La universidad se embarria
“Eso quedaba en lo no dicho, quedaba en eso sobre lo que no se habla, en el murmuro de los vecinos. El dolor quedaba plasmado en el vecino que perdió el hijo o el conocido de todo la vida". Eso. Algo que duele nombrar, duele porque son vidas jóvenes que no pudieron tener sueños ni proyectos. Eso es el suicidio, y a Laura y a muchos otros les duele. Historias que forman parte de la cotidianidad del barrio que caminan, que viven todos los días, que duele todos los días.
Laura Avendaño es psicóloga. Con sus veintitantos años se siente una tucumana más, aunque nombra a su Jujuy natal con una nostalgia que se plasma en sus ojos. La Universidad Nacional de Tucumán fue la casa que la cobijó durante años. Hoy forma parte de un grupo de jóvenes estudiantes y profesionales de diferentes carreras que tienen la convicción de que la universidad debe ser parte de la vida de los barrios, acercarse y ser partícipe de la construcción de proyectos de vida. El proyecto “UNT: vamos a los barrios” es la concreción de ese compromiso que tiene como eje la puesta en práctica de las herramientas adquiridas a lo largo de los años de estudio a realidades duras.
El puntapié que dio forma a este proyecto fue el dolor producido por el suicido de varios jóvenes de los barrios Alberdi, Lola Mora y San Cayetano, entre otros. Esta situación que resulta dolorosa para todos los vecinos quedaba en lo no dicho. “Nosotros nos empezamos a preguntar ¿por qué está sucediendo esto en los barrios?”, cuenta Laura y recuerda esos primeros momentos donde ninguna teoría alcanzaba para explicar esta realidad que resultaba, y aún resulta, incomprensible. “Pensamos entonces en armar un espacio donde los jóvenes no elijan nunca tomar esa decisión: quitarse la vida, sino al contrario, seguir viviendo y seguir creando y seguir armando proyectos de vida”, resume esta profesional que con compromiso asiste cada jueves a la escuela Media del Barrio Lola Mora. El objetivo del proyecto es facilitar a los alumnos del último año de secundario el pasaje hacia ese mundo nuevo que aparece cuando termina la escuela. De esta manera, explicó Laura, se procura acercar la universidad a los barrios. Allí donde prácticamente no ingresa, donde se abre paso el desinterés de una institución que se erige como inclusiva pero que no abre sus puertas a todos.
Laura está convencida de que la educación es la herramienta a partir de la cual se genera inclusión. Esta educación debe estar sostenida y contenida por la familia, por un lado, y la escuela, por otro. Pilares fundamentales para que los jóvenes puedan pensar en su futuro, en qué quieren hacer y quiénes quieren ser. Para lograr este objetivo el grupo que forma parte del proyecto da talleres desde la mirada del acompañamiento vocacional. Así, se generan espacios donde los jóvenes sean los protagonistas de sus propios proyectos de vida. Esta, cuenta Laura, es la manera que encontraron para acercar la universidad al barrio, específicamente a los jóvenes, e intervenir en una realidad de la que nadie habla ni se hace cargo.
En el proceso previo al armado del proyecto el grupo realizó un diagnóstico del barrio. “Se pudo verificar que falta el apoyo de las familias a los jóvenes al momento de decidir sobre su futuro. En ese sentido, el proyecto procura realizar un abordaje sobre la familia y el contexto del joven”, dice Laura y explica que en esta primera etapa se trabajará en la escuela, un lugar significativo para los jóvenes, el lugar donde construyen subjetividades. Desde ahí se quiere avanzar hacia la familia y la comunidad. Lo que se busca es que los jóvenes sean agentes de cambio y puedan socializar la información sobre la universidad, el lugar donde muchos pueden constuir su proyecto o futuro.
Más allá de que los jóvenes decidan continuar con estudios superiores o no, el proceso pretende acompañar, reflexionar sobre los condicionamientos sociales, económicos y culturales. Pensar y construir en comunidad el futuro que cada uno desea y aprehender que las barreras pueden ser cuestionadas y superadas. “Queremos que ellos indaguen sus historias de vida, sus propios deseos, qué es lo que ellos quieren hacer. Para que cuando elijan (…) lo hagan porque se hayan apropiado de esos deseos, que su elección se realice con madurez”, dice.
Se sabe que la educación es una forma de progreso, social y humano. “Uno que ha podido transitar ese camino y leer libros sabe que no es lo misma persona. Todo ese proceso sería bueno que los jóvenes conozcan y sepan que lleva su tiempo”. Para ello, insiste, el acompañamiento es primordial. Laura, junto a otras ocho personas más, se puso al hombro la tarea de acercar la universidad a comunidades barriales. Comunidades que están a la vuelta de centros universitarios y son totalmente ajenas a esa realidad. “¿Por qué ellos, que son de ahí, no mirar esa universidad que está al lado? ¿Por qué no pensar en eso que está a doce cuadras?”, se pregunta y sueña Laura.