103 años de una historia que aún se escribe
Hablar de los Talleres Ferroviarios de Tafí Viejo es hablar de historia. Y no solo la de esa ciudad, sino del país. De esta Argentina que hoy pisamos y cuya historia se construye día a día. Contar esa historia no es tarea fácil, a menos que se sea protagonista, como Miguel Ángel Herrera. Él es un ex ferroviario de Tafí Viejo que, luego de jubilarse, dedicó el resto de su vida a la lucha y la investigación de los ferrocarriles argentinos.
Al cumplirse el 25 de junio los 103 años de la fundación de los Talleres Ferroviarios de su ciudad, Miguel cuenta la historia. Aquella que algunos no vivimos pero que también nos pertenece.
La instalación del ferrocarril en la Argentina surgió mediante la inversión de capital de Gran Bretaña y Francia, lo que posibilitó un fuerte crecimiento en la economía. Debido a una deuda que la corona británica tenía con el país, luego de la segunda guerra mundial, las líneas ferrocarriles se volvieron parte del Estado Argentino. Un diamante en bruto que abría nuevas fuentes de trabajo.
Desde entonces, las inversiones aumentaron en el sector, lo que permitió mejorar la producción y aumentar la mano de obra especializada, proveniente de las escuelas técnicas. Entre las nuevas propiedades que había conseguido el Estado se encontraban los talleres más grandes de Latinoamérica. Aquellos instalados a 30 kilómetros de la capital tucumana, en un pequeño pueblo llamado Tafí Viejo.
Por los años 50, los talleres taficeños empleaban a más de 5.500 obreros y llegaban a producir 24 vagones de carga, 11 coches de pasajeros y 2 locomotoras a vapor por mes, además de 5 toneladas de repuestos varios.
Los años de esplendor marcaron y forjaron el desarrollo de la ciudad, convirtiéndola en su momento en una ciudad industrial, la más próspera del país. Pero no duró demasiado. A partir del golpe del 55, el ferrocarril comenzó a sufrir las consecuencias de un gobierno que privilegiaba los intereses de algunos sectores.
Durante 1959, con la presidencia Arturo Frondizi y su Ministro de Economía Álvaro Alzogaray, se implementó en la Argentina el denominado “Plan Larkin”, proveniente de los Estados Unidos, que pretendía promover el desarrollo automotor basándose en el crecimiento del negocio petrolero. A partir de entonces, el Estado comenzó a disminuir el transporte en ferrocarril para aumentar el de camiones y ómnibus.
En el año 1961 y en respuesta a esta disminución, el país se paralizó en una huelga de 42 días, que se levantó con la oferta de un retiro voluntario de los trabajadores. En Tafí Viejo, más de mil personas dejaron sus lugares de trabajo, dado a que estaban a punto de jubilarse o para recibir su indemnización. Pero lo curioso de esta medida fue que el gobierno no incorporó nuevos trabajadores. “Al disminuir la cantidad de obreros disminuye la cantidad de producción. Toda esta política también se llevaba a cabo con el apoyo de la fuerza pública. Con la indemnización ellos podían desarrollar algún tipo de emprendimiento personal o micro emprendimiento, algunos lo hicieron y les fue bien. Pero para el taller significó mil personas menos, quedando casi tres mil personas trabajando. Y a partir de ahí se produjo un decrecimiento vegetativo. Porque los talleres siempre tuvieron gente que se estaba jubilando y gente que estaba ingresando. Pero ya no ingresaba nada”, explicó Miguel.
Con la implementación del plan, los obreros comenzaron a percibir, no el cierre de los Talleres, sino la intencionalidad de privatizar algunas partes de él. A partir de allí comenzó una lucha que hasta el día de hoy sigue vigente.
