Por qué marchamos

Desde principios del siglo XX, en las sociedades occidentales particularmente, el movimiento de mujeres ha ido conquistando espacios dentro los ámbitos de poder así como ha logrado colocar muchas de sus concepciones en la opinión pública. Concepciones que se abrieron (y se abren) paso no sin poca dificultad y a contracorriente de las nociones hegemónicas que tienden a sostener la desigualdad entre hombres y mujeres. Pero este avance dentro de la opinión pública (que desde los años 60 tiene un impulso que se sostiene en la actualidad) trajo aparejado la inclusión de esta fecha dentro del calendario comercial; es decir, el mercado, ávido por encontrar momentos para impulsar el consumo masivo, se hizo eco de la conmemoración.

Pero esta inclusión produjo una extirpación. Al Día Internacional de la Mujer Trabajadora, instaurado por la II Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas reunida en 1910 en Dinamarca para recordar la muerte de 146 mujeres por trabajar en condiciones de extrema precariedad, se le suprimió lo de trabajadora. Su presencia no era inocente y hacía referencia a las mujeres organizadas en los sindicatos socialistas, comunistas o anarquistas; pero el mercado, se sabe, suele inclinarse a favor de las concepciones de quienes están mejor posicionados en los esquemas de poder, a grandes rasgos, los dueños del capital más que los/as trabajadores/as. Esto no es una regla inviolable ya que, también se sabe, el mercado se inclina más por la búsqueda de la generación de ganancias que por la defensa de ideologías que caen en decadencia y pierden adhesión. Sin embargo, el Día Internacional de la Mujer no sólo se deshizo, en los medios masivos y en el sentido común, del adjetivo trabajadora, sino que también modificó el significado de Internacional, tampoco inocente, que buscaba incluir el concepto de la solidaridad obrera internacional tan presente en las concepciones proletarias de principios del siglo XX y que, en la actualidad, solo hace alusión a la coincidencia de muchos países en la fecha para celebrar un Día de la Mujer.

Entonces la conmemoración de una fecha reivindicativa de las luchas sociales aparece, en algunos ámbitos, como una especie de duplicación del día de los enamorados, el día de la madre o el día del animal (que a veces se festeja con un buen asado de novillo). Ya no se trata de ser parte de un proceso de transformación de las conductas colectivas e individuales sino de ser amables, por un día, con el género femenino, comprar y regalar objetos, comidas, flores; ¡felicitar! a las mujeres sólo por ser tales (difícilmente el día, como fue propuesto originalmente, alcanzaría a Merkel o a la finada Tacher), como si hubiera una sola forma de ser mujer. Quizás felicitar el modo de ser mujer que proponen los estereotipos heteropatriarcales, felicitar a las mujeres femeninas. Felicitaciones que suelen desvanecerse los días 9 de marzo donde todo vuelve a ser “como debe ser”. Una vez marchitas las rosas y digeridos los bombones “vuelve la zorra pobre al portal, la zorra rica al rosal” y el periodista que se emocionó con el #NiUnaMenos se pone ácido y critica las calzas de lycra negra de las feministas.

Frente a la rosa y melosa nebulosa mediática, el movimiento de mujeres reivindica el día como una jornada de lucha y exposición de las principales desigualdades que, a pesar de los avances, siguen poniendo a hombres y mujeres en peldaños distintos. Apartar las distracciones comerciales es parte del desafío para modificar las costumbres que forman parte del sentido común y que construyen la desigualdad en los actos más cotidianos.

Galería de imágenes

En Tucumán, organizaciones políticas y sociales marcharon para conmemorar el Día Internacional de la Mujer Trabajadora. Fotografías de Nicolás Tuero e Ignacio López Isasmendi.