Raco tiene sus propios locos y una radio en camino
La radio es compañía. La radio es magia.
La radio es un escape.
Todos de una u otra manera se vinculan a la radio, aunque sea desde la escucha que no necesariamente significa pasividad. Asociada muchas veces a un aparato, no hay quien la limite solo a eso. La compañía y la magia son palabras que inevitablemente se relacionan con ella. Pero para algunos, unos cuantos, la radio es un poco más. O mucho más. Desde sus inicios la radio viene cargada con la aventura y la locura. ¿Cómo olvidar aquellos pioneros a los que históricamente se los conoce como ‘los locos de la azotea’? Para gente como ellos, o como otros, la radio se convierte en un espacio vinculado a la realización personal, a la construcción con el otro, a un proyecto de vida propio y colectivo.
“Empezar a emitir y dejar de hablar de la radio que vamos a tener y hablar de la radio que tenemos”, dice entre risas Eva Fondevila cuando se le pregunta sobre el próximo descanso en este camino que eligió recorrer. El camino forjado empezó hace poco más de 7 años cuando propusieron dictar un taller de comunicación en la escuela de Raco. La sorpresa fue grande cuando se encontraron con 60 jóvenes inscriptos. “Era muy loco porque era obvio que no podía haber 60 chicos de Raco que quisieran hacer periodismo, pero sí estaba claro que eran 60 chicos que algo querían hacer”, sostiene Eva, una de las miembros fundadoras de “Abrojos” un colectivo de educación popular.
A lo largo de estos 7 años, Abrojos se configuró como fundación y desarrolló diferentes actividades tendientes al desarrollo comunitario. En la localidad de Raco, puntualmente, se encuentra el Telecentro Educativo. Allí funciona aún una biblioteca popular a la que denominaron “Paulo Freire” y que cuenta con, aproximadamente, 3000 libros conseguidos por medio de donaciones. A partir de la necesidad de hacer llegar Internet a un lugar donde no existía acceso a la red de redes, se instaló en ese mismo espacio un ‘ciber comunitario’. Eva recuerda, como una de las instantáneas en este camino construido y recorrido, a los chicos que nunca habían tocado una computadora. Esos niños y jóvenes no solamente se quedaban hasta tarde descubriendo un mundo tras un monitor, sino que, además, administraban el lugar.
Hoy, el Telecentro Educativo de Raco ya no tiene acceso a Internet. Sostenerlo se hizo complicado, pero las estrategias no se agotan ante los obstáculos. Los talleres que se dictan y se dictaron son de lo más diverso. Desde gimnasia, principalmente para las mujeres, hasta los talleres de edición y producción radiofónica, artesanías y cursos para emprendedores. De esta última actividad surgió un grupo de emprendedores que realizan una feria en la que venden los productos que comercializan. Feria que se realiza, claro, en el ‘telecentro’.
Pero volviendo al ‘sueño de los locos’, la radio, Eva asegura que si bien fue un proyecto que siempre tuvo en su cabeza, lo empezaron a trabajar y a hablar en serio desde hace dos años. En este tiempo participaron de diferentes proyectos y convocatorias que les permitieron adquirir el equipamiento interno de la radio: micrófonos, consolas, auriculares, etcétera. Amparados en la ley 26.522 de Comunicación Audiovisual, obtuvieron la licencia para hacer realidad el sueño de la radio de Raco en el 88.9 del dial. Pero sin transmisor y sin antena la cosa se tuvo que seguir postergando.
Hace un mes, por fin, pudieron acceder a la compra del transmisor. Además, recibieron la visita de los miembros de la Comisión Nacional de Comunicaciones, que son quienes los ayudarán a instalar la antena. “Estamos muy ansiosos”, afirma Eva Fondevila. “Empezar a emitir y estar en el barro", es hoy el mayor desafío, y luego agrega: “cuando ya estemos ahí vamos a saber cuáles son los aciertos y los problemas que tenemos”.
Las risas demuestran esa ansiedad y el entusiasmo. Ella y los seis jóvenes que son parte del proyecto saben que todo es un constante desafío. Se vienen preparando para afrontar esta nueva etapa lo mejor posible. Y también son conscientes de que habrá cosas para las que pueden no estar preparados. Pero después de siete años de trabajo en una comunidad como la de Raco; después de ver crecer a aquellos jóvenes que entonces, en aquel primer taller, tenían 12 años; de verlos comprometerse con sus propias vidas y la de su comunidad; de saber que algunos de esos jóvenes ya empezaron una carrera universitaria cuando era algo que no aparecía en sus horizontes; después de todo lo vivido y a pesar de los temores y las dificultades que en la realidad se presentan en la ‘participación comunitaria’, la apuesta sigue siendo la misma y el sueño de los locos está más vigente que nunca.
Gabriela Cruz
gcruz@colectivolapalta.com.ar