Ciencia en la era del desfinanciamiento
“Años atrás, decir que una era del Conicet era como un orgullo nacional”, dice Constanza, mientras agarra casi como en un abrazo el pocillo de café. En una fría mañana tucumana, de esas que hay pocas, Constanza, sentada en un café cerca del parque Avellaneda, muestra una clara preocupación por el presente y el futuro de la ciencia argentina.
Constanza Cattaneo fue becaria del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) hasta comienzos de este año. Ingresar al Conicet es un proceso largo y de muchos años de estudio, solo entran quienes tienen un título de grado.
Además, es docente en la Universidad Nacional de Tucumán, porque con un trabajo de investigación nunca alcanza, e integrante del Laboratorio de Investigaciones del Grupo Interdisciplinario de Arqueología y Antropología de Tucumán (Ligiaat). La doctora en Arqueología participó en diferentes investigaciones realizadas en diferentes Centros Clandestinos de Detención de la provincia.
Investigar y hacer ciencia en, por y para Argentina es el sueño de la mayoría de los científicos y científicas del país. “Trabajé en lo que era el pozo de Vargas, después trabajé en la causa de Arsenales y ahí fui transitando la decisión de que era lo que quería hacer”, cuenta Constanza. Focalizada en investigar qué fue lo que pasó en el ingenio Santa Lucía durante la última dictadura militar que vivió el país, la doctora Cattaneo puso el ojo en el impacto que tuvieron los crímenes en las mujeres: mujeres desaparecidas y mujeres que fueron víctimas de otros horrores. En el bar ubicado cerca del Museo de la Universidad Nacional de Tucumán (MUNT), donde Constanza pasa sus mañanas, cuenta orgullosa que su tesis fue la primera en tratar la temática.
Entre tristeza, bronca y la bufanda que le abriga el cuello, cuenta cómo se busca implantar la idea de que las ciencias tienen que tener un fin para la industria: “Están queriendo desprestigiar las investigaciones en ciencias sociales”, dice Cattaneo, cuyo trabajo, producto de sus investigaciones, sirvió como prueba en los juicios por crímenes de lesa humanidad ocurridos en Tucumán. Uno de ellos fue la megacausa Jefatura II - Arsenales - entre 2012 y 2013 - , el primero en catalogarse de esa manera por la cantidad de causas que conformaron el universo procesal. Además, se trató de uno de los procesos judiciales fundamentales para conocer el circuito represivo que conectó a dos de los principales centros clandestinos de detención que funcionaban en la provincia: la ex Jefatura de Policía y el arsenal Miguel de Azcuénaga.
Más y más desfinanciamiento
La ciencia argentina es golpeada nuevamente. La Agencia Nacional de Promoción de la Investigación, el Desarrollo Tecnológico y la Innovación (Agencia I+D+I) anunció que no se abrirán nuevas convocatorias para investigaciones en ciencia y tecnología y tampoco se asignarán becas a investigadores. Esto se suma al desfinanciamiento y vaciamiento que viene atravesando el sector científico del país, que comenzó con el congelamiento del presupuesto en diciembre del 2023, la no asignación de las becas correspondientes y los despidos de más de 130 trabajadores del área administrativa.
“Investigación propia es soberanía”, dice Constanza y sostiene el mismo lema que se puede ver en los carteles en las marchas de todo el país: “Ciencia es soberanía”. La quita de fondos e inversiones para la ciencia argentina afecta directamente a el desarrollo del país. Indagar y buscar en la historia propia, en el suelo propio, debería estar garantizado. Poner la celeste y blanca en alto y como portada de los descubrimientos a los que se llega gracias al apoyo y confianza del Estado, es uno de los fines de muchas de las investigaciones nacionales. “Lo que tiene el financiamiento y la posibilidad de ingresar al Conicet, es que vos tenés la posibilidad de dedicarte a hacer investigación”, explica la investigadora, y agrega que hoy muchos de los investigadorxs tienen que conseguir otros trabajos para poder vivir, y terminan poniendo de sus bolsillos para hacer lo que desean y para lo que han sido formados: hacer ciencia.
El Gobierno nacional no hace más que aplicar recortes en el campo científico. Cientos de investigaciones quedaron sin fondos y cientos de investigadores quedaron sin trabajo. Las investigaciones están paradas como consecuencia del desfinanciamiento y los despidos.
Fuga de cerebros: la consecuencia del desprestigio
“Cuando se habla de la fuga de cerebros, realmente los investigadores argentinos son muy codiciados a nivel internacional”. Constanza, orgullosa y con cierta desazón en su mirada que combina con el día gris, cuenta que su hermano trabajó en el exterior y que, en todos los lugares en los que hizo ciencia, le solicitaron quedarse a hacer investigaciones para esos países: “Fue una apuesta de él decir: ‘no, yo quiero hacer ciencia en Argentina'". Casos como el de su hermano hay muchos. La formación que dan las instituciones argentinas es respetada y alabada afuera.
Basta con ver los puestos que ocupan las instituciones científicas en los rankings internacionales para entender porqué se habla del prestigio de la ciencia argentina, De acuerdo al SCImago Institutions Ranking, el Conicet se ubica en el primer puesto entre las instituciones científicas de Ibero y Latinoamérica. A nivel mundial ocupa el puesto número 224 entre más de nueve mil instituciones científicas y académicas. Argentina destaca en el área de Arte y Humanidades, ocupando el octavo lugar del mundo. No solo el Conicet representa la ciencia argentina, dentro del ranking también destaca la Universidad de Buenos Aires, la Universidad Nacional de La Plata, el Centro Científico Tecnológico de La Plata, la Universidad Nacional de Córdoba y, en el puesto ocho a nivel nacional, se encuentra el centro Científico NOA Sur, ubicado en Tucumán.
Con la taza de café casi vacía y cruzando los brazos sobre la mesa, Constanza pone en palabras sus preocupaciones, que la afectan tanto a ella como a la ciencia argentina, hoy y en el futuro. La preocupación del presente: “Ahora tengo que buscar otros tipos de trabajo y eventualmente, porque yo tengo el impulso de querer seguir haciendo investigación, ver cómo hacer para seguir”.
La preocupación mirando hacia el futuro: “¿quién va a querer entrar al Conicet y hacer ciencia en Argentina”? La campaña de desprestigio de la institución pisa con fuerza. El discurso de que los científicos son “ñoquis” resuena cada vez más.
Investigación propia es soberanía, y soberanía es libertad. En el campo y en el laboratorio se descubren nuevas formas de habitar el mundo y se amplían posibilidades. El avance siempre viene de la mano de la ciencia. En palabras de Jorge Medina, médico e investigador del Conicet, “la ciencia duda”, y si hay duda hay camino por andar.