100 años cantados
“Hacer música no me alcanza para vivir, pero me hace vivir. Mirá lo que son las cosas. Antes cuando era abogado, vivía de la discordia y ahora, de la alegría”.
Dicen que así decía Gustavo ‘Cuchi’ Leguizamón. Él había estudiado derecho en La Plata antes de saber lo que le esperaba, antes de conocer a Manuel J. Castilla y darle una bocanada de melodías y armonías nuevas al folclore argentino como se lo conocía, antes de impulsar al Dúo Salteño, antes aún de La Pomeña y de Balderrama. Antes y sin saber que el suyo sería un lugar privilegiado entre los hacedores de nuestra música popular.
El Cuchi vivió 83 años y dejó una obra vasta y diversa. Había nacido en Salta un septiembre de 1917.
Un mes más tarde, del otro lado de la cordillera y en el seno de una familia de artistas, nacía Violeta Parra. Mujer, compositora e intérprete, recorrió Chile, guitarra al hombro, difundiendo la música de su pueblo. Fue además madre, bordadora, pintora, escultora y militante contra la opresión. Sus cortos 49 años dejaron verdaderos himnos de la canción latinoamericana como Gracias a la Vida, La Carta o Maldigo del alto cielo. Hoy es una referencia indiscutible para cualquier mujer que agarra una guitarra para cantar lo que pasa de este lado del mundo.
La coincidencia de sus nacimientos fue una excusa para que Mariana Baraj y Fernando Barrientos se encontrasen en el escenario y disfrutaran haciendo aquellas canciones que recorrieron sus infancias. Barrientos, autor, guitarrista y cantante, comenzó en el rock con Caín Caín en los 90 y actualmente integra junto a Raúl ‘Tilín’ Orozco el dúo folclórico Orozco-Barrientos. También en la música folclórica, Baraj es solista, cantante, percusionista, charanguista y compositora con una larga trayectoria que se remonta a su niñez, siempre cerca de su padre, el reconocido saxofonista Bernardo Baraj.
Mariana y Fernando se conocían desde hace tiempo y charlando surgió la idea de festejar los 100 años de ambos natalicios mezclando esos ritmos y melodías con sus voces, guitarra y percusión. Así nació a fines del año pasado “Cuchi Violeta. 100 años”, un disco grabado en vivo en el CAFF (Club Atlético Fernández Fierro) en Buenos Aires. La elección del vivo en lugar de un disco de estudio tiene que ver, explica Mariana, con los temas que componen el disco: “Nos parecía que había algo de la interacción con la gente, de lo que pasa con estas canciones que todos conocen, que todos cantan y en algún lugar de nosotros están. Nos gustaba la idea de poder captar ese ambiente.”
Quien recorra la contratapa del disco verá que el repertorio elegido le resulta más que familiar: canciones como la Zamba de Lozano, la Arenosa o Juan del Monte (conocida también como “la chacarera del zorro”) de Leguizamón y Castilla, o Volver a los 17 y Arriba quemando el sol, de Violeta. Lejos de buscar ‘el lado b’ de la obra de ambos, los intérpretes apostaron por los temas más entrañables de estos dos autores, quizás porque forman parte de la banda de sonido de la vida de muchos, además de la de ellos mismos. Claro que tomar decisiones y descartar temas no fue fácil: “Nos pasó que grandes canciones quedaron afuera de la lista, pero pensamos que en algún momento vamos a ir sumando algunas”, cuenta Baraj.
Escuchándolos, las canciones del Cuchi y Violeta mezcladas, una detrás de otra, parece que hay mucho más en común entre ellos que el año en que nacieron. “Son, primero, grandes referentes, dos artistas que cada uno a través de su obra marcó un camino para las generaciones que siguieron”, dice Mariana, y agrega: “Creo que lo que tienen en común que a nosotros nos resulta muy atractivo también es que la obra de ambos invita a abordarla de distintas maneras y uno puede hacerla transitar por distintos caminos.”
El disco y, por lo tanto, el vivo caminan en la fina línea que hay entre la versión y el original, entre la innovación y lo conocido. Barrientos y Baraj presentan las viejas canciones pasadas por un tamiz nuevo, con la voz vibrante de una en armonía con la del otro, guitarra con sonido metálico y legüero que retumba. Hay algo familiar y algo nuevo, y en eso radica esta extraña alquimia de intérpretes con autores. ”Creo que esta posibilidad de juntar nuestros universos y los de ellos y de alguna manera exponer nuestro punto de vista de la obra de ellos, en eso radica el atractivo para nosotros.”
El pasado viernes el recorrido personal de este dúo por la obra de Leguizamón y Parra sonó en la ciudad de Tafí Viejo, al aire libre, ante un patio lleno. Distintos climas, distintos ritmos y una música que comparte una mirada de la realidad latinoamericana y la vigencia a pesar de los años. Este recital forma parte de los muchos previstos este año para mostrar el nuevo disco que tendrá presentación oficial en Buenos Aires en el mes de abril. Además, los músicos planean compartir escenario haciendo canciones propias de cada uno, mientras paralelamente cada uno continúa con sus proyectos musicales personales.