Ayotzinapa somos todos
En cuanto a la masacre en Iguala (Guerrero) y a la desaparición de estudiantes de la Escuela Normal de Ayotzinapa (México) se puede hablar hasta el cansancio, pero aquí se pretenden resaltar los puntos más importantes para entender lo grave de este caso y hablar de cómo la cooperación internacional de los pueblos, de los países, de las comunidades, de las instituciones y de los colectivos de derechos humanos pueden ayudar a esclarecer tanto lo que pasó con los estudiantes como quiénes son los responsables de este horror.
México viene sufriendo el embate del crimen organizado desde hace muchisimo tiempo. Pero fue durante la presidencia de López Obrador (el anterior al actual presidente, Peña Nieto) que hubo un fuerte ascenso de la violencia, de las desapariciones y de los enfrentamientos armados. Fue en 2006 que López Obrador sacó el ejército a la calle para combatir al narcotráfico. Desde ese año hasta 2014 las cifras que se manejan en la prensa son de más de 80.000 muertos en esta lucha. Poco se ha logrado, salvo sumar listas y listas de muertos provenientes de los enfrentamientos de los mismos cárteles, de la policía, del ejército y del pueblo.
La masacre de los estudiantes normalistas aparece en este escenario como una suerte de detonante final, que ha hecho reventar la bomba de tiempo que es México. Ha logrado que el pueblo entero salga a reclamar por los 42 estudiantes desaparecidos, por los hasta ahora siete muertos, para pedir la renuncia de Peña Nieto y para denunciar a un Estado cómplice, a un ejército cómplice y a un conjunto de bandas de criminales organizados que, con el pasar de los años y miles de víctimas en su haber, han logrado que la paz en México no sea más que un sueño distante.
Una lucha de principios de siglo
Las Escuelas Normales de México son escuelas que preparan alumnos para que se reciban de maestros rurales. Nacieron con la idea de la educación como pilar integral del mejoramiento de las condiciones de vida para las comunidades. Tienen una historia muy larga. Vienen desde principios del siglo pasado, llegando a existir 36 en todo el país. En el México de hoy quedan 17. Estas escuelas se destacan por un marcado perfil tendiente a la izquierda.
En la actualidad la lucha de las escuelas normales no solo viene dada por el componente ideológico (la lucha por un sistema más justo), sino que es una lucha por su propia supervivencia. Año tras año los alumnos y maestros de las escuelas normales, o normalistas, salen a las calles de los diferentes distritos de México, van a las alcaldías, se manifiestan, levantan sus voces para poder lograr mayores presupuestos para sus escuelas. Para poder mantener el sistema de escuelas normales que no solo educa grupos de chicos, sino que le da sustento a la comunidad. Era esta disputa de recursos la que llevó a los estudiantes de la escuela normal de Ayotzinapa al municipio de Guerrero, en el estado de Iguala. Los normalistas buscaban obtener colectivos que pudieran llevarlos a realizar sus observaciones en el marco de las prácticas docentes. Los estudiantes entonces, tomaron dos.
La masacre
Mientras tanto, el alcalde de Iguala José Luis Abarca y su esposa, María de los Angeles Pineda, estaban de festejo. Ese 26 de septiembre Pineda lanzaba su campaña para alcadesa en sucesión de su marido. La llegada de los estudiantes no fue nada grata para ellos, ya que un año antes habían tenido un duro enfrentamiento a raíz de la tortura y ejecución del líder campesino Arturo Hernández Cardona, por lo que ordenaron la detención de los normalistas. Inmediatamente, la policía de Guerrero, con la colaboración de la policía de Cocula, intervinieron la manifestación. La pareja declararía que los estudiantes venían a sabotear el lanzamiento de campaña, pero esto se tratará más adelante.
