16 años sin conocer al femicida de Paulina Lebbos
Un 26 de febrero de 2006, hace 16 años, en Tucumán se denunciaba la desaparición de una joven estudiante de Comunicación de 24 años, llamada Paulina Lebbos. Así comenzaba uno de los casos quizás más conocidos de la provincia. Pasadas dos semanas de aquel hecho, aparecía el cuerpo a un costado de la Ruta 341, en la localidad de Tapia, estremeciendo a cada ciudadano y ciudadana.
Era evidente: la habían asesinado. Pero lejos de tratarse de un asunto plagado de enigmas propios de los crímenes perfectos, las dificultades del caso estuvieron más bien ligadas a las irregularidades del personal que debía investigar el homicidio.
De a poco, el rumor de que los hijos del poder estaban involucrados en el homicidio fue esparciéndose por toda la sociedad. Gabriel y Daniel Alperovich (hijos del exgobernador José Alperovich, hoy imputado por abuso sexual a su sobrina) y Sergio Kaleñuk (hijo de Alberto Kaleñuk, exsecretario privado de Alperovich), eran señalados como cómplices del homicidio. Los hijos de Alperovich fueron desvinculados de la causa por falta de prueba.
Tal como en los policiales en los que los delitos involucran a gente poderosa, las pruebas parecían desaparecer a cada instante, y otras, ocultarse, con una determinación que parecía venir “desde arriba”. “Alperovich es el principal responsable de darle protección a los encubridores”, repitió siempre y hasta el hartazgo Alberto Lebbos, padre de la víctima.
“A Paulina le gustaba mucho bailar, actuar, estudiar, era una excelente alumna, muy inteligente, era una jovencita llena de proyectos: quería ser periodista. Sus sueños fueron truncados de una forma horrenda”, señala su padre.
El Caso
El 26 de febrero de 2006 Paulina asistió a un boliche para festejar que había aprobado una materia en la universidad, pero jamás regresó. Virginia Mercado, su amiga y la última persona que la vio con vida, relató que Paulina tenía intenciones de ir a dormir, luego de la fiesta, con su novio César Soto. Mercado se bajó antes que Paulina de un remis, y no volvió a tener noticias sobre la víctima. Soto, quien tenía antecedentes por violencia de género, negó haberla visto aquel día. Y hoy es el principal acusado del homicidio junto a Sergio Kaleñuk.
Cuando su cuerpo fue encontrado presentaba signos de violencia, y una autopsia determinó que había fallecido por estrangulamiento. 16 años pasaron de aquel hecho y hasta ahora solo hay condenados por encubrimiento, pero ninguno como autor del femicidio.
Alberto Lebbos logró que el nombre de su hija fuera quizás el más resonante de la provincia, ya que comenzó una lucha incansable e histórica, enfrentándose a hombres de gran poder en la provincia para exigir que se conozca la verdad y se juzgue a los culpables del asesinato. Desde el primer día denunció la negligencia del Estado en todo el operativo de investigación, y señaló como principal responsable al entonces gobernador Alperovich por dar las órdenes que permitieron construir un gran entramado de impunidad. Por ejemplo, el entonces fiscal Carlos Albaca, a cargo de la investigación, dictó un secreto sumario que se mantuvo durante 7 años (2006-2013) además de provocar, con el paso del tiempo, la pérdida de las pruebas genéticas que podrían haberse realizado para dar con el asesino.
Con mucho esfuerzo y el acompañamiento de toda una sociedad que estaba atenta al caso, logró que la justicia condenase a importantes funcionarios estatales. En 2013 se condenó al ex comisario Enrique García, al oficial Manuel Yapura y al agente Roberto Lencina; en 2019 al exsecretario de Seguridad, Eduardo di Lella; al exjefe de Policía, Hugo Sánchez; al exsubjefe, Luis Nicolás Barrera; al exjefe de la Regional Norte de la Policía, Héctor Rubén Brito y al exagente Hugo Waldino Rodríguez; y en diciembre de 2021 al exfiscal Carlos Albaca, por encubrimiento, siendo el primer funcionario público en ser condenado en la provincia en un juicio de esas características.
