El porno como herramienta educativa: entre la frustración y la violencia
“Pensar al porno como herramienta educativa es como pensar en Rápido y Furioso como una escuela de manejo”, dice Sabrina Ríos Minahk, psicóloga, sexóloga, terapeuta gestáltica y consultora en recursos humanos. El paralelismo no es antojadizo. En ambos casos se habla de referencias que son ficción y, como tal, distan bastante de la realidad. De la misma manera en que películas como Rápido y Furioso están colmadas de representaciones, estereotipos y acciones que en la vida real son irrealizables, la pornografía no es viable como modelo de aprendizaje.
Ríos Minahk asegura que, ante la ausencia de contención y la falta de formación y de información, el porno se toma como el camino más fácil y termina siendo una referencia. “Una referencia machista y violenta que va reproduciendo ideas recortadas y nocivas de lo que es la propia sexualidad y de las formas en las que deben vincularse con el propio cuerpo y con el entorno. El porno que tenemos más a mano, para las infancias, es heterosexual, coitocéntrico y violento”, explica la especialista.
Entre otros tantos argumentos para descartar la pornografía como herramienta educativa, está el hecho de que en estas producciones no se habla de placer, ni de disfrute. O no por lo menos en términos de igualdad entre los participantes. Tampoco existe el consentimiento ni la profilaxis. “Se aprende un guión sexual ajeno que después se intenta reproducir en la intimidad y genera incomodidad, exigencia, frustración, desconexión, entre otras cosas”, señala la psicóloga.
Otra de las representaciones que las películas porno reproducen son los roles desde los que se relacionan las personas que, además de ser construidos desde la heterosexualidad, son roles, en las palabras de Ríos Minahk, rígidos y perjudiciales. “Presentan, por ejemplo, al hombre como sujeto deseante y a la mujer en un rol cosificado, de objeto que no tiene lugar para su propio deseo. Va imponiendo una única forma de pensar, sentir y hacer en el sexo que no contempla ni a la individualidad, ni a la diversidad, ni la satisfacción sexual. Fomenta actitudes agresivas, expectativas poco realistas, conductas riesgosas, distorsiones de todo tipo”.
La Educación Sexual Integral entre mitos y desinformación
En 2006 se sancionó la Ley 26.150 que crea el Programa de Educación Sexual Integral (ESI). “La ESI propone un abordaje red entre la escuela, la familia y el Estado para garantizar el derecho al acceso a la salud. El objetivo general es educar desde el respeto y la empatía”, dice la especialista.
A pesar de que han pasado 17 años desde su sanción, esta ley ha sido y sigue siendo muy resistida. Sin ir más lejos, hace un poco más de dos meses, Ramiro Marra, referente de La Libertad Avanza, mandó a los chicos a mirar pornografía para aprender sobre sexualidad. "Yo no estoy en contra de la educación sexual. Fomento la pornografía”, dijo el legislador de la provincia de Buenos Aires y sin tapujos remató: “Es como yo aprendí".
Después de haber sido cuestionado por sus dichos, Marra salió a aclarar algunos puntos como que estaba de acuerdo en que la educación sexual debe existir en la infancia, que el objetivo principal debía ser detectar abusos intrafamiliares, que las maestras debían enseñarles a los chicos qué está bien y qué está mal y buscar y detectar pautas de alarma. Y, en esa misma aclaración, lo que dejó en claro es una serie de prejuicios y desconocimiento sobre la implementación de la ESI. “Los docentes no deben travestir niños en clase”, afirmó, al tiempo que enumeró acciones como inducir cambios de género en niños.
“La ESI brinda herramientas y enseña sobre afectividad y sexualidad de manera diversa, incentivando la inclusión para erradicar la discriminación y el bullying”, explica la psicóloga y sexóloga. Así que, lejos de ‘adoctrinar’, se trata de aprender sobre el derecho, sobre el propio cuerpo y sus límites. “El objetivo es aprender sobre intimidad y consentimiento para prevenir abusos y violencias de toda índole e incluso, también, reconocer si hubo o si están ante una posibilidad. Evitar reproducir discursos violentos, machistas y discriminatorios, construyendo un paradigma más saludable e inclusivo para todos”, advierte Ríos Minahk.
Las experiencias sobre la detección de situaciones de abuso sexual en las infancias, abundan. El obligar a niños, niñas y adolescentes a usar tales o cuales prendas no es real y habla más de los mitos o de los prejuicios. “Hay que aclarar que mucho se habla de ‘con mis hijos no te metas, a mis hijos los educo yo’ pero poco se habla de las estadísticas altas que existen sobre abuso sexual intrafamiliar”, dice. Y mientras señala esto advierte que, desde la implementación de la ESI, se expone y se previenen cada vez más estas situaciones al evitar el silencio y el encubrimiento.
Ocurre, también, que la educación sexual integral entiende la sexualidad como un concepto amplio que incluye el sexo, pero no se limita solo al él y tampoco se restringe a la genitalidad. La pornografía es reduccionista, en tanto desconoce que la sexualidad es una construcción compleja en la que influyen factores biológicos, psicológicos, sociales, económicos, políticos, culturales, históricos, religiosos. “Comprender a la sexualidad como una construcción compleja nos ayuda a dimensionar lo importante que es el acceso a la información desde la más temprana edad y siempre acorde a la edad de las personas”, advierte Sabrina y deja en claro que es imposible igualar pornografía y educación sexual integral.