La Ventana: arte e integración
El saber popular dice que “cuando una puerta se cierra, una ventana se abre”. Pero como sucede con muchas frases hechas, esto no siempre es así. Ante cada puerta cerrada las esperanzas pueden empezar a desvanecerse, el temor empieza a ganarle a la acción y la desilusión tiene la chance de atar a la voluntad. “Veíamos que a las personas con discapacidad se les cerraban muchas puertas, entonces era una manera de abrir una ventanita”, dice Mariela De Haro, una de los miembros fundadoras de la fundación La Ventana. La Ventana nació en el año 2003 como iniciativa de algunos estudiantes de psicología. Movidos por la necesidad de hacer algo concreto por las personas con discapacidad y ante la incertidumbre de lo que sucedería con las clases (la Facultad en la que estudiaban se encontraba ‘tomada’ como medida de protesta), decidieron organizarse y ponerse en acción. Lo primero fue conformarse como fundación. Empezaron por averiguar los requisitos, juntar el dinero para los gastos que los trámites demandarían y aunque al principio todo parecía imposible, decidieron dar el primer paso. Convencidos de que desde el arte se podía hacer la diferencia y abrir esas ventanitas a las oportunidades, alquilaron un pequeño lugar que con el tiempo creció y que hoy funciona como sede de la fundación.
El desafío inicial fue poder utilizar el arte como herramienta terapéutica para trabajar con la población con discapacidad. Así incluyeron en sus actividades el teatro, los títeres, la narrativa y otras intervenciones artísticas como las ‘pintadas por la integración’. Esta última actividad consiste en convocar artistas plásticos y músicos que sensibilizados por esta problemática, participen y acompañen durante una jornada en un espacio público. “La sociedad no está preparada para una inclusión verdadera porque lo desconocido genera temor y, ante el temor, la reacción es excluir, por eso se trata de sensibilizar a la comunidad también”, sostiene Mariela. Es por esto que las actividades tienen esta doble dirección: hacia las personas con discapacidad y hacia el resto de la comunidad.
Marcar la diferencia entre ‘discapacitado’ y personas con discapacidad es importante. Hablar de ‘discapacitados’ no es otra cosa que definir a una persona, en su totalidad, por un problema particular. La discapacidad puede ser auditiva, visual, motora, etcétera, pero un individuo es mucho más que una característica particular. Al decir persona con discapacidad, se pone el acento en la condición humana sin desconocer las dificultades que ese individuo posee. Nuevamente queda claro que el desconocimiento puede llevar a la estigmatización y a la exclusión. “La gente es muy prejuiciosa y a veces no se da cuenta el daño que puede hacer con solo una mirada”, dice Susana, que tiene una niña con síndrome de Down. Es por eso que el trabajo por la inclusión y la integración tiene como destinatario a toda la sociedad.
Uno de los objetivos de la fundación La Ventana es colaborar para que se refuercen los otros recursos saludables que las personas con discapacidad poseen, esas otras capacidades que no fueron afectadas. La propuesta es abrir cientos de ventanas, todas las que sean posibles y que las oportunidades de realización se multipliquen cada vez más. El sueño más ambicioso quizás sea que ninguna puerta más se cierre por el temor, el prejuicio o el desconocimiento. Y con más de diez años de trabajo, el compromiso se renueva, los proyectos se reformulan, los objetivos se refuerzan y los brazos no se bajan aunque haya que remar contracorriente.
Gabriela Cruz
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