La Palta

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Del mito al proyecto

Un proyecto que empezó siendo una idea en un aula y que se hizo compromiso, hoy es una motivación, una fundamentación y un guión audiovisual. Un grupo de alumnos de la Escuela de Cine de la Universidad Nacional de Tucumán decidió ir más allá del trabajo práctico del Taller de Producción Audiovisual, y comenzó a andar el camino del investigador, del documentalista social, aquel que busca en la realidad y en las historias de los pueblos los insumos para contar aquello que no puede dejar de ser narrado.

“El proyecto surgió de una historia, de un rumor”, cuenta Lucas García, uno de los estudiantes de cine que lleva adelante el proyecto. Esa historia es la de Andrés Bazán Frías, un personaje que pasó de ser un ladrón a un santo popular. El motivo que convirtió a Bazán en alguien a quien cientos de personas rezan y prenden velas es dudoso. La génesis de este “santo de los pobres y los delincuentes”, como lo describe Juan Mascaró, profesor del Taller e integrante del grupo de trabajo, se entremezcla con lo místico. En su historia o mito, las creencias religiosas se resignifican, toman rumbos que la Iglesia jamás reconocerá.  

“La historia de un ‘delincuente’ que se termina santificando en una sociedad como la tucumana me parecía muy interesante para pensar un síntoma”, dice Mascaró. Ese síntoma aún hoy se puede analizar a la luz de los conflictos sociales, la pobreza, la desigualdad y la violencia ejercida por el Estado y la policía. Situaciones que sucedían en los años 20, cuando Bazán era apenas un joven cuya vida acabó pronto, y suceden hoy a miles de chicos que sufren el hambre y la desigualdad. El rencor sin límites a una policía torturadora fue el motivo por el que Bazán muere acribillado a sus 28 años de edad.

Andrés Bazán Frías nació a finales del siglo XIX en Villa Alem, un barrio de San Miguel de Tucumán que, según la documentación de la época, era catalogado como un ‘barrio de delincuentes’. Lo cierto es que era un lugar donde uno se topaba con la pobreza a cada paso. Andrés era hijo de Félix Bazán, un agente de policía jubilado. Se ganaba la vida haciendo changas. “Se dice que lo que le termina dando forma a sus ideas fue trabajar de mozo, y en esa época el sindicato que agrupaba a los mozos se identificaba con ideales anarquistas”, cuenta Lucas. Según testimonios y documentación, las condiciones de pobreza y repudio por la desigualdad llevaron a Bazán a convertirse en una especie de Robin Hood tucumano. Robaba a los que más tenían y, apartada su parte del botín, repartía el resto a su gente, gente pobre, olvidada por un Estado que apenas llevaba un centenario por aquella época.  

A través de las crónicas periodísticas se sabe que en un momento de su vida Bazán Frías se convirtió en esa persona ambigua que por un lado delinquió, pero a su vez era ese justiciero que repartía lo robado entre la gente pobre de la Villa Alem golpeada por la pobreza. Y eran ellos, con los que compartía, los que lo ayudaban a esconderse de la policía.

El bandido social que tiene un altar

El documental pretende ir más allá de la mera descripción de un personaje de Tucumán contradictorio y reconocido por sus fechorías. “La búsqueda también es ver qué cosas subsisten, qué cosas tienen continuidad, porque la historia de Bazán Frías es la historia de un bandido social”, reflexiona Juan Mascaró. El historiador Eric Hobsbawm conceptualizó a estos bandidos sociales. Según los estudios publicados, las acciones que emprendían estos bandidos constituyen las formas más primitivas de protesta social organizada. Aquella protesta que se da cuando los oprimidos no han alcanzado conciencia política pero se enfrentan al Estado y sus agentes (1). Bazán, junto con otros personajes argentinos, corresponde a esta conceptualización del bandido social. Por supuesto, no todos son iguales ni tienen las misma conciencia social, pero todos tienen en común la admiración y el respeto de la gente. Y en el caso de Bazán se suma su santificación. “Bazán, después de muerto, se convierte en el santo de los pobres y de los presos, sobre todo”, relata Mascaró.

Bazán pasó varias veces por la cárcel y esto lo marcó para siempre. Como ahora, las condiciones en la prisión eran inhumanas. Torturas sobraban. Alimentos y salud no existían. "El infeliz que cae a nuestra cárcel, francamente no vive. Allí se muere de hambre, de miseria fisiológica, de enfermedades infecto-contagiosas, sífilis, tuberculosis, etc.", reza una cita de una denuncia realizada por el médico Ángel Reolin (2), que puso al descubierto la situación en que se encontraban los presos en la provincia en los años 20. La última vez que Bazán estuvo preso escapó haciendo una promesa que no pudo cumplir: la próxima vez que pisara la cárcel sería para liberar a todos sus compañeros que padecían esas condiciones.

El 13 de enero de 1923, Bazán Frías empezó a huir de la policía. Había matado a uno de ellos. Sabía que su destino era uno: morir en sus manos. Corrió hasta el Cementerio del Oeste para esconderse entre los grandes monolitos de algún doble apellido, pero al intentar saltar el paredón recibió un disparo. Lo velaron en el Cementerio del Norte, allí donde el pobre tiene su morada final, allí donde hasta el día de hoy los promesantes le prenden velas y le agradecen la libertad.

El documental como herramienta crítica

“Hace poco se vio un video donde un policía torturaba a una persona. En algún punto Tucumán sigue siendo lo mismo. Queremos hablar de esto ahora porque vemos que hay cosas que se siguen repitiendo”, reflexiona Lucas García respecto a este proyecto que quiere ser documental, contar las peripecias de la vida del bandolero Bazán Frías y, con ello, realizar un paralelismo sobre cómo las desigualdades calan hondo en el corazón de las sociedades.

A la pregunta sobre el eje central del documental, Lucas y Juan coinciden en que el foco estará puesto en la disputa de clases. “La desigualdad como un marco que genera reacciones en los que la sufren”, explican. No pretenden dar respuestas, pero sí plantear interrogantes que inviten al debate. Porque Bazán Frías fue un síntoma de su época. Una persona que se rebeló, de manera individual y limitada, contra el statu quo y los 'ropa prestada', como les decía a los policías. Casi 100 años pasaron de la época de los bandidos sociales pero la exclusión de muchos sectores de la población sigue intacta. Hoy, cientos de personas encuentran en Bazán Frías un santo que puede conceder milagros. Esta realidad puede ser producto de resignificaciones en torno a una serie de mitos que envuelven al personaje en relación con su vida de carencias y su historia con la policía. Juan Mascaró se aventura y concluye en que es la forma que han encontrado las clases populares para hacer perdurar su historia aquí en Tucumán.

 

(1) http://www.rebelion.org/noticia.php?id=157548

(2) La información proviene de la crónica “Una tremenda realidad”, publicada por el diario La Gaceta el 1 de diciembre de 1969.