Un fogoncito para parar la olla
Por un plato de comida. Por una porción sustanciosa. Por un espacio para construir soluciones colectivas. Por un atajo para llegar a fin de mes. Los vecinos de la localidad de Santa Ana, al sur de Tucumán, establecieron una cocina comunitaria donde se vende el plato de comida a $20. Ante el cierre temprano de la cosecha del Ingenio Santa Bárbara, de la cual dependen la mayoría de las familias de la zona, y la abrumadora suba de precios de los últimos meses, se hizo necesario buscar una alternativa. “Cuando llueve, a mi marido no le pagan y la situación económica se hace muy difícil. Las cocinas comunitarias nos ayudan con esta situación. Hoy en día por veinte pesos no comés en ningún lado”, dice Norma Aragón, una de las cocineras.
El Fogoncito es el nombre de este proyecto colaborativo consistente en cocinas comunitarias autogestionadas por la propia comunidad. Su nombre se debe a los fogones generados en hornos de barro para cocinar, también construidos artesanalmente por los propios vecinos. El Fogoncito fue impulsado por el grupo de formación y militancia político-social Tucma, el cual trabaja hace cuatro años y medio en la comunidad. “A la gente le da vergüenza decir que no tienen para comer y estos espacios fomentan a que los vecinos se acerquen y, con algún aporte o colaboración, puedan resolverlo”, dice Hernán Gordillo, integrante del grupo que lleva adelante el proyecto.
Los integrantes de Tucma fueron los que convocaron a los vecinos para solicitar su colaboración, juntar los ladrillos y construir el horno de barro. La primera convocatoria reunió a 110 personas de la comunidad. “Se habló con los vecinos y se propuso cocinar un solo menú por día para optimizar el uso de la mercadería, tener un mejor rendimiento y conseguir un precio más bajo”, cuenta Hernán. De esta manera se logró mantener un precio bajo por una porción equivalente a 600 gramos de comida por persona. “El beneficio es muy alto porque una persona por mes se ahorra al menos 600 pesos por persona, lo que equivale alrededor de 1800 pesos al mes en un grupo familiar”, agrega el integrante de Tucma.
El lunes pasado se inauguró la tercera cocina comunitaria en la comunidad de Santa Ana. Con esta, sumada a las otras dos que ya están en funcionamiento, se llega a cubrir la alimentación de más de 300 personas. Al espacio se puede aportar comprando el plato del día o trabajando de forma colaborativa en las cocinas. En ellas se utilizan recetas industriales de comedores para que las cocineras adapten la dinámica, “porque normalmente cocinan de forma casera para cinco o seis personas máximo”, aclara Hernán. El objetivo es que las familias lleven la comida a la mesa de sus casas y se mantenga el vínculo familiar. “En el tiempo que me ahorro cocinando puedo trabajar o compartir más en familia”, expresa Valle Pérez, vecina de la localidad.
La comunidad espera que este esquema sea transitorio porque apuestan a que se revierta la situación de crisis que atraviesan. “Hoy tenemos una emergencia alimenticia donde no podemos estar pagando impuestos e IVA en la canasta básica cuando la gente no llega a fin de mes”, expresa Hernán Gordillo. “Si lo logramos nosotros como vecinos, sin ninguna lógica político-partidaria subsidiando el espacio, quiere decir que los candidatos lo pueden hacer. Si no solucionamos estas cosas, no podemos hablar de otros temas”, concluye.
Otros temas que desvían la atención de la crisis que viven los sectores más vulnerables en ingresos. Temas que deciden no hacerse cargo del hambre pero que exigen meritocracia y pobreza cero. En tiempos en el que el trabajo colectivo es la mejor forma de resistir. Porque con hambre no se puede pensar.