Rebobinar antes de devolver
Los del ojo en la nuca no sabemos pedir deseos hacia adelante. No hacemos listas para el año que empieza, con planes que ir tildando a medida que vamos haciéndolos realidad. No tragamos uvas pensando en los meses que vendrán. El futuro está hecho del humo del que parecen las nubes cuando están bajas. No nos alcanza la imaginación para ver lo que será o lo que queremos que sea, vinimos medio rotos, no nos anda ese botón.
En cambio se nos da bien hacer balances, rebobinar la vida como a esos VHS antes de devolverlos al videoclub, mientras miramos al revés todo lo que nos trajo hasta aquí. Frente a nuestros ojos pasan los días de frío, las caras nuevas, los días de desvelo, las calles bajo la lluvia, los gatos de las casas que visitamos, los mensajes de madrugada, los llantos, las canciones recién descubiertas. Vemos un beso hacia atrás, el helado que se cayó volviendo a su lugar y a alguien correr en la dirección contraria. Repasamos los días del puño cerrándose de impotencia en la ciudad donde matan chicos a quemarropa, y los del puño verde de envidia por un tiempo prometido que todavía no llegó. Queremos volver para hacer algo diferente y no. Pensamos en los otros caminos, los que no tomamos, el lado be del pasado, doblemente perdidos, imposibles caminos nunca explorados.
De tanto mirar hacia allá el futuro siempre nos toma por sorpresa. El calendario no entiende que todo está por la mitad, que estamos dibujando lo que vemos por la ventana mientras la Tierra gira y pasan los 31 de diciembre entre fuegos artificiales y brindis. Todavía no terminamos nada, seguimos corrigiendo el borrador porque todavía no sabemos qué hacer con lo que nos falta, ni en dónde poner lo que hemos encontrado. No descubrimos aun cómo hacer para dejar de perder 2 a 1 en tiempo suplementario, para llegar con algo más que unas cervezas a fin de mes, para invitar a salir de una vez a la chica del balcón de enfrente, para espantar los fantasmas o invitarlos a dormir, para que el mundo deje de perder por los bordes y no ganen siempre los mismos. Queda pendiente todavía hacer de éste un lugar más habitable. Por eso, aunque parezca que todo vuelve a empezar, los que no sabemos hacer planes a futuro, miramos para atrás. Buscamos la pista, las migas de pan, la punta del hilo que nos saque del laberinto. Bajamos la ventanilla, respiramos hondo, y le hacemos el juego a los calendarios que nos juran que todo vuelve a empezar.