Desde 2021 y antes que la causa prescribiera, el fiscal Carlos Sale, encargado de la investigación, imputó por el homicidio a Soto y Kaleñuk. Su hipótesis es que fue Soto quien la asesinó, y pidió ayuda a Sergio Kaleñuk, por ser “hijo de”, quien a su vez hizo llegar órdenes a la cúpula policial para entorpecer el caso y esconder las pruebas, valiéndose también del poder político de turno, que encabezaba José Alperovich.
Lo cierto es que el velo del encubrimiento del Estado se tejió rápidamente. Pero Lebbos mantiene la esperanza, de que más temprano que tarde, se vaya desarmando esa red de silencio que hoy sigue siendo impenetrable.
La lucha de un padre
Desde que el hecho tomó notoriedad, en 2006, Alberto Lebbos fue apropiándose de la plaza Independencia, situada exactamente al frente de la Casa de Gobierno, y muy rápidamente fue sumando multitudes de personas que lo apoyaban y reclamaban junto a él: Justicia por Paulina Lebbos. El reclamo se convirtió en algo sistemático, y de gran resonancia por las calles de la ciudad, así como las andanzas de Lebbos por los tribunales y por los medios de comunicación provinciales y nacionales.
Canciones, poemas, esculturas, pinturas, trabajos de tejidos, obras de teatro y un anfiteatro con el nombre de Paulina Lebbos son, por solo nombrar algunos, la prueba de la consagración de la causa de la joven como un símbolo de lucha.
“Es antinatural que se te muera un hijo antes que vos, pero que sea en situaciones tan horrendas te modifica para siempre la vida. Son situaciones de infinita tristeza que no se reparan con nada, se sobrelleva con el amor de la familia, de los amigos, de compañeros de situaciones horrendas que nos hemos ido entrelazando y abrazarnos para luchar juntos”, reflexiona Alberto.
A Paulina no solo la mató quien la estranguló: lo hicieron todos los cómplices que por orden del Estado dilataron y provocaron pérdidas de pruebas fundamentales para llegar al homicida.
Y como si la falta de respeto a la dignidad de la difunta y al dolor del padre no fuesen suficientes, los encubridores increpaban a Lebbos: “estos tipos me decían ‘vos seguí con tus marchitas’. Porque daban por sentado que jamás iban a ir a un juicio y menos a ser condenados”, señala Lebos.
“Paulina el rasgo más importante de su personalidad era la solidaridad gigantesca. Siempre pensaba en los demás antes que en ella. Yo, tratando de honrar esa personalidad, no solo lucho por Paulina sino por todas las causas impunes, para que nadie más tenga que vivir estas situaciones tan horribles”, sostiene.
El hombre de las cientos y cientos de marchas, recibió amenazas de muerte y acoso telefónico en diversas oportunidades. Pero su coraje y obstinación por ver en el banquillo de acusados a los culpables de matar su hija fueron más fuertes: gracias a la Comisión de Familiares y Víctimas de la Impunidad de Tucumán, la cual preside, a lo largo de estos años pudo reunirse con familiares en su misma situación en todo el país, y también llegó a los medios nacionales contando su denuncia, y recibiendo el apoyo masivo de periodistas, artistas, políticos/as y ciudadanos de cada rincón del territorio nacional. Una solidaridad extensa y diversa fueron convirtiéndose en un brazo humanitario que envolvió a Lebbos para mantenerlo firme y de pie: “no se puede llevar una lucha de esta envergadura en soledad. Me sostuvo la convicción de luchar por la verdad, que la tengo desde las raíces, también el acompañamiento de la familia, los amigos, gente que tiene un coraje fuera de serie, como los fiscales, no es fácil enfrentarse al poder en Tucumán. Y así también muchísimas personas como los compañeros de la comisión, gente en la calle que me daba su aliento y los periodistas que ayudaron a visibilizar esto por todos lados”.
Para el hombre, todas las personas implicadas en el asesinato de su hija montaron un muro de impunidad, hasta ahora, irrompible. Su esperanza reside en que ese pacto de silencio finalmente se quiebre.
“Nunca, jamás perdí la esperanza. Mi sueño es que todo esto se termine cuando Alperovich diga el nombre de los asesinos de Paulina”, finaliza.