Al pasar los años la situación fue agudizándose. Luego de los golpes de Estado de 62 y 66 las políticas de achique siguieron aumentando hasta 1974, con el regreso de Perón a la presidencia. Este gobierno tomó la iniciativa de reinvertir en el ferrocarril por lo que, en el caso de los talleres ferroviarios de Tafí Viejo, mil personas ingresaron a la planta industrial. “Yo ya desde el año 68 quedé en planificación, y en el año 74, no me acuerdo bien, me dieron la categoría definitiva de técnico. Eso significaba un mejor sueldo casi como un supervisor, porque la categoría era personal de dirección. Después venían los que se llamaban sección, 1, 2, y 3. Entonces eran distintos niveles jerárquicos dentro de una estructura orgánica, con mucha complejidad por lo complejo que era el taller”, recuerda Miguel.
Con el nuevo gobierno de Perón surgió la esperanza de que ferrocarril comenzaría a levantarse, a ser lo había sido años anteriores. Pero eso no fue así. Durante el golpe del 76 las vías argentinas comenzaron a mancharse de sangre.
El golpe significó para el taller leyes de prescindibilidad laboral, principalmente para aquellos obreros gremialistas. Muchos de ellos fueron acusados de comunistas o activistas, lo resultó en la muerte de 17 empleados. Miguel recuerda este periodo con mucha pena, no solo porque en este tiempo se produce el primer cierre de los talleres, sino por que muchos de sus compañeros fueron desaparecidos.
En julio de 1980 los talleres fueron cerrados en el marco del denominado “Proceso de Reorganización Nacional”. Esto generó que miles de personas se encuentren sin empleo, sin recursos para mantener a sus familias. "Le dijeron al personal de los Talleres que teníamos plazo hasta el 16 de julio para renunciar y a nosotros nos pagaban la indemnización en un 100%, no me acuerdo cuánto era, tenía que ver de acuerdo a la cantidad de años de servicio, pero era significativo porque era tentador ya que ellos nos dijeron 'cobran 100 % si renuncian ahora, sino lo mismo se van a ir a fin de año y le vamos a dar 50%'. Entonces nosotros dentro del taller nos reuníamos, para ponernos de acuerdo qué actitud tomar”, explica Miguel, rescatando que estas reuniones debían hacerse a escondidas, dado al miedo que circulaba entre los obreros, impuesto por el gobierno de facto.
Con el retorno de la democracia, los talleres taficeños volvieron a abrir sus puertas pero esta vez con tan solo 500 obreros y con las estructuras desmanteladas. Aun así, la reapertura fue recibida con mucha alegría por la comunidad, que como veces anteriores esperaba ver crecer al gigante.
Aunque la actividad se mantenía en déficit, en el año 1989, con el gobierno de Carlos Menen, se sancionan dos grandes leyes en el congreso. Por un lado, la llamada “Reforma del Estado”, y por el otro, la “Emergencia económica”, que preveía la privatización del ferrocarril. Desde el año 94 el gobernador tucumano Antonio Domingo Bussi instaló en el lugar una cooperativa que encargaría de saquear y desguasar la planta. Pero en 1996 Menen ordenó nuevamente el cierre de los talleres, lo que golpeó las esperanzas de los trabajadores y sus familias.
El gigante de la Tafí Viejo siguió en silencio hasta el año 2003, cuando el presidente Néstor Kirchner anunció una nueva reapertura y en el año 2008 la decisión fue ratificada por la presidente de la nación Cristina Fernández.
Hoy, a 103 años de su creación la historia se sigue escribiendo. Meses atrás el gobierno actual puso en marcha el proceso de reactivación en tres etapas. Actualmente se desarrolla la primera, con una inversión de cinco millones de pesos. Ahora los talleres volvieron a formar parte del Estado Argentino, lo que revive las esperanzas del pueblo de Tafí Viejo. Solo queda no mirar atrás, porque para algunos todo pasado fue mejor, sino mirar hacia adelante para generar nuevas situaciones que despierten por completo al gigante.
Exequiel Reinoso
ereinoso@colectivolapalta.com.ar