La Palta

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Banda de sonido: sueño con serpientes

Escuchando Sueño con serpientes de Silvio Rodríguez

Por Elías Cura

Ilustración del autor | La Palta

1. Sueño con serpientes

Hay tantas canciones que heredamos de los sobrevivientes. Hay tantos testimonios de un mundo que nos quedó lejos. Tan lejos que parece fantasía.

Perdón, yo nací hace poco más de veintitrés años. Más o menos en ese entonces alguien dijo que la Historia había llegado a su fin. Para mí la Historia era todo aquello que empezaba con mil novecientos. La guerra, la muerte y el terror siempre pertenecieron a los relatos de mis padres y de mis libros. Será que somos muchos los hijos malcriados de esta Historia que, convencidos de que el mundo solo camina hacia adelante, nos creímos que el regreso de la serpiente era imposible.

Pienso en los que vieron a la serpiente ayer y antes de ayer. Pienso en los que la ven todos los días en algún país lejos del mío. Y en los que la ven dentro de estas fronteras, los que nunca dejaron de verla en esta ciudad, en los barrios detrás de las vías, en las casas detrás de la mía, en la parada del colectivo, sentados a mi par.

Lo que llega ahora es un capítulo más de esta Historia, la que nos toca a nosotros. Que nos lleva puestos como una ola. Y pensar que hicimos cuanto pudimos. Es que somos tan pequeños.

La mato y aparece una mayor
Con mucho más infierno en digestión

2. Voy pensando en qué vendrá

Hace unos días una chica murió en un recital. Murió porque la empresa que le cobró una entrada exageradamente cara decidió que no podía tomar agua si no se la pagaba también. Decidió, además, que los sesenta grados de temperatura no debían ser impedimento para el show y que era necesario evitar que alguien viera el concierto desde afuera sin pagar, aunque eso significara bloquear la ventilación.

Al mercado no le importa nuestra vida. Le interesa solamente cuánto más podemos pagar por ella. Ojalá pudiera decir que al Estado sí le importa.

Yo tomo agua (digamos que saludable) porque puedo pagarla. El agua corriente y pública en mi barrio sale casi siempre con un color amarillento. Pero acá sale casi todos los días. Hay localidades cerca de mi ciudad donde hay agua tres veces por semana. Hay escuelas y barrios enteros cerca de mi casa donde no hay agua nunca. Y ese, muchas veces, es el menor de sus problemas.

El odio ganó, sí, pero no lo hizo solo. Acá lo hizo con la fuerza de la desesperación y la desesperanza. ¿Cómo no iba a ganar?, si el bien común está tan vejado que aprendimos a llamarlo mal menor.

Esta al fin me enguye
Y mientras por su esófago paseo
Voy pensando en que vendrá

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3. Digestión

A veces solamente quiero haber estado equivocado todo este tiempo. Creer en lo que creen esos que con sus mejores intenciones alimentan a la serpiente. Otras veces quisiera que no me importe. Que la serpiente se coma a quien deba comerse mientras yo me dedico a salvarme a mí y a los míos porque esa es la ley de la selva. Si de todas formas esta serpiente nos encontró más atomizados que nunca.

Sueño con serpientes
Con serpientes de mar
Con cierto mar, ay, de serpientes sueño yo

¿O acaso no?

Once meses antes de su triunfo estuvimos abrazados. La mística de un gol aplacó la ira el tiempo suficiente como para que brindemos en paz a fin de año. Ahora dicen que el amor no vence al odio. Quiero disentir porque en algo tengo que creer.

Al tejido social se lo recupera hebra por hebra, me dijo mi vieja para romper el silencio la noche en que confirmamos la derrota. Hará falta resistir con firmeza pero también con paciencia, apelando a lo que reste de humanidad, de lo sensible y de la razón.

Y, quizá, porque soy un malcriado de la Historia, pretendo que a esa resistencia nunca le falte la ternura. Destruir a la serpiente planteando con un verso una verdad.