Los chicos del barrio buscan un cambio
El barrio es ese espacio donde la vida trascurre de una forma particular, donde la identidad colectiva se construye con un fuerte sentido de pertenencia a esas costumbres que hacen a la vida diaria. Salir a tomar mate a la vereda, jugar al futbol en la canchita o ir al colegio de la zona, por ejemplo. En Tucumán existen cientos de barrios y cada uno es completamente único y parecido al resto al mismo tiempo. Diferencias y semejanzas donde la vida fluye a partir de los espacios de encuentro, donde las iniciativas surgen de sus propios miembros. Tal es el caso del barrio Agua y Energía de Los Pocitos donde se vive una realidad única que nada tiene que ver con ser una de la zonas más vulnerables de Tafí Viejo, sino porque un grupo de jóvenes del barrio decidió crear un espacio donde la música y las actividades recreativas buscan afianzar su sentido de pertenencia, su identidad cultural.
Hace unos meses, Ezequiel Valenzuela, Maximiliano Páez, Darío Valenzuela, Antonella Malangone, Ignacio López y Jessica López Fernández promueven talleres culturales destinados a los niños y jóvenes del barrio. Un espacio que se materializa en el centro vecinal y donde confluyen diferentes ramas artísticas, que van desde el baile y la música hasta el deporte. “Más que nada es enseñarle a los chicos lo básico, que es lo que nosotros manejamos. Como ser arpegios, notas y posturas. Con nuestra banda trabajamos hace rato y, más que nada, es compartir nuestra experiencia e incentivarlos a explorar ese mundo”, explicó Ezequiel, quian está a cargo del taller musical.
Al ser del mismo barrio, los seis jóvenes comparten experiencias. Fue así como surgió la iniciativa, la mayoría de ellos integran una banda musical, esa que cada tarde se reúne en la vereda a ensayar y convoca la curiosidad de los chicos. “Cuando nos juntábamos, era impresionante cómo llegan los chicos a escucharnos y nos preguntaban acerca de los instrumentos, cómo se los tocaba. A veces, se ponían a jugar a la pelota. Entonces, vimos que era algo de interés para ellos y que les podría servir un montón”, contó Maximiliano Páez.
Un día decidieron convocar a otros amigos para que se sumen al proyecto y hagan su aporte desde otras ramas. Así llegaron Antonella y Jessica, quienes estudian Educación Física. Gracias a su experiencia en el desarrollo de actividades recreativas, dieron utilidad a la canchita del centro vecinal para que los niños puedan disfrutar del deporte como lugar de fortalecimiento de los lazos de compañerismo. También, Antonella está a cargo del taller de danzas árabes, disciplina a la que dedicó gran parte de su vida.
Los encuentros se realizan dos veces a la semana, a partir de las 18.30. De este modo, los chicos que van a clases por la tarde también pueden participar. Si bien el horario se extiende hasta las 20, como contó Ezequiel, nunca falta la oportunidad para quedarse un rato, compartir una gaseosa y continuar divirtiéndose.
Para desarrollar los talleres, los jóvenes gestionan con el aporte de cada uno. Por ejemplo, en el taller de música ponen a disposición sus instrumentos para que los chicos puedan participar y no generen barreras de acceso. Sin embargo, también tratan de promover que cada uno pueda tener su propia guitarra o teclado, aunque para la mayoría es casi imposible, explicaron. Es que la zona del Agua y Energía no está librada de las necesidades económicas y sociales que se reflejan con chicos en situación de calle y drogadicción. “Me parece que esta iniciativa ayuda, además, a que los chicos no anden en la calle. La idea es atraerlos a la música o el deporte, que es algo muy lindo. Esta es una iniciativa pionera y, a partir de nuestra experiencia, se podría seguir implementando en nuevos lugares. Quizás más jóvenes piensen y se preocupen por lo que pasa en su entorno más cercano”, dijo Maximiliano.
Un aire de cambio invadió la cabeza de los seis jóvenes del barrio Agua y Energía. Producirlo a partir de su experiencia y en su entorno vecinal es la premisa que manejan a la hora de convocar para los talleres culturales. Talleres que más allá de generar conocimiento, como sostienen los chicos, buscan generar una identidad colectiva a partir de la diversión y la apropiación de los espacios en común.