“En los medios hacen falta personas trans, gordas y marrones”
“Tengo un público mayoritariamente de mujeres de más de 40. Las madres, tías, abuelas son fanáticas de Kikin”, admite Kikin Díaz, quien ha llegado puntual a la entrevista. Tiene 32 años y desborda en simpatía. Sus uñas poseen un delicado diseño con esmalte semipermanente que no duda en presumir. Salustiano Zavalía llega como un torbellino: ha tenido que lidiar con cuestiones personales y además no recuerda qué actividad tiene después. “Antes anotaba todo en un cuaderno. Estoy en la crisis de la edad”, dirá convencido después, con 27 años. Ambos son actores y comunicadores, y tienen importantes trayectorias a pesar de ser jóvenes. Pero sobre todo, son parte de grandes cambios culturales en la provincia ya que representan abiertamente en los medios al colectivo de lesbianas, gays, bisexuales, transgéneros, transexuales, travestis, intersexuales, queer y más (lgbtiq+), con mensajes a la sociedad que hasta ahora han sido inusuales.
Al hablar con ellos no quedan dudas: los espacios que ocupan en lo laboral no solo los consiguieron por su reconocido talento, sino con años de esfuerzo y una seguridad sobre sí mismos que parece inquebrantable. Han transitado por numerosas obras de teatro, así como por la radio y televisión. Sus historias no son iguales, pero comparten la pasión por una de las artes más célebres y populares: la actuación. Sin importar el lugar en el que se encuentren, dicen, seguirán militando por más inclusión.
Kikin relata cómo llegó a los medios y a la actuación con una concatenación de los hechos ordenada, graciosa, introspectiva y clara, como si llevara un guión en su mente. Es divertido, ocurrente, y habla como si estuviese ante un amplio público al cual entretener. Es consciente de su labia: “si no me parás, puedo seguir hablando”, expresa, divertido.
A los 14 años ganó por primera vez un concurso escolar que le permitió conducir en la televisión "El futuro en nuestras manos”, que se transmitía por Canal 5, y eso fue lo que lo llevó a estudiar Ciencias de la Comunicación años más tarde. A los 17 asistió a un taller de teatro “como quien prueba una clase de yoga”, y le gustó tanto que comenzó a entender que ambas disciplinas iban de la mano: eran espacios para expresarse y posicionarse ante el mundo. Fue en segundo año de Comunicación -y con un excelente desempeño- cuando se animó a inscribirse también en la Licenciatura en Teatro, pero no se lo contó a nadie. Sus horarios se hicieron más espesos y tenía que organizarse para hacer las dos cosas. “Era como vivir una doble vida porque nadie sabía nada”, dice, riéndose.
En el segundo año de teatro ya nada era oculto, la vocación se le salía de las manos: ingresó mediante un casting a una obra del grupo teatral La Vorágine, que lo llevó a realizar funciones en Mar del Plata y México. No paró más: trabajó en numerosas puestas, en la serie web “República de Tucumán'' junto al cómico Miguel Martín, y en programas de radio; actualmente co-conduce “Un domingo jugado”.
Su anhelo, entre otras aspiraciones, es ser un interlocutor de multitudes.
Salustiano es extravagante y extrovertido. Tiene unas zapatillas con plataforma de color amarillo fosforescente, unas gafas de sol cuadradas, también grandes, que no se saca por nada. Su largo cabello rubio se encuentra recogido. Es un torbellino de ideas y hace reír con facilidad.
Cuenta que siempre supo que iba a ser actor. Pero no solo se dedica a eso: tiene una banda de música en la que canta: “Los estabilizadores del ánimo”, conduce un programa en plataforma de streaming “El Precio es el Mismo” y está por presentar su primer libro, “Me gustaría no tener corazón y ser hermoso”. Además es drag queen, aunque admite que “a medias” ya que no trabaja en boliches. Pero lo que más le gusta es actuar.
Desde niño, mientras el resto de sus amigos y amigas soñaban con ser astronautas o médicos, él ya proyectaba su vida como actor. Su pasión hizo otro click cuando escuchó a un profesor de teatro leer “La paralítica”, de Alejandro Urdapilleta “¿Quién escribió eso?”, se preguntaba, profundamente erizado. Y desde allí se entregó a ese mundo.
Además es fanático de Fabiana Cantilo, a quien pudo conocer el año pasado e incluso cantar junto con ella arriba de un escenario. “Nos conocíamos desde hace años, ella me ubicaba porque yo estaba en su club de fans”. Hoy manifiesta con orgullo que continúan en contacto y asevera, con una justificada falta de humildad, que no solo volverá a cantar con Cantilo: algún día, dice, grabará junto a ella.
La visibilidad también es política
La popularidad de ambos es también una cuestión política. Con los avances en materia de derechos para las disidencias sexuales, hoy resulta casi inoportuno apelar al concepto de la “salida del clóset”, como si fuese una obligación autodeterminarse ante los demás. Sin embargo, aún parece necesario librar algunas batallas culturales para lograr una mayor apertura e inclusión para con los gays, bisexuales, travestis, trans, etcétera. En este sentido, los medios de comunicación son muy importantes para visibilizar y condenar las lógicas conservadoras y discriminadoras de la sociedad hacia ese sector.
Fue Kikin quien en 2021 debió usar, además de sus redes sociales, unos minutos en el programa que conduce para contar una agresión que había sufrido por su sexualidad. Lo habían insultado en un bar y la situación pudo haber avanzado hacia la violencia física. El actor reconoce que haber relatado esa experiencia en televisión sirvió para habilitar un tema del que quizás no se hablaba en los hogares que lo estaban escuchando. Según él, su exposición y visibilidad le sirvieron para extender a la sociedad esta problemática que otras personas del colectivo también viven.
