Emprender: otra economía es posible
Reinventarse, conectarse con el lado creativo, dejar de vivir en automático, tejer lazos de solidaridad y compromiso, resistir desde el amor, la ternura y la construcción colectiva. Todo eso, pero también apostar por el crecimiento de otra economía. Una donde la actividad productiva tenga sentido. O tenga otro sentido cuyo foco no sea hacer crecer el sistema como ya se lo conoce. Uno donde exista la posibilidad de vincular las convicciones, los deseos, el interés y la acción con un lugar más habitable. Eso, de la mano con la economía, la subsistencia y el trabajo rentable.
Lo establecido, la tradición, el sistema social y económico ha formado generaciones enteras para insertarse en el mundo laboral. Y, lo primero en que se piensa al hablar del mundo laboral es en un puesto de trabajo en relación de dependencia: un jefe, el cumplimiento de una o unas tareas específicas y un sueldo que permite subsistir y seguir caminando en la rueda. No importa si en el sector público o privado, lo importante es estar en esa rueda que sostiene y fortalece el mentado sistema. En ese mundo, el “emprendedurismo” viene a proponer otras lógicas y, a veces de la mano del activismo, apuesta por un proyecto más ambicioso: otra economía posible.
En el Día Mundial del Emprendimiento, tres breves historias tucumanas:
“Perder el miedo y saltar de la idea a la acción, del proyecto a la realidad”, dice Victoria Saavedra de Tienda Vintage, cuando habla de los primeros desafíos al momento de encarar un emprendimiento. Casi de inmediato habla de la inversión. Pero no solo de la inversión económica, sino de la inversión en tiempo que, en épocas de redes sociales, implican también la producción y realización de contenidos que funcionen como una herramienta y no como un obstáculo.
Tienda Vintage existe desde 2021. “Lo más emocionante para mí fue cuando me llamaron para hacerme una entrevista y después ver las fotos de mis productos impresos en un diario, en papel, en grande”, dice la emprendedora. Quizás ese fue el momento en que pudo tomar distancia de lo que creó y poner en valor lo logrado.
Guadalupe Garlati tiene su Roperito Circular. El emprendimiento que encaró en uno de los momentos más duros de su vida familiar y que le dio la posibilidad de transformar el miedo, el enojo y la desconfianza por la humanidad en consciencia, sostén, amor y sentido. En esta tienda de ropa para las infancias, Guada encontró la posibilidad de vincular su activismo ambiental con una actividad productiva y con sentido.
Las experiencias que se comparten entre emprendedores siempre están vinculados a los temores y el entusiasmo de empezar. Pero también a los desafíos de sostener en el tiempo algo que sea rentable. “Gestionar tiempos, hacer un buen balance entre les hijes, el ocio, transicionar de emprendimiento a empresa”, menciona la joven.
Y desde el comienzo, para toda persona que desee emprender, el desafío más grande es asirse de herramientas técnicas que permitan tomar decisiones de inversión y gestión del dinero. Ocurre que la educación financiera no es algo que abunde y menos aún para quienes quieren emprender. “Estructurar el negocio, separar las ganancias de la economía familiar y en muchas ocasiones que la gente del entorno lo vea como algo serio”, remarca Garlati.
Para Antonela, de Oriri - objetos nativos que se dedica a la encuadernación, el dictado de talleres y la venta de cuadernos y agendas elaboradas y cosidas manualmente, el principal desafío está en su producto. “Lograr un buen producto que me guste a mí, que le guste a la gente que lo va a adquirir y que sea valorado como un producto único y artesanal”, dice quien nunca se imaginó agarrando una aguja y un hilo. Hija de una mujer que realizaba alta costura, no quiso aprender el oficio. Hoy se ríe cuando ve que uno de los valores de su producto es que esté cosido a mano.
“Me emociona cuando voy a un lugar o a una feria o a una librería y alguien compra un producto y me pregunta sobre los materiales. Me emociona ver ese interés de la gente por un producto que está hecho con tanto amor”, cuenta Antonella con orgullo. Quizás porque sabe que en ese objeto está volcada su lado creativo, artístico y, por qué no, militante.
Tucumán, cuna de emprendedoras
No es casual que quienes hayan respondido para esta nota hayan sido mujeres. Cuando ellas piensan en las redes que tejieron y siguen tejiendo para vender y comprar, en los espacios físicos en los que se encuentran para ofrecer sus productos, se ven rodeadas de mujeres. “Creo que es porque somos creativas, habilidosas y luchadoras y no tenemos miedo al fracaso. Nos caemos y nos levantamos las veces que sean necesarias”, comenta Antonella.
Victoria también valora ese aspecto: “Creo que tiene que ver con la energía creativa y el poder de acción que tenemos las mujeres”. Pero, además, opina que esta predominancia de mujeres tucumanas en los emprendimientos puede estar vinculado a la necesidad de la independencia económica de las mujeres que durante siglos fueron expulsadas del mundo de los negocios.
Guadalupe habla, además, del mercado laboral tradicional. “Tiene muchos sesgos referidos a contratar mujeres. Lo vemos en las brechas salariales, los techos de cristal y muchos otros ejemplos en donde las mujeres quedamos relegadas”, sostiene. Y la realidad de muchas mujeres es que también son madres. “Es la única manera en la que generar dinero y cuidar a nuestres hijes conviven en una aparente sincronía (que al mismo tiempo es parte del discurso que nos condena al: podemos con todo)”, advierte.
La apuesta por otra economía es un común denominador en estas y muchas otras historias de personas emprendedoras. “Es una manera de generar comunidad y ser parte de una microeconomía que nutre a personas con caras, nombres e historias”, remata Garlati que elige apostar por este crecimiento y no ser un engranaje más que sostiene una marca sin rostro.