Ambos cuerpos de policías interceptaron a los dos colectivos con estudiantes y abrieron fuego. A la vez, habían bloqueado a un tercer colectivo más, en el que viajaba un equipo de fútbol universitario. De él resultaron muertos el chofer y uno de los integrantes del equipo. Los dos cuerpos policiales, además, asesinaron a una mujer que circulaba en un taxi por la zona al momento de los hechos. En cuanto a los normalistas, en ese momento mataron a tres. El resto fue detenido por el ejército mexicano, que para ese momento ya estaba en el lugar. Y 43 de ellos fueron secuestrados. Omar García Velázquez, sobreviviente de la masacre, en una entrevista a Telemundo cuenta: “ Llegamos y vimos los autobuses que estaban totalmente destrozados a balazos, a la altura de las ventanillas, sangre en los autobuses, sangre en cantidades. De repente de una parte de la carretera escuchamos el tableteo de los disparos nuevamente. Yo aproveché en una parte cuando supuse que estaban cambiando los cargadores de sus armas y es cuando ya brinqué hacia la calle que va hacia el centro, que es para donde corrian mis compañeros. Cuando llegamos, como dos tres cuadras, el ejército ya estaba patrullando allí, el lugar. Y nos decían “cállense, ustedes se lo buscaron, querían ponerse con hombrecitos, ahora éntrenle y aguántense”. Teníamos miedo y rabia a la vez. No podíamos hablar, no podíamos recibir llamadas. Si alguien nos llamaba, un militar se nos ponía a la par a escuchar primero y nos iba diciendo lo que teníamos que decir, básicamente como encubriéndose. “Sí pueden recibir llamadas para que no se den cuenta que te tenemos”. Omar no participó del grupo que se manifestó en Iguala. Llegó después, ante la alerta de sus compañeros. Cuenta, en la misma entrevista, que lo llamaron y le dijeron que los estaban balaceando por lo que los compañeros que estaban en la escuela fueron a ayudar.
Los que están y los que no aparecen
Luego del secuestro de los estudiantes, se lanzó una búsqueda de las autoridades de Iguala. El alcalde fue llamado a declarar, junto con su esposa, pero para ese momento ya no estaban en su casa. Los estudiantes, después de un mes de búsqueda, no aparecían. Paralelamente el pueblo de México ya alzaba su voz por los normalistas pidiendo su aparición con vida. “Vivos se los llevaron, vivos los queremos”, dice la consigna más impactante de las marchas. A lo largo de todo México, los pueblos, las universidades, los organismos de derechos humanos salían a la calle para reclamar por los normalistas y, en medio, un Estado deficiente que no podía decir nada acerca del paradero de estas 43 personas.
Luego de un mes sin respuestas, Iguala le cedió la jurisdicción de la búsqueda a la Procuraduría General de la República (PGR) a cargo de Javier Murillo Karam, quien poco después daría una conferencia de prensa informando de un importante hallazgo, según ellos. Ochenta personas fueron detenidas (hasta octubre de 2014, este número se amplaría) incluídos tres miembros del cartel Guerreros Unidos que operaba en la zona de Iguala. Estos últimos declararon que a los 43 normalistas los habían matado al día siguiente del secuestro, los habían prendido fuego y a los restos los habían tirado al basurero municipal de Cocula. A raíz de estas declaraciones, la búsqueda se amplió en Iguala y en la zona de Cocula. Fueron encontradas entonces entre nueve y once fosas que contenian al menos 38 cuerpos. En tanto, los padres de los normalistas y sus compañeros, no convencidos por el relato oficial, exigían una reunión con el presidente de la república, la cual sucedió a finales de octubre, e incluso habiéndose Peña Nieto comprometido a la búsqueda y encuentro de los jóvenes, sus padres y compañeros tampoco quedaron conformes.
Luego del hallazgo de las múltiples fosas comunes, de la detención de varios miembros del cuerpo de la policía municipal y de Guerreros Unidos y de la renuncia de varios miembros del gobierno del estado de Iguala, se fue haciendo más evidente el nexo de este último con el crimen organizado. Finalmente, el 3 de noviembre fueron capturados el alcalde de Iguala y su esposa y encontrados culpables como actores intelectuales del secuestro de los 43 normalistas.
