“Lloro porque a pesar de ser médica y, capaz que por ser médica, tengo miedo”
Llegar al hospital y cambiarse siempre fue parte de la rutina. Llegar del hospital y saludar con un beso a quienes esperaban en casa, también. Ahora, el saludo a quienes esperan en casa se demoran. Y se demoran bastante: media hora por lo menos, dicen quienes trabajan en el sistema de salud y conviven día a día en los lugares de mayor exposición al virus Covid-19, entre otras patologías. Los profesionales de la salud hablan de prevención, de cuidado, pero también hablan de miedo. Las rutinas han cambiado en sus lugares de trabajo y en sus casas por esas mismas razones: prevención y miedo.
“En casa tengo un ‘área sucia’”, cuenta Paula Nicolópulos, médica que se desempeña en el hospital de Trancas. ‘Área sucia’ le llama al lugar preparado para la desinfección de todo lo que venga de afuera. “Ahí me saco y desinfecto todo antes de entrar, dejo mis cosas y paso al baño. Me baño y recién saludo a mi gente -y a mis mascotas-; después estoy tres horas limpiando mis cosas”, dice entre risas, intentando quitarle dramatismo a lo que antes hubiera sonado a exageración. En el hospital, un hospital que recibe muy pocos pacientes comparado con los centros asistenciales de la capital tucumana, también cambiaron varias cosas a partir de este contexto de pandemia. “Se lo acondicionó para ser un espacio de contención en caso de que sea necesario”, dice.
“Si yo pienso en qué fue lo que más cambió pienso en el estrés, el agotamiento mental, el miedo”, dice Fernanda Álvarez, médica pediatra que trabaja en la guardia del Hospital del Niño. “El miedo que tenemos habitualmente a ‘comerte cosas’, a equivocarte en un diagnóstico, ahora es peor. Ahora tenés pánico de traer la peste a tu casa. Estamos más cansados y estresados porque estamos haciendo entre dos el trabajo de cinco, pero en un contexto de mayor riesgo. A ese cansancio físico y mental con el que convivimos se suma el temor a exponer a tu familia”.
Los hospitales en los que estas médicas prestan servicio se diferencian en varios aspectos: uno es rural y el otro se encuentra en el centro de la capital tucumana. Uno atiende muy pocos pacientes y el otro suele tener guardias atiborradas de niños con padres sobrepasados. Ante este nuevo escenario, las consultas en ambas guardias disminuyó considerablemente. Quizás la gente entendió que no es necesario consultar ante cualquier síntoma, opinan las profesionales de la salud.
En Trancas, por ejemplo, las particularidades de la población rural han permitido que se preparen con antelación los espacios donde se recibe a pacientes con síntomas y se implemente un protocolo para los médicos. “Se habilitó un consultorio exclusivo para cambiarse. También se tomaron decisiones sobre dónde desechar esa ropa, cómo circular por los pasillos y por dónde transitar si hay un paciente febril”, describe Nicolópulos. En este, como en otros centros, se evita hacer internaciones. Las instrucciones son que, en casos de Covid-19 positivo que requieran internación, se los derive a la capital para su atención y tratamiento.
En el Hospital del Niño las cosas se presentaron de otra manera. “Nosotros no estábamos preparados para nada el día que recibimos a un paciente sospechoso -dice Álvarez-. Por suerte ese día estaban de guardia dos infectólogas, que si bien no están nombradas como tales, lo son. Ellas organizaron cómo se iba a recibir al chico, que venía con aviso de sus condiciones. Clausuraron un consultorio y lo acondicionaron para la emergencia, y ahora es el que quedó para atender estos casos”, cuenta la pediatra al recordar esa primera semana en que las cosas cambiaron al paso de otras prioridades y mayores medidas de prevención. “Ahora la prioridad es protegernos con el equipo necesario para no contagiarnos. No podemos llevar el virus a la casa”. Ese es el mayor miedo: llevar el virus a la casa.
Hoy se habla del pico de la pandemia. Las médicas no dudan de que las consultas van a incrementarse en las próximas semanas. “En nuestro caso -dice la pediatra del Hospital del Niño-, los síntomas del Covid-19 son los síntomas por los que vienen siempre: fiebre, tos, dolor de cabeza”, señala, y sostiene que se están preparando como pueden, con los pocos recursos de los que disponen para afrontar lo que sigue. El reclamo por más personal con nombramiento y con el reconocimiento salarial correspondiente es uno de los prioritarios.
Nicolópulos remarca que si bien en Trancas preven, en principio, no internar casos de coronavirus saben que el sistema de salud puede verse sobrepasado. “Si en algún momento en los hospitales de la capital se deja de recibir a los pacientes, tenemos una sala aislada, prevista para internar, pero lo cierto es que las condiciones no están dadas para prestar los servicios necesarios. No tenemos, por ejemplo, un respirador, y aunque lo tuviéramos no lo podríamos usar porque no hay una conexión de oxígeno central. Estas son instalaciones que no se resuelven así nomás”.
Que las cosas han cambiado, no quedan dudas. Para ellas, como para la mayoría de los profesionales de la salud, nada volverá a ser como antes. Hay medidas que se hacen hábito, dicen. Atravesar este mes de cuarentena no ha sido fácil. “Hay días que por todo lloro. Veo gente en la calle y lloro de la impotencia, me entero de los aplausos -en apoyo a los profesionales de la salud- y lloro de la emoción. Me entero de situaciones de algunos servicios a los que no llegan insumos y lloro de la angustia. Lloro porque no puedo ver a mi mamá. Lloro porque sé que como trabajadores de la salud estamos bastante abandonados -dice Fernanda Álvarez-. Lloro porque a pesar de ser médica y, capaz que por ser médica, tengo miedo. Pero también sé que teniendo el diario del lunes, viendo lo que pasó en otros lugares, tenemos que aprender y hacer lo que hay que hacer”.