La Palta

View Original

La ignorancia pesa más que la discapacidad

La coordinación que implica jugar al básquet en silla de ruedas haría avergonzar a todo aquel que se precie de cruzar la calle y comer chicle al mismo tiempo. La fuerza, la precisión y la puntería juegan un papel protagónico en el desempeño. Pero la palabra que mas engloba su actividad es voluntad. Para sobreponerse a todo aquello que de alguna manera les hizo sufrir alguna discapacidad y aún así practicar el deporte que aman. Y voluntad, a la décima potencia, para bancarse solos sin una mísera ayuda de nadie.

Las voces cantantes son dos y tienen nombres propios, Luis Budini y Diego Villafañe. El primero sufrió una inyección mal puesta a los seis meses de vida que le marginó gran parte de su caminar para siempre. El segundo, presa de un virus en su niñez, perdió la movilidad de las piernas para siempre. Pero el grupo no está compuesto sólo por dos personas. “En estos momentos somos unos 15 jugadores. Estamos jugando en la tercera división de Argentina. Estamos hace dos años entrenando en el Complejo Ledesma y llevamos su nombre en las competencias”, presenta Budini, que empezó esta práctica a los 14 y ahora tiene 58. Una vida.

“Existen discapacidades traumáticas, que por lo general son por accidentes, o por males congénitos o enfermedades”, cuenta Villafañe. Presentaciones de rigor hechas, es preciso alcanzar el quid de la cuestión: El remar sólo sin subsidios, ayudas monetarias o instrumentales y ni siquiera una palmada de apoyo. “Hoy los equipos de Chaco y Santiago del Estero tienen unas sillas hermosas que les dio las secretarías de deporte de su provincia. Nosotros no tenemos esa ayuda, por lo que tuvimos que armar las sillas nosotros con caños comunes. Pesan más del doble. Terminamos muertos. Tucumán debe ser la única provincia que no tiene esas sillas todavía”, prosigue Villafañe, casi con resignación.

Ok, las sillas no. pero, ¿Cuentan con algún subsidio que les permita viajar para competir? “No tenemos ninguno. Para viajar hay que hacer un expediente en la Secretaría General de la Gobernación, y la mayoría de las veces ni siquiera sale el subsidio”, tira Budini. Estuvieron en los últimos meses en Santiago del Estero y en Salta, en amistosos, siempre bancados por ellos mismos y amontonados en autos propios. Contadas veces la Dirección de Deporte los ayuda con el transporte. Ni siquiera necesitan un vehículo con adaptaciones especiales. No hay excusas. Todo a pulmón.

Los éxitos no debieran de ser necesarios para tener un mano solidaria que los apoye, pero en caso de serlo ellos tranquilamente pueden esgrimir el hecho de tener gente del grupo que juega en selecciones argentinas. Pequeño detalle. Hay lugares que se desviven por apoyar el alto rendimiento. Otros, por caso, se esfuerzan en obviarlo. “Presentamos notas en todas las autoridades provinciales y municipales para pedir subsidios que nos ayuden a solventar la nafta, el pago de árbitros y planilleros y todos los gastos que necesitamos cubrir. Hoy un árbitro, por ejemplo, está cobrando 130 pesos por partido. Y por lo general no tenemos respuestas” explica Budini.

No solo se margina a la gente con falta de rampas y veredas angostas. También se lo hace con la falta de apoyo. “La discapacidad es una dádiva en este lugar. Cuando un discapacitado recurre a un ente, ellos prefieren darte algo antes que promoverte para que puedas recuperarte, trabajar y producir. Es un problema general”, denuncia Villafañe. Una triste realidad.

El presente los tiene con la obligación de organizar por calendario un campeonato a fin de mes. Necesitan pagar el alojamiento de la gente que viene de otras provincias, el dinero para alquilar canchas y pagar árbitros y demás cuestiones. Será el 28 y 29 de este mes. Todavía no se sabe en qué lugar geográfico. No se sabe con qué dinero se van a solventar los gastos. Muchas incertidumbres y pocas certezas. Teléfono, para el que le quede el poncho.