“Un comunicador siempre tiene responsabilidades, aunque muchos no las asumen. Mucha gente comunica y dice cosas sin pensar dónde impacta”, opina, y añade que en la televisión tucumana la representatividad lgbtiq+ existió siempre de manera velada, escondida, porque se separaba la vida privada de la pública. “Nosotros (por Salustiano y él) somos transparentes, no impostamos la voz, hablamos con la que tenemos, no hacemos un personaje. Eso es un montón para la gente que lo está viendo, sobre todo para las infancias o las adolescencias que pueden sentirse representadas”.
Salustiano, por su parte, comenta que a su identidad sexual la lleva a todas partes, no solo a su trabajo. “Yo soy tan maricón y es tan evidente…”, expresa. Y cuenta que cuando trabajó en el programa “La noche de la caja número 10” no dudó en requerir lo mismo que sus compañeras mujeres. “¿Les ponen extensiones a ellas? Yo también quiero. ¿Las maquillan? Yo también quiero”, le decía a la producción.
Ambos concuerdan en que no negociaron nunca su identidad para trabajar. No se masculinizaron a sí mismos para tener la aceptación de sus empleadores. Y cuando la condición fue la moderación, no aceptaron. Ocupar espacios de gran alcance es importante para dar los mensajes que la sociedad necesita, dicen, así como para construir representaciones que pueden ayudar a muchas personas a naturalizar la diversidad del mundo.
Al mismo tiempo, expresan que si bien el hecho de no cumplir con la heteronorma trae aparejadas ciertas violencias, se consideran dos personas con muchos privilegios ya que otros sectores han transitado y aún transitan opresiones graves. “Hay gente a la que echan de sus casas, no consiguen trabajo o también están quienes han sufrido violencia”, señala Salustiano. Añade que la urgencia más grande es con la comunidad trans: “no puede ser que nunca en la vida una persona trans te atienda en el kiosco, que no te atienda una trans en la repartición pública, que no haya una trans en la radio”.
Kikin coincide en que hace falta que esas disidencias lleguen a los medios tucumanos; de lo contrario, los avances en derechos humanos no están realmente cristalizados. Advierte que no es la única causa por la que lucha: “me representan también las luchas de la diversidad corporal. Estamos muy atrás en ese debate, no se habla tanto en los medios acerca de la gordofobia, todavía se buscan modelos estereotipados. Y también nos falta representación marrón en los medios, en el norte la gente es marrón. Y esas personas tampoco se encuentran visibilizadas”.
Muchas veces la discusión en el colectivo lgbtiq+ es si resulta necesario seguir nominalizando la diversidad con etiquetas que bien podrían no existir. Los actores concuerdan en que en algún momento quizás no sea lo imprescindible, pero que mientras las voces de las comunidades postergadas sigan siendo acalladas, es importante que se sientan representadas y sean nombradas.
En Argentina existen diversos avances en materia de género como el matrimonio igualitario, la ley de identidad de género y, desde 2021, el cupo laboral travesti trans, pionero en el mundo. Sin embargo, según los actores, además de una efectiva implementación del cupo trans, falta más concientización social y menos discursos de odio hacia las comunidades que no cumplen con la heteronorma. Y en lo que refiere a los medios, además de incorporar a las personas disidentes a esos espacios de trabajo, es importante que los y las comunicadores se informen sobre las demandas del colectivo y sobre las leyes que los amparan. “No puede ser que muchos comunicadores no tengan capacitación en perspectiva de género. ¿Cómo alguien puede decir que las personas trans cobran por ser trans?”, comenta Salustiano, en alusión a los recientes dichos de Carmen Barbieri y Amalia Granata por televisión nacional. “Hay mucha gente que hace mucho tiempo ocupa espacios y no se aggiorna. Y no pido que las saquen. Pido que se pongan a tono con lo que está pasando”, reclama.
Faltan muchos cambios aún para que los medios sean más justos y amables con este sector, pero la condena a estos dichos y la difusión de información pueden convertirse en una contracara que facilite estos procesos. “Es importante acceder a las decisiones en los medios que, sobre todo en los hegemónicos, siempre recaen en pocas personas; ingresar a esos lugares, donde la mayoría son varones que desde el privilegio no se cuestionan la representatividad de las disidencias. Si a estos espacios empiezan a ocuparlos las mujeres o la diversidad, habrá otro proceso de reconocimiento y de validación que nos permitirá crecer como sociedad”, interpreta Kikin.
Para estos comunicadores, habitar espacios de amplia llegada trae consigo una responsabilidad enorme con quienes todavía no han llegado hasta allí. Es por eso que seguirán siendo parte de estas disputas y construyéndose como representantes orgullosos del colectivo lgbtiq+.
Mientras tanto, entre luces, telones y micrófonos, seguirán trabajando también por sus sueños. Kikin dice que le gustaría llegar a muchas personas con su trabajo. “Quiero estar hasta el último día de mi vida actuando arriba de un escenario, mientras pueda lo voy a seguir haciendo. Mientras me dé el cuerpo, la voz y todo voy a estar ahí tomando el micrófono para llevar un poco de lo que soy a la gente; y si la gente lo elige y lo compra, buenísimo”, dice, cargado de ilusión.
“A mí me gustaría trabajar con gente que admiro, como José María Muscari, y no es de cholulo. Me encantaría -afirma Salustiano-. Y lo que más quiero es disfrazarme y jugar al teatro como cuando era chiquito. Y si me pueden pagar, mejor. Estar disfrazado y hacer reír a la gente…”.