Tres historias y un mismo escenario
31 años pasaron del 2 de abril de 1982, fecha en la que iniciaba la denominada Guerra de Malvinas. Aquel conflicto bélico entre Argentina y el Reino Unido, que tuvo lugar en las islas Malvinas, Georgias del Sur y Sándwich del Sur. La guerra fue impulsada por la dictadura argentina de Leopoldo Galtieri, que recurrió al sentimiento patriótico de los argentinos y envió tropas para recuperar la soberanía de las islas. Todo mediante una guerra prácticamente perdida y que, en ese momento, representaba el último manotón de un gobierno que se ahogaba.
Hoy, a la distancia, para la mayoría de los argentinos el 2 de abril no es una fecha cualquiera. Mucho menos lo es para aquellos hombres que lucharon y vivieron en carne propia el inicio del infierno de la guerra.
José Ramón Cardillo es un sobreviviente de esta historia. Luego varios años recuerda, con mucho orgullo y gloria, cómo fue a luchar por su patria. La que hoy le da la espalda a muchos de los ex combatientes. “Durante esa época era suboficial de la Armada Argentina, personalmente tomo a esta fecha como un recuerdo del inicio de la gloriosa gesta de Malvinas. Trabajaba en el Santísima Trinidad y tengo en mi memoria la imagen del desembarco en donde fuimos guiados por exploradores de la agrupación de comando anfibio. Al pisar tierra nos dividieron en dos fracciones con misiones distintas. Nuestro objetivo era tomar Puerto Argentino, el que, finalmente, fue cumplido”, expresó.
Con el paso de los años, Ramón continuó con la bandera de Malvinas en alto. Para él las islas son y serán siempre argentinas, a pesar de que este espacio de tierra sepultó la vida de 907 personas, 649 argentinas, 255 británicas y 3 civiles isleños.
Al recordar el día en que llegaron al archipiélago, Cardillo comentó: “Primeramente teníamos una sensación de euforia, luego se tomó con seriedad y responsabilidad la orden de llevar adelante una operación de tal magnitud. Debíamos enfrentar a profesionales. Era una batalla totalmente desigual. El soldado argentino recibía fuego directo pero tenía que tirar sobre la altura para hacer incruento el combate. Pese a ello se alcanzó el fin, que era tomar la casa del gobernador. Tuve el honor de compartir momentos con muchos valientes soldados y conductores”.
Una de las valientes personas que recuerda Ramón es José Luis Salazar. Con una experiencia distinta, él también formó parte de esta guerra con tan solo 19 años. Luego de un largo tiempo, la vida los sorprendió al saber que, aquel 2 de abril de 1982, habían trabajado juntos en el desembarco, sin siquiera conocerse. “Con el suboficial Cardillo nos tocó ser parte de un mismo episodio: recuerdo que desembarcamos en helicóptero, mientras que Cardillo era parte de lo que llamamos punta de infantería, la cual prepara una cabecera para el desembarco del resto. Así se infiltraron en la playa e indicaron el lugar en el que debíamos arribar, en este caso se trataba de la casa del gobernador”, recuerda José Luis.
Salazar se desempeñaba como buzo táctico, una de las fuerzas operacionales especiales de la Armada Argentina. Para él fue un orgullo haber formado parte de esta lucha, que cambió por completo su vida. “Desde que entramos la fuerza Naval Argentina nos mentalizaban de que el infante de marina es el primero que muere en combate ya que éramos la vanguardia para el resto de la tropa. El 2 de abril cambio el rumbo de mi vida, nací en Tafí Viejo y llegar a Puerto Belgrano fue algo especial”, sostuvo.
A diferencia de Ramón y José Luis, Marcelo Reinoso no vivió en carne propia esta guerra pero sí pudo verla desde uno de los puntos centrales de comunicación. El aeropuerto de Córdoba.
Por sorteo, al iniciar el servicio militar, fue enviado a la Fuerza Aérea Argentina, donde fue preparado junto a 50 tucumanos. El 27 de marzo de 1982, fue desplazado de su preparación para desempeñarse como conductor militar en el aeropuerto de la provincia de Córdoba. “Recuerdo ese día de manera muy clara porque, al parecer, la suerte estuvo de mi lado. Gracias a un oficial tucumano me trasladaron de chofer. Aún recuerdo el inicio de la guerra, por el hecho de que aquel 2 de abril vi a mis ex compañeros viajar, sin siquiera saber agarrar un fusil, a luchar en una guerra prácticamente perdida desde el vamos”.
En el aeropuerto cordobés, Marcelo pudo ver a los cientos de soldados que partían, dejando a sus familias y con la incertidumbre a flor de piel. También presenció el llanto de miles de mujeres, que cada día llegaban con las manos llenas de alimentos y ropa, que eran almacenados en grandes galpones hasta que se descomponían. “Los aviones eran utilizados para llevar soldados y lo que menos pensaban era en llevarles provisiones a los que ya estaban. Así, todo lo que se donaba se juntaba hasta que se pudría o era robado por los propios militares”, recuerda Reinoso.
Tres historias, tres experiencias y un mismo escenario, aquel que les permitió a estas personas formar parte de la historia Argentina, aunque haya sido, en muchas ocasiones, de manera forzada.
Exequiel Reinoso
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