El inicio de la educación vial
La vía publica es ese espacio en el que conviven los ciudadanos apelando a la explotación de los sentidos. El escenario en el que se confeccionan las relaciones que le dan forma a la vida social. Sin embargo, la calle es para muchos una caja de sorpresas. Entre bocinas, motores y gritos, se inicia la experiencia del transeúnte en el espacio público. Y es justamente por ello que existe dentro de las normas de tránsito el apartado dedicado a los derechos del peatón, donde además se establece cómo se debe comportar el mismo en la vía pública.
Todo peatón no puede desconocer que su obligación para con el tránsito es la de cruzar por las esquinas de las calles, respetando las señales de los semáforos o directores de tránsito y siguiendo la senda peatonal delimitada justamente para el cruce del mismo. Espacio de la calle en el que peatón tiene la prioridad.
Sin embargo, ocasionalmente, y cada vez con más frecuencia, cruzar la calle se convierte para el transeúnte en un desafío comparable al de un videojuego. Así, al mejor estilo Mario Bros, los peatones deben recargar su energía para cruzar la calle sin ser embestido por ninguno de los vehículos que se atraviesan entre las líneas que dibujan la senda peatonal.
Sea por falta de conciencia, sea por mero acto de comodidad o sea por pura indiferencia, los conductores ponen en riesgo la vida del transeúnte y su propia vida. Lo lamentable es que día a día se naturaliza más esta mala costumbre o mala educación por parte de los que están al volante. En consecuencia, resulta un tanto ridículo exigir al iniciado peatón, como es el caso de un niño, que cruce por la senda peatonal cuando en la misma se experimenta el vértigo de esta carrera contra el tiempo con mayor intensidad que si se cruzara por la mitad de la calle.
Muchos que creen que con un curso de educación vial alcanza para mejorar las conductas de los choferes y de los peatones. Pero se torna absurdo considerar que la educación vial se inicia al momento en que una persona se sienta al volante. Es decir, una persona no comienza a adquirir conocimientos sobre el manejo en el momento en que consigue dominar un vehículo, sino cuando se convierte en peatón. Cuando reconoce su derecho como ciudadano y cuando exige el respeto por su integridad. Un respeto legítimo que se justifica en la preocupación por evitar que se enuncie el final del juego.
Javier Sadir
jsadir@colectivolapalta.com.ar