La Palta

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La luna es la mejor amiga del hombre

Fotografia de Play Reactor.

Mi Top 5 de canciones sobre la luna (sin ningún orden particular):

  1. Canción de bañar la luna - María Elena Walsh

  2. Luna tucumana - Atahualpa Yupanqui

  3. Harvest moon - Neil Young 

  4. Moon river - Henry Mancini & Johnny Mercer

  5. Man on the moon - R.E.M.

  • 1. Siu Kiu

Tengo la sospecha de que los niños ya no son expuestos a María Elena Walsh. Bah, qué sospecha, me parece una obviedad que sus canciones quedaron atrás en el lejano siglo XX. Canciones plagadas de metáforas y animales personificados (la tortuga Manuelita, el mono Liso, la mona Jacinta, la vaca estudiosa, los gatos que viajan a Tucumán a un concurso de chacarera). En esta primera canción de mi lista, la personificación llega a la luna; es una luna japonesa que usa kimono, toma té, come arroz con palitos, y también se baña en un charquito y se empolva la nariz con azúcar (epa). La letra contiene también una autorreferencia: en la ciudad Siu Kiu vivía la princesa Sukimuki, protagonista de un cuento de María Elena Walsh que bien podría ser adaptado a una película del Studio Ghibli. La canción merece un lugar en esta lista aunque sea por pura nostalgia. 

  • 2. Acheral

Al igual que los gatos de la chacarera de María Elena Walsh, el bonaerense Héctor Roberto Chavero también vino a Tucumán, a principios del siglo XX, y fue aquí que tomó relevancia folclórica bajo el nombre de Atahualpa Yupanqui. Alguna vez declaró que siempre que subió desde Acheral hasta Tafí del Valle lo hizo en mula, y que salía siempre de madrugada, y por lo tanto su única compañía era la luna tucumana. Quizás no, quizás esto es solo un mito, como tantos otros, y Atahualpa en realidad subía en el colectivo Aconquija. Hay, en esta segunda canción de mi lista, una especie de apropiación de la luna a través del gentilicio: la luna no es realmente tucumana. Tampoco es yanki ni de nadie, es simplemente lunar, no es de ningún lugar y tampoco es de ningún tiempo. La luna que veo hoy en Tucumán es la misma que veía Atahualpa Yupanqui y la misma que vio toda la humanidad desde sus comienzos, la misma luna que veían los babilonios cuando estaban aburridos y desarrollaron la astronomía (gracias, babilonios) y también la astrología (no se hubieran molestado).

  • 3. Babilonia

En realidad, casi cualquier civilización antigua inventó alguna forma de astrología. Es incomprobable que los babilonios hayan sido efectivamente los primeros, pero básicamente observaron que había unas doce lunas llenas distintas que se repetían y armaron un calendario según eso, dividiendo la trayectoria del sol en el cielo en doce y dejando que una estrella se enlazara con otra como un dibujo. Las estaciones, las mareas y el crecimiento de los cultivos se repetían según estos ciclos lunares y solares, entonces tenía mucho sentido realizar predicciones y tomar decisiones según este calendario (sobre todo porque las predicciones y decisiones en la antigua Mesopotamia tenían más que ver con sembrar trigo o cebada que con los problemas de comunicación en la pareja debido a mercurio retrógrado). Pero en fin, esas doce lunas llenas tienen particularidades relativas al momento del año, y de hecho toman distintos nombres. Por ejemplo, la luna de cosecha a la que hace referencia la tercera canción de mi lista (“Harvest moon” de Neil Young) es la luna llena más cercana al equinoccio de septiembre, es decir, al momento en el que termina el invierno en nuestro hemisferio, y comienza el otoño en el hemisferio norte (se supone que del otro lado del mundo, el particular brillo de esta luna permite una cosecha nocturna). La luna todavía determina algunas fechas en nuestro calendario gregoriano, como el domingo de Pascuas, que depende de la primera luna llena posterior al equinoccio de marzo. Sin embargo, en nuestro país, la fecha más insólitamente marcada por la luna es el día del amigo.

