Cinco mandamientos para el violento básico
1. No te relajarás
Esta es la historia que habíamos temido que sucediera en julio. El 26 de ese mes, el elenco de “Chicos católicos, apostólicos y romanos” dio una función a sala llena en el teatro Alberdi. Para cualquiera que haya estado entre el público la fecha pudo haber parecido una auténtica celebración. Sin embargo, tras bambalinas el ánimo era tenso y angustioso. En los minutos previos a salir al escenario, los actores experimentaban una situación inédita: en vez de repasar sus respectivas letras, lo que repetían una y otra vez era un protocolo de seguridad para saber cómo reaccionar en caso de que sufrieran alguna agresión en medio de la obra.
Tenían sobradas razones para pensar que algo así podría pasarles. En los días previos a esa función habían recibido explícitas advertencias de que “Chicos católicos” no era bienvenida entre algunos grupos, aparentemente vinculados con la Iglesia católica, que pedían que fuera bajada de cartel. Las amenazas en redes sociales, en la taquilla y hasta en algunas oficinas de la Universidad Nacional de Tucumán (teniendo en cuenta que se representaría en el teatro que le pertenece) fueron enrareciendo el ambiente, y los actores salieron a escena bajo custodia.
No ocurrió nada malo esa noche, ni tampoco en la siguiente función, a mediados de agosto. La cantidad de público y de tiempo entre puesta y puesta fue tranquilizando al grupo. La animosidad en torno a la obra y el repaso del protocolo de emergencia parecían quedar atrás.
El elenco expuso entonces su primera muestra de inocencia: se relajó. Y en una sociedad en la que todo es vigilado, juzgado y satanizado, relajarse es un pecado.
2. No sabrás bien qué estás repudiando (pero lo harás igual)
“Chicos católicos” cuenta la historia de cuatro niños que asisten a un colegio católico y están por tomar la comunión. El bullying, y los eufemismos y las confusiones en torno a la educación sexual y la religiosa son los temas principales a lo largo de un guion que apela mucho a la sátira y que trata sin vueltas temas tabú. Los trata directamente porque en la realidad directamente suceden. Así lo dijo Juan Paya, autor de la obra: “yo fui a un colegio católico; lo que pasa en la obra es lo que me pasó a mí. Viví la educación católica y por eso hoy soy ateo”.
Pero evidentemente saber de qué va una puesta teatral no es necesario para agredir a sus actores o para pedir que la censuren. Según contó el elenco, las primeras reacciones en contra de su trabajo surgieron incluso antes del estreno. Bastaba ver el afiche y asociar el nombre de la obra con algo presuntamente ofensivo para gritar que desaparezca.
Tampoco después del estreno los inconformes se tomaron la molestia de conocer el contenido de la historia. Como “Chicos católicos” arrancó en junio, en plena candencia del debate por la legalización del aborto, creyeron que venía a hablar del tema. “Cuando se anunció que actuábamos en el Alberdi (las funciones anteriores habían sido en el Centro Virla), hubo quienes llamaban a las autoridades de la sala para decir que hacíamos apología del aborto y que no podían permitir un espectáculo así. También hubo protestas en la boletería; los boleteros les decían ‘pero aún no vio la obra’ y estas personas contestaban ‘bueno, no importa’. Lo cierto es que la temática del aborto no está ni mencionada”, contó Sebastián Fernández, director de la puesta.
Probablemente los sujetos que el sábado pasado agredieron a los actores se hayan visto envalentonados por la fuerza que están cobrando en los medios las opiniones en contra de la Educación Sexual Integral (ESI), tema que sí aborda el guion. Pero el elenco ya había aclarado que no hacen un uso oportunista de la puesta. “Es importante entender que a la obra no la escribimos nosotros ni fue escrita hoy. Hay algunas actualizaciones por parte nuestra, sobre todo respecto del humor, pero respetamos gran parte de la dramaturgia de Paya (la escribió en 2011, en Buenos Aires). No hacemos un uso de la obra en este contexto”, indicó Kikín Díaz, uno de los actores.
3. No serás coherente
Piden, por ejemplo, que con sus hijos no se metan.
Que con la manera en que imparten educación no se metan.
