Economía popular: estrategias y endeudamiento en los barrios populares
Cuando se pensaba que la explotación en condiciones legales vigentes era la única salida ante la exclusión laboral extrema, el trabajo en relación de dependencia dejó de ser la forma predominante del sistema capitalista. En este contexto toma fuerza la economía popular, un concepto referido a las actividades económicas que se encuentran por fuera del mercado laboral formal. Esta forma se caracteriza por la autogestión, la cooperación y la solidaridad, y busca mejorar las condiciones de vida de sus actores mediante la creación de redes y organizaciones que apoyen y promuevan sus intereses económicos y sociales.
Este fenómeno “nace como estrategia de trabajadoras y trabajadores para crear su propio empleo en condiciones de exclusión, o en donde el trabajo formal no ha llegado”, dice Diego Mora, economista y referente del Observatorio Villero de la organización social La Poderosa. Mora subraya que esta estrategia tiene su propia identidad y no debe confundirse con el emprendimiento tradicional porque “no nace del deseo, sino de la necesidad”.
Aunque algunas de estas actividades son ampliamente reconocidas, como las cooperativas de trabajo o el reciclaje, el economista aclara que la economía popular es vasta y diversa, y no siempre está organizada. “No es lo mismo estar revolviendo basura sin ningún tipo de seguridad, como ocurre en el barrio San Martín de Paraná, que está literalmente al lado del basural municipal, y sucede esto, a tener los elementos necesarios”.
La crisis económica y social ha exacerbado la necesidad de esta alternativa, la cual también se engrana con otros espacios comunitarios. La emergencia sanitaria del COVID-19, por ejemplo, provocó un "salto exponencial" en la demanda de espacios alimentarios, una situación que se profundizó debido a la mala administración de las políticas alimentarias y sin el reconocimiento del trabajo de un montón de mujeres que sostienen esos espacios.
Mora destaca que en la actualidad el Estado Nacional se ha distanciado de este sector crucial en un momento en que los datos de pobreza, solo del primer trimestre del año, indican que casi 5 millones de personas viven en condiciones de indigencia. La falta de ejecución de los fondos asignados y la intermediación de entidades como iglesias, que no cuentan con la misma capacidad de distribución que las organizaciones sociales, no ayudó a la situación.
También, en un reciente relevamiento del Observatorio Villero, se delineó un panorama esclarecedor sobre el endeudamiento de las familias de los barrios populares en medio de la crisis por la que atraviesa el país. Según resultados preliminares de dicho relevamiento realizado en Córdoba, Tucumán, Formosa, Santa Fe, Provincia de Buenos Aires y CABA, el 40% de las familias están endeudadas, y el acceso a créditos formales es extremadamente limitado.
“En este escenario de crisis, porque no hay trabajo, porque la contención que tenías (por parte del Estado), por más que fuese insuficiente o un parche, no la tenés, estamos librados a las fuerzas del mercado, que existe para quien puede pagar y quien no puede pagar no existe. El mercado no resuelve todo y en su mecanismo no pone en el centro a las personas sino a las ganancias”, explica Mora.
"Los bancos no llegan a los barrios. Si no tenés un ingreso registrado, ningún banco te da una tarjeta de crédito", expone el economista. Además, señala que uno de cada 10 hogares tiene una tarjeta de crédito y enfatiza “eso es muy privativo y ese es el crédito que más o menos es barato para pagar”. Y ahí surge la proliferación de créditos informales y usureros como la figura del prestamista, sistemas que, según el observatorio, a menudo están ligados al narcotráfico y la violencia. “Las condiciones y la tasa varían de caso a caso. Algunos cobran cada mes, cada 15 días y otros, semana a semana. Te visitan, te conocen y te joden la vida también”, dice Mora.
Las billeteras virtuales, aunque ofrecen una alternativa, imponen condiciones crediticias casi usureras. El economista también critica al sistema financiero, argumentando que muchas personas no comprenden plenamente el costo de los créditos debido a la falta de formación financiera. "El costo de vida se ha disparado y los salarios no han seguido el ritmo", concluye Mora.