Ser amigo de la inclusión
Cuadradito juega con sus amigos Redonditos. ¡Ring! Es hora de entrar en la casa grande. ¡Pero Cuadradito no puede entrar! No es redondo como la puerta.
“Cuatro esquinitas de nada”, cuento de Jérôme Ruillier
En Tucumán, algunos Cuadraditos decidieron salir a la calle para contarle a los Redonditos por qué es importante aceptar al otro y generar mayores y mejores oportunidades para todos. Definir quiénes son los Cuadraditos y quiénes los Redonditos es en vano. No hace falta formar categorías porque, al fin y al cabo, todos somos sujetos de derechos constituyendo una sociedad repleta de diversidad. Aunque suene un poco paradójico, somos iguales y diferentes a la vez.
“Si no acepto a los demás porque son diferentes, yo tampoco me voy a aceptar. Si los acepto a ellos me es mucho más fácil aceptarme. Si la sociedad promueve la inclusión y la diversidad sin duda seremos una sociedad más rica en valores. Y seguro ganamos todos, no solo las personas con discapacidad”, explica Joaquín Castro, integrante del equipo de sicólogos de la Clínica Casa Grande. Lejos de esperar a sus pacientes en un consultorio, Joaquín y su equipo decidieron romper las estructuras y trabajar de un forma diferente con los jóvenes y adultos de la institución, quienes tienen alguna discapacidad. “Llegué aquí y los chicos me dieron un montón de cosas”, sostiene Castro y luego reafirma que lo importante que es que todos conozcan lo que ellos tienen para dar. Quizás así se pueda romper con el estereotipo de que tener una discapacidad es una condición negativa que genera pena o lástima. Por el contrario, la discapacidad debe ser vista como un elemento de la identidad que debe ser reconocido, apreciado y respetado.
En la búsqueda por romper con el paradigma asistencial hacia las personas con discapacidad y ver qué es lo que sucede, los pacientes de Joaquín llegaron a construir lo que conocen como Bendita Diversidad, un proyecto mediante el cual los chicos brindan talleres en instituciones públicas y privadas sobre sus vivencias. “Todos tenemos una lente por la cual vemos el mundo, pero la idea es saber qué lentes tenemos puestos”, es la frase con la que se sintetiza el primer encuentro que incluye el proyecto. Porque para conocer hay que ver y, sobre todo, ver cómo somos con el que es diferente a uno.
Los seis años de continuidad prueban que el proyecto es todo un éxito, no solo para los chicos de Casa Grande sino para todas las instituciones en las que se concretó la propuesta. Hace pocas semanas, una de las elegidas fue la Jefatura de Policía de Tucumán. La experiencia terminó con las altas autoridades de la institución tomadas de la mano con emoción por lo que fue el taller, y los chicos atentos y orgullosos de sentirse útiles. De deconstruir estereotipos, de eso de trata. “Al taller lo dan chicos que pueden hablar, pero los chicos que no pueden hacerlo van al taller y aportan haciendo una obra de arte. Hay chicos que pintan o hacen atrapasueños, por ejemplo”, explica Joaquín. En Bendita Diversidad no hay limitaciones, muchos menos a la hora de visitar las instituciones públicas o privadas. Por eso quienes quieran sumarse a la experiencia pueden contactarse por la página oficial de Casa Grande en Facebook.
Amigos de la Inclusión es el proyecto más reciente con el que trabajan y que tiene como lema Libertad sin igualdad de oportunidades, no es libertad. "¿Se sienten libres?" fue la pregunta disparadora, y las respuestas de los chicos no dudaron en salir. “Yo no me siento libre de estudiar lo que quiera porque nunca hay cupo para mí". "Yo quiero tener novia, pero mi mamá no me lo hace viable". "Quiero viajar al centro, pero tengo que tener 500 pesos para ir". "Quiero trabajar, pero cada vez que voy me dicen que me van a llamar y nunca sucede”. En un instante, una simple pregunta para muchos dio paso a una nueva iniciativa que busca ser tan grande como la cantidad de personas que hay en planeta. La propuesta consiste en salir a los espacios públicos y preguntarles a los tucumanos si quieren ser amigos de la inclusión. “Anotamos en un papel las respuestas de los chicos y salimos a la calle a contar esto y a hacerle una pregunta a la gente: ¿Querés ser amigo de la inclusión? Yo no sabía qué iba a pasar con la gente afuera, pero quedé sorprendido. Me parece que la gente sí cree que esto (lo que les sucede a los chicos) está mal, pero el estereotipo sobre la persona con discapacidad es muy fuerte. Pero por menos hoy ya hay un signo de pregunta”, sostiene Joaquín. Todo esto se refuerza con visibilización de experiencias que hacen la diferencia y buscan una sociedad igualitaria e inclusiva. “La mayoría de la gente con discapacidad no tiene trabajo. Pero si hay una que lo tiene, a mí me da esperanza. Por eso es importante mostrar esta experiencia y construir desde el que sí hace, el que suma. La gente después de participar de las actividades ya piensa la discapacidad de una forma distinta; es un trabajo a largo plazo, pero apuntamos a que la sociedad empiece a concebir a la persona con discapacidad de otra manera”, sostiene.
Después de estas experiencias los chicos pudieron mejorar su vida a través de diferentes aspectos. Pero, sobre todo, lograron sentirse útiles y aportar en una sociedad que los mantiene aislados. Como en el cuento, los redonditos encontraron la solución después de mucho pensar. Una acción tan simple como recortar la puerta sigue pendiente en el mundo real. “Valorar la diferencia y animarme a investigarla fue una de las decisiones de mi vida que más me liberó. Siento la necesidad de contarlo y convencerte a que te animes a salir de la fila, a cuestionar la normalización. Que te animes a no disimularte nunca más; es lo que sos lo que te da la posibilidad de hacer la diferencia y trascender”, reafirma Joaquín. Ser amigo de la inclusión puede ser el primer paso.