo cuestionaba. Como a los siete me empecé a dar cuenta de que no me interesaban las cosas que les gustaban a mis compañeros; sentía que era demasiado diferente a ellos, y supongo que a los chicos no les gusta estar con gente tan diferente, entonces se alejaban.
¿A qué te referís con ‘ser diferente’?
Me gustaban cosas como el pelo largo; quería hacerme las colitas, pero no me ponía a pensar por qué me gustaba tanto el pelo así. No lo relacionaba ni con el género ni con la sexualidad, sino que simplemente me gustaba. Después, a medida que vas creciendo y se enteran de que sos gay, te tratan diferente al resto, no en el sentido de mala onda o de discriminarte. Por supuesto que algunos se alejaron, pero yo hablo de los que intentan incluirte y no saben cómo no molestarte.
¿Qué hiciste o qué hacés cuando sentís eso?¿Podés hablarlo?
Me acuerdo que les planteé y me respondieron que no se habían dado cuenta. El problema eran los docentes, que si bien no hacen las reglas, sí las siguen. Es como que entrás a la escuela y tu cuerpo les pertenece. Por ejemplo, yo me quería teñir el pelo y no me dejaron porque no quieren que nadie resalte, quieren que todos sean iguales. En teoría era un colegio de progres y podías ser quien seas, pero esto mientras ellos estuvieran conformes.
Y a los docentes, ¿pudiste decirles algo?
Cuando pude decirles a los profesores lo que me pasaba sentí que me empezaron a respetar -dice, y marca con los dedos unas comillas en esta última palabra-. El problema fue que todo lo que no les parecía no me lo decían a mí sino a los padres. No la pasé muy bien y, por suerte, pude cambiarme de escuela. Ahora voy a otro colegio. Voy con maquillaje, y me tratan como alguien maquillado y ya.
¿Cómo fue hablar con tu familia?
La primera persona a la que le dije que era gay fue a mi abuela. Ella es mi ídola, es lo más. Me escuchó y después seguimos hablando de su vida, y eso fue maravilloso y relajante porque yo no quería quedarme horas hablando de esto que acababa de descubrir de mí. Quería decírselo a alguien, que alguien más lo supiera, porque en ese momento pensaba cuánto tiempo iba a guardarlo. ¿Tengo que esperar a los 20 años? ¿O a tener un novio? No quería guardarme lo que soy como un secreto. Después cuando hablé con mi mamá y mi papá me di cuenta de que nunca habían pensado que era heterosexual. El momento fue cuando les dije que quería usar falda.
¿Por qué fue el momento?
Porque quedaron en shock. Al principio pensaron que les estaba planteando ser trans, y tampoco era eso; les quería explicar que no, que era un pedazo de tela y que estaba bonito. Obviamente no podés esperar que desde el principio entiendan todo, pero la gente que te quiere hace el esfuerzo. La charla con mi mamá no fue una gran charla, ella quedó shockeada, pero siempre me apoya y me acompaña; supongo que después se fue acomodando. Con mi papá sí fue una charla. A los días de que se los dije, salimos en el auto y en un momento me dice “pasá para adelante”. “Uhhh -me dije-, ahora se viene la conversación”. Me planteó que era muy chiquito para usar falda: me acuerdo que le respondí que a nadie le parece que una nena de dos o cuatro años es muy chica para usar pollerita. Creo que ahí se dio cuenta que estaba queriendo hablar de mi género y que estaba mal lo que planteaba, y lo terminó aceptando. Uno idealiza tanto a sus papás y no sabés cómo pueden reaccionar.
¿Cómo fue cuando te compraste la primera falda?
Fue en julio o agosto del año pasado. Un amigo que cose ropa me hizo las dos primeras, y las combiné con remeras y accesorios; me encantó ver lo que me salía. También le robo ropa a mi mamá o me las da porque le pido algo de tal tela y ella siempre tiene. Cuando mi mamá me compró una falda me di cuenta que lo que le pasó fue un shock y que ella quería apoyarme, pero no sabía cómo, porque no viene una instrucción de cómo ser padres y menos de una persona queer. Creo que la mayoría de los papás cuando son papás idealizan cómo será su hijo. La sociedad te enseña a creer que crecerá siendo hetero, que va a tener una familia tradicional.
¿Y cómo es salir a la calle lookeado con una falda y maquillaje?
En Tucumán pasan un montón de cosas muy fuertes y, a pesar de eso, siento que hay bastante respeto. Hasta ahora no he recibido agresiones. A veces tengo puesta una y para salir elijo cambiarme por un pantalón porque no tengo ganas de bancarme una mirada o algo. Estar siempre en lucha, a veces, cansa. Yo meto la lucha en todos lados, pero uno se quiere relajar, al menos cuando vas a comprar al almacén.
¿Cómo te imaginabas la reacción de tu entorno, de tu familia, de tus amigos?
Cuando salí al mundo como gay no sabía qué esperar. Si bien la mayoría de las cosas que me pasaron fueron buenas, otras no. Pasa que vivimos en un mundo heteronormado y me pasó que alguna gente se apartara. Cuando empecé a usar falda había un montón de gente opinando. Entoces asumí que no todo lo que iba a pasarme sería bueno y, si lo mejor que encuentran para lastimarme es decirme puto, no me ofende. No me modifica en nada. No me afecta en mi vida. Cuando me bardean en redes sociales ya no me interesa.
Hablar con Fran es olvidarse de que tiene 13 años. Tiene una mirada fresca y desestructurada de todo, y quizás de allí proviene la seguridad y la madurez con la que se expresa. “Yo no voy a tener hijos”, comenta al pasar mientras se sirve un vaso de agua después de casi una hora de charla y, sin que medie pregunta alguna, completa: “Es una responsabilidad muy grande. Tenés que estar dispuesto a pensar siempre en esa persona. Lo que sí pienso es que en algún momento me gustaría poder acompañar a personas a las que les falta ese apoyo que yo siempre tuve en mi familia”.
Fran mueve las manos mientras habla. Cada cosa que explica las señala con sus dedos largos y cada tanto abre sus brazos como quien extiende alas. “Esta blusa es de mi mamá. Esta pollera es una de mis favoritas, cuando me la compré pensé que iba a salir a la calle e iba a cantar a lo Cindy Lauper”, dice, y no es difícil imaginarse la escena.