La hormonización, la violencia y la costumbre de hablar sin saber
El caso de Lucio Dupuy conmociona y duele. Porque tenía cinco años. Porque fue asesinado brutalmente a golpes. Porque quienes debían cuidarlo, lo torturaron y lo abusaron. Porque fallaron todos los protocolos y procedimientos del Estado para proteger a las infancias. Porque la sociedad sigue normalizando la violencia como metodología educativa.
Por la muerte del niño, fueron condenadas su madre, Magdalena Espósito Valenti, y su pareja, Abigaíl Páez. La Justicia las consideró autoras materiales y penalmente responsable del delito de homicidio, triplemente y doblemente calificado por el vínculo, por alevosía y ensañamiento. Además, Páez fue condenada por el delito de abuso sexual “agravado por tratarse de la guardadora y por haberse cometido contra un menor de 18 años de edad, aprovechando la situación de convivencia preexistente como delito continuado”, según expresa el veredicto del Tribunal de Audiencias de La Pampa.
“Es algo muy difícil de llevar y tiene que ser un caso bisagra para todos. Hay que hablar, hay que denunciar el maltrato infantil”, dijo Mario Aguerrido, abogado querellante de la familia de Lucio. “Es la pena máxima, más allá de las diferencias en cuanto al abuso sexual relacionado únicamente con la mamá y no con la pareja, entiendo que la pena será de prisión perpetua”, expresó Walter Martos, el fiscal de la causa. “Agradezco a toda la gente por los kilómetros que hicieron para conocer la culpabilidad de las asesinas. Lucio marcó historia en Argentina”, comentó Ramón Dupuy, abuelo de la víctima.
El crimen de Lucio y la “ideología de género”
“¿Desde cuándo se está hormonizando este monstruo?”, preguntó el médico Rodrigo Salemi en un informativo del canal A24. La pregunta hacía referencia a Abigaíl Páez, quien habría solicitado continuar con su tratamiento de hormonización en la cárcel. Y luego, el mismo médico, responde: “El efecto adverso más importante de la hormonización son las fluctuaciones emocionales. Esto quiere decir mayor agresividad”.
El infanticidio de Lucio provocó que parte de la sociedad señale a los movimientos feministas como responsables de la violencia. “¿Dónde están las feministas?” fue la pregunta que se repitió en los medios hegemónicos nacionales. Y dejó en evidencia la misoginia y el homoodio colectivo de una sociedad que cuestiona y saca conclusiones sobre los modos correctos de maternar.
Que las asesinas participaban en marchas de “Ni una menos”. Que militaban la consigna de “muerte al macho”. Que son una consecuencia de la “ideología de género”, fueron algunos de los dichos que circularon en redes sociales para descalificar las luchas feministas. Desde que la causa de Lucio se mediatizó, muchos sectores políticos y mediáticos pusieron sus prejuicios en una misma bolsa para atacar los avances en materia de género en Argentina.
El debate que se inició en el programa de A24 fue entre periodistas y un médico no especializado en la materia. Así lo asume él mismo al aclarar que la idea de la agresión como efecto adverso: “no la dice él, sino la Fundación Huésped”.
“Si yo hormonizo a un varón trans, no quiere decir que estoy transformando a esta persona en un ser violento”, aclara Fabiana Reina a La Palta, médica tocoginecológica especializada en endocrinología ginecológica y referente en atención integral a personas con diversidad de género por el Programa Nacional de Salud Sexual y Reproductiva y Diversidad de Nación. Y agrega: “si esta persona tiene un historial de contextualización donde yo supongo que va a ser violenta, eso tiene que ver con mi evaluación en el momento en que recibo al paciente”.
Reina, como médica experta en hormonización, deja en claro que la violencia no proviene del tratamiento sino del contexto en el que la persona- como cualquier otra- se desenvuelve socialmente. “Si eventualmente sé que la testosterona no lo va a volver más violento, pero tengo una persona que está en un contexto de violencia, tengo que trabajar sobre eso”, repite la especialista y comenta que “dar una información tan sesgada (como la del médico Salemi) amerita salir en respuesta a decir que el periodismo tiene que informar con perspectiva de género y con datos ciertos. Buscar personas capacitadas para responder a las dudas o cuestionamientos respecto a estos temas”.
Las fallas del Estado
A partir del crimen de Lucio, los medios y la sociedad reaccionaron contra los juzgados de familia y su “privilegio hacia las mujeres” al momento de otorgar la custodia de los niños. Un día antes de que el Tribunal declare culpable a las asesinas, la jueza Ana Clara Pérez Ballester fue denunciada por ser la responsable de homologar un acuerdo entre los tíos de Lucio y la madre, otorgando la tenencia del menor a las acusadas.
Sin embargo, un hecho no invalida otros. En Argentina, las estadísticas sobre violencia infantil muestran que el 62,1% de los agresores son hombres y el 53,8 % son los padres. Si se habla de violencia sexual, el 81,1% de los agresores son varones y el 24% de los niños, niñas y adolescentes víctimas fueron abusados sexualmente por sus padres biológicos. Que a Lucio lo hayan asesinado su madre y su pareja es alarmante, pero no deslegitima las denuncias de los movimientos de mujeres.
La Ley de Identidad de Género es clara y dice que una persona, por más que cambie su nombre en el documento, es responsable desde lo civil y lo penal como cualquier otra. Esto quiere decir que si alguien tiene una deuda o comete un delito con un nombre, esos derechos y deberes no desaparecen al cambiar la identidad. “Yo acompaño tres chicas y dos chicos dentro del sistema de reclusión de la provincia que están recibiendo su hormonización, pero no quita que van a tener que cumplir su condena”, dice Fabiana Reina.
Evitar la violencia por parte de adultos en el cuidado de infantes es también tarea del sistema de protección de niños, niñas y adolescentes, estipulado por la ley 26061, del año 2010. “¿Qué pasó con ese sistema que no hizo una evaluación como corresponde de la situación ante la que estaba Lucio?”, se pregunta la especialista y enfatiza en la falta de responsabilidad del Estado ante, por ejemplo, los cinco ingresos que tenía la víctima al sistema de salud por lesiones traumáticas. “Si bien la violencia es intrafamiliar y es privada, siempre tiene un contacto con el sistema de salud o con el sistema social. Siempre hay una vecina que ve o escucha, por ejemplo, y que no quieren intervenir”, reflexiona Reina y sostiene que una de las fallas tiene que ver con que la violencia está tratada al revés: “siempre llegamos tarde y el trabajo tiene que ser al contrario. Hay que prevenir y dar la información correcta”. La doctora concluye: “fijáte cuán complicado es perder a un niño de cinco años por maltrato, que lo de la hormonización de esta persona es la punta de un iceberg que muestra que toda la sociedad y las políticas públicas están fallando”.