Diciembre trajo todavía más dudas. Quienes se encontraban trabajando con los restos óseos encontrados en las fosas era el Equipo Argentino de Antropólogos Forenses (EAAF), solicitados por los mismos padres de los estudiantes. El siete de diciembre, finalmente, dieron con los restos de uno de los 43 desaparecidos: Alexander Mora Venancio, de 21 años. La Escuela Normal de Ayotzinapa dio a conocer los resultados a través de su página de Facebook, tomando la voz del estudiante:
A través de esta voz les hablo soy uno de los 43 caídos del día 26 de Septiembre en manos del narcogobierno. Hoy 6 de diciembre le confirmaron los peritos Argentinos a mi padre que uno de los fragmentos de mis huesos encontrados me corresponden. Me siento orgulloso de ustedes que han levantado mi voz, el coraje y mi espíritu libertario. No dejen a mi padre sólo con mi pesar, para él significo prácticamente todo, la esperanza, el orgullo, su esfuerzo, su trabajo y su dignidad. Te invito que redobles tu lucha. Que mi muerte no sea en vano. Toma la mejor decisión pero no me olvides. Rectifica si es posible pero no perdones. Este es mi mensaje. Hermanos hasta la victoria.
Pero los otros 42 compañeros seguían sin aparecer. Mientras tanto, el gobierno mexicano perdía integrantes de sus gabinetes municipales, por vinculaciones al narcotráfico y por la misma salida a la calle del pueblo que los iba forzando a renunciar, incluyendo al alcalde de Cocula. A la vez fuera de México también se alzaban gritos.
Más fuertes juntos
La comunidad internacional manifestó su solidaridad con los estudiantes desaparecidos de México. Además de multitudinarias marchas en varios países, se realizaron campañas de concientización para que los crímenes no queden impunes. En Argentina, el 22 de octubre se realizó una jornada internacional por los jóvenes desaparecidos. En cuanto a las campañas, un ejemplo es la Fundación Latinstock que lanzó la llamada “visual action” en apoyo a los familiares de las víctimas. La campaña, ideada por Marcelo Brosdky, recoge fotografías provenientes de varios países, con consignas alusivas a la situación, las que son enviadas a México. Los estudiantes y organizaciones sociales reciben estas imágenes para distribuirlas en el país y en las redes sociales en coordinación con las organizaciones mexicanas de derechos humanos. “Vivos se los llevaron, vivos los queremos” y “43 razones para decir basta” se destacan entre la multitud de gritos por estos jóvenes desaparecidos.
En Tucumán la campaña tuvo convocatoria de parte de la Fundación Infoto y de los Abogados y Abogadas del Noroeste Argentino en Derechos Humanos y Estudios Sociales (ANDHES). Julio Pantoja, presidente de la Infoto, contó que además decidieron entre las dos organizaciones armar ciclos de charlas cortas, en escuelas secundarias, cuando comience el ciclo lectivo 2015, y proponer la foto. “Porque la idea es que hay una dimensión performática de la foto que es adonde el hecho de convocar y el hecho de hacer los carteles y todo eso genera una discusión, una reflexión”, dice Julio. Se realizaron dos fotos colectivas en diciembre. Se suman a esta campaña y convocatoria numerosas organizaciones de varios países, desde México hasta Bangladesh.
Año nuevo, nueva sospecha
El 4 de enero de 2015, en el diario La Jornada de México, apareció un artículo de la mano de Sanjuana Martínez. En este artículo, Jorge Antonio Montemayor Aldrete (parte del Instituto de Física de la Universidad Nacional Autónoma de México) y Pablo Ugalde Vélez (de la Universidad Autónoma Metropolitana) contradicen la versión de la PGR y dirigen las dudas al ejército. La hipótesis que manejan los especialistas apunta a que los estudiantes podrían haber sido cremados en los hornos del ejército.
Ahora, si bien eso último tiene que comprobarse, puede verse claramente una vez más cómo las fuerzas represivas del Estado se han encargado de violentar a las clases populares en lucha. Los 43 estudiantes de Ayotzinapa son un caso más dentro del corrupto Estado mexicano, que va de la mano con los narcotraficantes sumiendo a la población en la violencia y el terror. Y un caso más en una Latinoamérica plagada por historias parecidas, desde las dictaduras militares, hasta los desparecidos en democracia. Desde Argentina hasta el mismo México. Y a la vez no es un caso más. Son 43 estudiantes que faltan en su salón de clases, que han sido tomados en un nuevo acto de terrorismo de Estado. 43 razones para despertarse y decir basta.