Que con el modo en que administran su tolerancia no se metan.
Que con su fe no se metan.
Pero ellos sí se meten. Y lo hacen literalmente: hay que poner el cuerpo para levantarse en medio de una sala llena, insultar a los gritos y arrojar un atril a los actores. Hay que poner el cuerpo -y el tiempo, y el dinero- para ir hasta la boletería del teatro Alberdi y, aún bajo protesta por el tipo de espectáculo, comprar cuatro asientos en primera fila —como sucedió en la función de julio—, que después se dejaron vacíos. Hay que poner la cara —y la misoginia— para intentar descalificar a los actores espetándoles que “viven vestidos de mujer”, como lo han hecho en las redes sociales.
“No sé qué tan religiosos son quienes cometen estos actos vandálicos, que nada tienen que ver con la fe o el amor que supuestamente profesan. Yo hice esta obra para que moleste, obviamente —admitió Paya—, pero frente a eso la violencia nunca puede ser una respuesta. La agresión me parece una respuesta primate. En todo caso, que no vayan a ver la obra, porque cada uno puede elegir qué ver y qué contar. Si en cambio la agresión fue premeditada, no estamos hablando de gente religiosa, sino de delincuentes”.
El dramaturgo acotó que, durante los siete años que “Chicos católicos” se mantuvo en el cartel porteño, su experiencia fue muy distinta: “han venido curas a verla y salieron fascinados. Uno tiene que aprender a reírse de sí mismo. Y hay que tener en cuenta que esta obra no sólo critica la religión sino también al bullying y a la educación en general. Repudio la violencia, pero que la obra genere estas reacciones quiere decir que el texto sigue vivo”.
4. Monopolizarás el discurso
Dice Sebastián Fernández: “todos en el elenco somos católicos, y nos arrogamos también el derecho a poder hablar de nuestra iglesia. Lo que hacemos es repensar desde nuestra óptica la iglesia de la que formamos parte, obviamente de una manera muy lateral y marginal porque hay un montón de cosas con las que no estamos de acuerdo, pero no deja de ser nuestra iglesia. Alguien que no quiere discutir con nosotros, sino que directamente quiere acallarnos tiene una actitud totalitaria. Lo que pretenden es el monopolio del discurso”.
Dice Gabriel Carreras: “no planteamos verdades absolutas. (Lo que se muestra en la obra) es una posición, una visión sobre las cosas. La intolerancia viene del otro lado, para el que todos debemos pensar de la misma manera. Y eso es un reflejo de lo que está pasando en la sociedad: no pueden soportar que el otro se manifieste siquiera”.
Dice Emanuel Rodríguez: “nos pasaron cosas como que una profesora de un colegio católico fue a ver la obra después de que algunas de sus compañeras la criticaran. Después de la función escribió para decirnos que se había divertido un montón, que no dejaba de repetir frases del guion. Está buenísimo eso, entender que esto es pararse en un lugar, que no estamos buscando chocar con nadie”.
Dice Kikín Díaz: “siempre hemos tratado de mantener la esencia de la obra, que es hacer una crítica mordaz a través de la comedia y de la risa, sin que sea una ofensa directa ni un ataque a nadie. Como actores, lo que menos queremos es atacar al público; sabemos que si atacás un espectador, no vuelve”.
5. Culparás siempre a otro
A las advertencias de que “Chicos católicos” no fue escrito por sus intérpretes tucumanos y que tampoco fue especialmente concebida para radicalizar alguna postura en el debate coyuntural, Fernández agregó otra aclaración: mucho de lo que aparece en la obra efectivamente sucede en la realidad. “Mostramos una cantidad de acontecimientos que sabemos que pasan en los colegios, como por ejemplo que hay una violencia entre los chicos que no se advierte: es más importante que se aprendan los 10 mandamientos. Ese tipo de contrastes es el que queremos señalar, y me parece preocupante que la gente que defiende a la Iglesia no admita esto porque significa que lo está validando”.
En la misma sintonía se mostró Paya: “lo que cuenta la obra no lo inventé yo; yo no inventé que hay curas pedófilos —explicó—. Si la Iglesia está perdiendo público y credibilidad es por mérito propio, no por una obra de teatro”.