  • 4. Savannah, Georgia

Enrique Ernesto Febbraro fue un odontólogo y profesor argentino que alguna vez tuvo la ocurrencia de instaurar el día del amigo. En 1969, aprovechando la llegada del primer ser humano a la luna, decidió establecer una fecha y envió mil postales a conocidos suyos, decretando el día del amigo. Recibió unas ochocientas respuestas. Pero la llegada del hombre a la luna no tiene absolutamente nada que ver con el concepto de amistad. Según Febbraro, él interpretó (muy libremente) el evento como un gesto de amistad de la humanidad hacia el universo. Por otro lado, se supone que Febbraro era masón, al igual que Buzz Aldrin. Aldrin fue el segundo hombre en pisar la luna y, si bien su nombre suele ser menos recordado que el de Neil Armstrong, al menos sirvió para bautizar a Buzz Lightyear, el amigo de Woody en Toy Story (ahí está, una amistad cercana a la luna). Lo que sí parece estar relacionado con la amistad es la cuarta canción de mi lista, “Moon river”. La letra es una remembranza del letrista Johnny Mercer sobre su infancia en Savannah, Georgia, juntando arándanos con sus amigos, sus huckleberry friends. La canción tomó un tinte más romántico porque, como todos saben, fue popularizada en la película de 1961 “Desayuno en Tiffany's” (y de hecho ganó el Oscar a mejor canción original), en aquella famosa escena en la que canta en la ventana Audrey Hepburn, acaso la actriz más hermosa en el Hollywood del siglo XX.

  • 5. Algún estudio de Hollywood

La última canción de mi lista, “Man on the moon”, no es en realidad sobre la luna, sino sobre el comediante Andy Kaufman. En 1999, la canción incluso dio el nombre a una excelente biopic sobre él. Como Kaufman construyó su carrera alrededor de bromas y artimañas, existe una leyenda urbana que sostiene que él fingió su propia muerte, de cáncer, a los 35 años. Posiblemente esta leyenda haya sido pensada o planeada por él mismo, y sostenida póstumamente por quienes lo honran con esta suerte de broma infinita. La canción de R.E.M. juega con esta leyenda, lo conecta a otros mitos bíblicos e históricos, al conflicto entre la fe y la razón, y a la teoría conspirativa del estribillo: aquella que niega que llegamos a la luna, que sostiene que todo fue grabado en algún estudio de Hollywood por Stanley Kubrick (el director de cine que prácticamente no salía de Gran Bretaña por su miedo a volar) y que ninguno de los seis alunizajes del programa Apolo, un programa científico y espacial de exorbitante presupuesto para el gobierno de los Estados Unidos, realmente sucedió. Esta teoría conspirativa hizo que, en 2002, un hombre hostigara a Buzz Aldrin, tratándolo de mentiroso y cobarde. Aldrin, de 72 años, respondió con una piña.

Cierre de lista

Como docente, a veces aprovecho alguna clase de física para sopesar si mis alumnos de doce años creen que la humanidad efectivamente llegó a la luna. Al principio percibo un poco de dudas, pero nada grave. Por supuesto, aprovecho el espacio para que la llegada a la luna sea una certeza, de la misma manera que intento que entiendan la importancia histórica (y actual) de las vacunas, e intento alejarlos de algunas prácticas esotéricas inofensivas, como la astrología, y algunas otras menos inofensivas de este siglo, que por momentos no parece tener tantas luces. Uno es libre de creer que nada de esto es necesario, que la humanidad solo se mueve hacia adelante, que mientras nos alejemos de las vetustas ideas religiosas sólo podemos estar iluminados. Pero yo no estoy nada convencido. En muchos países, la tendencia es que las nuevas generaciones sean las más reacias a vacunarse.

Por otro lado, cómo culparlos. El otro día me crucé con esta línea de tiempo sobre los medios de transporte: el carro se inventó aproximadamente 2.000 años antes de Cristo, y durante unos 3.800 años fue el medio de transporte más rápido. Luego, a principios del siglo XIX, se inventó el tren, nueva velocidad. El tren, en cambio, fue el transporte más rápido solo por cien años porque, en 1903, los hermanos Wright volaron por primera vez, todavía más rápido. Y tan solo 66 años después de eso, el Apolo 11 llegó a la luna. Pero este 20 de julio se cumplen ya 52 años de ese día y seguimos acá, casi parece que no pasó nada nuevo. A lo mejor si hoy estuviéramos teletransportándonos a Marte o si Neil Armstrong hubiera regresado con algún selenita encadenado sería más fácil, para unos niños nacidos en pleno siglo XXI, creer en el primer alunizaje. Y en la redondez de la Tierra. Y en la importancia de las vacunas. Y en el futuro de la humanidad. No sé qué falló. No sé si nos quedó muy grande el siglo XX, pero seguro nos quedó muy lejos. Nos quedó muy lejos un programa espacial carísimo, y las canciones de María Elena Walsh, y Atahualpa subiendo a Tafí del Valle en mula, y la hermosa Audrey Hepburn cantando en la ventana, y Andy Kaufman fingiendo la ficción de su muerte.



Por Pablo Jeger.